zaragoza

"Se está culpando de todo a la hostelería, cuando nosotros no hemos tenido focos"

Los bares de Zaragoza critican la "criminalización" que, a su juicio, suponen las restricciones que se aplican con la entrada en vigor de la fase 2 "flexibilizada".

Miguel Ángel Compadre sirve dos cafés en el Gavilla a María Rosa Cuenca (con su hija Alejandra, de dos meses) y Rosa María Gijón.
Miguel Ángel Compadre sirve dos cafés en el Gavilla a María Rosa Cuenca (con su hija Alejandra, de dos meses) y Rosa María Gijón.
Guillermo Mestre

De la noche a la mañana, la clientela de los bares de Zaragoza pareció esfumarse. Aunque las restricciones a la hostelería aún no habían entrado en vigor, el interior de los locales ya sufrían sus efectos. “Ayer a estas horas tenía la cafetería llena. Y ahora, mira”, contaba este martes Miguel Ángel Compadre, propietario del Gavilla (en el Centro Independencia), con solo una pareja de clientes en su local a media mañana. La caja registradora rubricaba sus impresiones: “Llevamos la mitad de recaudación que ayer a estas horas”.

Los bares de la capital aragonesa, como los del resto de localidades que han retrocedido a la fase 2 -aunque sea “flexibilizada”- ya sufren los efectos del paso atrás. Menos espacio en el interior (50% del aforo), menos terraza (75% de capacidad) y prohibición de servir en las barras. Un palo en toda regla para unos negocios que empezaban a ver la luz tras varios meses de cierre obligado.

El sector lamenta que se haya colocado el foco en ellos, cuando los principales rebrotes de la comunidad no se han ‘cocinado’ en su interior. “Parece que se quiera ejemplarizar con nosotros, se está culpando de todo a la hostelería, cuando nosotros no hemos tenido focos”, señala Compadre. Este veterano hostelero (el local lleva 36 años en Independencia), también pide “responsabilidad” a sus colegas: “Yo podría poner 20 mesas en la terraza, pero pongo 16; luego por ahí veo muchas mesas que no guardan las distancias, y al final acabaremos pagándolo todos”.

Las características de cada bar hace que sufran de manera diferente las nuevas limitaciones. Pero en lo que coinciden todos es en que pagarán de manera uniforme “el efecto psicológico” que crean en los clientes las nuevas normas. “Se crea miedo y preocupación y eso acaba afectando al negocio”, apunta Óscar Gargallo, del bar Lekune (en León XIII). En su caso, un bar de pinchos, la supresión de la barra es “un palo”. “El aforo dentro se me queda en 50 personas, pero eso no es problema porque nunca llegamos a esa cantidad de gente. Pero lo de la barra y las limitaciones de la terraza son muchos clientes menos”, valora.

Óscar Gargallo, del bar Lekune, desinfecta un bar de la terraza.
Óscar Gargallo, del bar Lekune, desinfecta un bar de la terraza.
Guillermo Mestre

Ellos fueron de los primeros en abrir el 12 de mayo, unos días que recuerda “de locura total” con muchos clientes en busca de la terraza. Ahora el trabajo “se había estabilizado”, pero con las nuevas restricciones la cosa cambia: “No sé cómo saldremos de esta, porque ahora encima llega el verano y hay menos gente en la ciudad”.

En el caso del Asian, en Madre Vedruna, incluso valoran la posibilidad de cerrar temporalmente. “Si esto sigue así y en una semana vemos mucho bajón de trabajo, tendremos que volver a cerrar 15 días hasta que esto pase”, lamenta Silvia Lumbier. Esta hostelera lamenta que este nuevo “paso atrás” se produzca por unos rebrotes provocados por “inconscientes que no cumplen la normativa”. “Nos culpan de todo a la hostelería, estamos criminalizados, pero qué pasa con las reuniones de gente en la calle, con los botellones, con los centros comerciales...”, se pregunta.

Los bares pequeños y con poca terraza sufren especialmente estas restricciones. Para ellos, la barra es fundamental, por lo que buena parte de su potencial se queda en nada. Es el caso del Coscos, que con las nuevas medidas puede pasar de acoger a 20 clientes a quedarse con solo 6 o 7. “Si pueden entrar la mitad de las personas, tendremos la mitad de los ingresos. Vamos hacia atrás”, señala Javier Coscolín, empleado del local.

Javier Coscolín, del bar Coscos, en Madre Vedruna.
Javier Coscolín, del bar Coscos, en Madre Vedruna.
Guillermo Mestre

Para otros, la clave es la terraza. En Cesáreo Alierta se despliegan decenas de veladores mañana, tarde y noche, y ahora tendrán que reducirse. En el Sinatra, uno de estos locales, Charo Sanz apunta que “ahora donde se trabaja es en la terraza, porque es lo que pide el cliente”. Cree que adoptar estas medidas “es hundir a la hostelería”, en un momento en el que “estábamos empezando a trabajar de nuevo”.

Charo Sanz, empleada del Sinatra, en Cesáreo Alierta.
Charo Sanz, empleada del Sinatra, en Cesáreo Alierta.
Guillermo Mestre

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