“Para cantar un bingo me quito la mascarilla, no sea que no se me oiga”

El ocio nocturno y el llamado ‘tardeo’ en Zaragoza tratan de adaptarse a las circunstancias, con resignación, aforos limitados y alguna que otra propuesta ingeniosa.

El 25, el 2, el 19… Las bolas caen a una velocidad endemoniada, pero los presentes en la sala tienen tablas. Siguen sin pestañear la sucesión de números, van tachando con fortuna sus cartones y tienen tiempo, incluso, de echar un trago a sus cervezas. “La ‘nueva normalidad’ aquí es la de siempre, o sea, que no canto ni una línea”, bromea una señora, que dice que tiene más botes de gel hidroalcohólico que números tachados en su tarjetón.

“Hoy no tenemos mala entrada. Desde que reabrimos, estamos más o menos al 50%. Hay algunos clientes que han dejado de venir por miedo o precaución y otros, claro, por lo complicada de la situación y la incertidumbre económica”, explica el jefe de sala del Bingo Roma. Las instalaciones son enormes y, a pesar de las restricciones de aforo, hay bastante animación para ser las siete de la tarde del pasado viernes. En algunos asientos hay carteles que indican que no pueden utilizarse y todas las mesas se desinfectan en cuanto entra o sale un cliente. Las mascarillas son obligatorias pero, como dentro se respetan las distancias de seguridad, hay clientes que se las quitan. “Para cantar bingo me retiro la careta, claro, no vaya a ser que no se me escuche”, dice un usuario. “En las mesas se sientan juntos aquellos jugadores que son familia o que comparten vivienda, pero si los usuarios vienen solos se les acomoda en mesas separadas”, explican. No es la única novedad en la sala: a cada cliente que entra se le entrega una bolsita con un rotulador personalizado y una toallita de limón para que no tengan que reutilizarse.

Los bingos zaragozanos volvieron a abrir el pasado 8 de junio al llegar la fase 3 del plan de desescalada, aunque sus regentes dicen que “aún hay gente que no se ha enterado de que estamos de vuelta”. En el citado Bingo Roma, además de las medidas comentadas, se han instalado un sinfín de mamparas en la zona de máquinas recreativas. “Son efectivas porque hay tragaperras muy juntas y dan sensación de seguridad. Además, se pueden mover e ir colocando en otros espacios de la sala. Cada máquina tiene un cartel que indica que puede usarse porque está desinfectada, cosa que hacemos cada vez que pasa un cliente nuevo”, explican. El acristalamiento de la parte de la ruleta ha sido el más pejiguero, pero se ha resuelto (no sin una importante inversión) con una suerte de estrella de metacrilato.

Según comentan algunos clientes, “hay bingos en los que los primeros días medían la temperatura en la puerta, pero es absurdo por eso de que hay muchos contagiados que son asintomáticos”, cuentan. “Habría que ver a Ozores, Pajares y Esteso en esta tesitura”, bromean, en referencia a la película de los 70, en la que el citado trío querían hacer saltar la banca como si fueran los Pelayos. Como símbolo de este viejo-nuevo costumbrismo, en la megafonía de los bingos sigue sonando ABBA y hay neones por doquier invitando a arriesgar unos pocos euros...

Pero no es solo en las casas de apuestas donde va regresando poco a poco una normalidad asaetada por medidas de precaución y seguridad. Los geles y las mascarillas también se han convertido en moneda de cambio común en las terrazas, los vermú y los bares en los que se estila eso del ‘tardeo’. “Ahora, si buscas algún tipo de complicidad, tiene que ser con la mirada”, cuenta Carolina Molás, en una terraza de la calle Estébanes. Ella y sus amigas -todas en torno a la treintena- están cansadas de las mascarillas, pero entienden que hay que llevarlas, “sobre todo, al acercarte a pedir a la barra, por responsabilidad”. Aunque ven algunas incongruencias en las normas con las que han abierto los bares -cuando una mesa queda libre el cliente más raudo la ocupa sin esperar a que la desinfecten-, creen que las medidas de precaución son “un mal menor”. “No es muy lógico que podamos sentarnos diez o doce en torno a una misma mesa, en este caso barril, y que en el teatro tengas que dejar varias butacas libres”, comentan. “Tampoco entendemos que ya hayan reabierto el rastro o el mercado ecológico de la plaza del Pilar, pero que los mercadillos de las Armas, la Magdalena o el Audiorama sigan sin saber qué pasará con ellos”, añaden.

Así las cosas, las opciones de ocio vespertino pasan “por recorrer bar tras bar, mejor con aire acondicionado” porque “ni siquiera los cines del centro han retomado aún la actividad”. En este periplo por la hostelería local se comprueba que el 90% de los bares ya han reabierto y que aún hay “pequeños lujos” que no se han podido rescatar. Por ejemplo, es complicado encontrar un local que permita fumar la ‘shisha’, moda con bastante arraigo entre los más jóvenes, porque el Ministerio de Sanidad alertó del riesgo que suponían las boquillas mal desinfectadas de las cachimbas. 

La tardía reapertura de las discotecas puede estar detrás de la proliferación de los botellones

Harina de otro costal es la del baile y el ‘perreo’ en las discotecas que, si bien se calcula que en Zaragoza ya han abierto el 80% de este tipo de establecimientos, lo han tenido que hacer con mesas en la pista de baile e, incluso, carteles que sugieren que no es necesario deambular por todos los rincones del recinto para ir al aseo. Aunque en Madrid y otras ciudades ha habido discotecas que, incluso, han instalado plasma frío y una tecnología similar a la de los quirófanos para esterilizar el aire, a orillas del Ebro parece que damos por bueno el que se hayan dividido las zonas con marcas en el suelo y se haya impulsado el uso de los llamados ‘reservados’, que suelen ocupar gente que ya se conoce entre sí. Todas las precauciones que se toman en las mesas contrastan, no obstante, con la zona de la barra, donde se debería estar manteniendo la distancia adecuada pero más de uno hace la vista gorda. 

Desde el sector insisten en pedir que se levanten las restricciones sobre los aforos (hay clientes que acuden y tienen que darse media vuelta) y argumentan, además, que la apertura en condiciones normales de bares nocturnos “ayudaría a eliminar la proliferación de los botellones y fiestas clandestinas”, que -esos sí- no tienen ningún tipo de control y están en el origen de algunos rebrotes.

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