Del Ramiro Soláns al Prado, "el mejor viaje de nuestra vida"

Catorce niños del barrio Oliver de Zaragoza viajan en AVE y visitan el Prado por primera vez, gracias a su proyecto 'El arte de soñar', con el que han pintado y vendido cuadros por encargo.

Un grupo de niños de 2º de Primaria del colegio Ramiro Soláns de Zaragoza cuentan cuáles son sus cuadros preferidos del Prado.

Los niños del Ramiro Soláns ya saben que los sueños a veces se cumplen. Aunque hay que trabajar mucho para conseguirlo. La clase de 2º de primaria de este colegio del barrio Oliver de Zaragoza tuvo una idea a principio de curso: querían ir al Museo del Prado. El Ramiro Soláns es un colegio muy particular, en un entorno social desfavorecido, con un alto porcentaje de familias de etnia gitana y de inmigrantes. Es también un colegio muy innovador, con metologías diferentes, donde los niños aprenden por proyectos y se trabajan mucho las emociones. El tutor de 2º, Diego Escartín, les animó a crear la cooperativa Súper Sueño. Durante todo el año han pintado y vendido cuadros por encargo para poder viajar a Madrid. También han editado un libro de poesías. Con el dinero recaudado y las ilusiones y esfuerzo de muchos meses, este jueves su sueño se ha hecho realidad.

La aventura comenzaba a las 8.00 en el colegio. Habían quedado para ir juntos en autobús a la estación. Las madres y padres daban los últimos consejos y achuchones a sus hijos, de 7 y 8 años. Para muchos era el primer viaje fuera de Zaragoza; para la mayoría, la primera vez que se montaban en un tren, y para todos, la primera vez que iban al Museo del Prado. Varios estrenaban zapatillas nuevas para la ocasión. "Mussa no ha dormido nada de los nervios", decía su madre. A un padre se le enrojecían los ojos. "No os preocupéis, que os vamos contando todo lo que hacemos por el grupo de whatsapp", tranquilizaban los profesores a las familias.

Catorce niños y niñas se subían al autobús, aparcado junto al colegio: Yadira, Yeray, Luisito, Luis, Miguel Ángel, Valeria, Samira Abel, Mussa, Stephen, Anwar, Kata, Fatou y Nathaly. Les acompañaban en esta aventura su tutor Diego; la directora del cole, Rosa Llorente; la jefa de estudios, Amparo Jiménez; su antigua tutora de Infantil, Vanesa Fresneda; una auxiliar de educación especial, Inma Arínez, y una voluntaria, Sara Marco. Los mayores trataban de disimular los nervios.

El tren

En el andén de la estación de Delicias llamaba la atención la emoción del grupo escolar. "¿Dónde vais?, les preguntaba una señora. "A Madrid, al Prado", contestaba Mussa. "Qué suerte, qué importantes sois". "Somos artistas y poetas", contestaba con orgullo. El tren llegaba puntual y los chavales se acomodaban en sus asientos. "Uno de mis cuadros preferidos es 'La noche estrellada' y otro, 'Las meninas', que lo vamos a ver hoy", contaba Anwar, nacido en Zaragoza de padres marroquíes.

La hora y media de viaje se les pasó en un suspiro, entre ponerse y quitarse los auriculares, mirar por la ventanilla, levantarse -ordenados- para ir a ver la cafetería y el baño, empezar a rellenar unos cuadernillos que les había preparado Diego, preguntar que cuánto faltaba, que si se veía el Bernabéu, que si el Prado estaba muy lejos. "¡Ya llegamos!", les anunciaban los profesores. Nathaly y Kata no se despegaban de la ventanilla: "Mira cuántas casas", "Mira cuántos grafitis", "¡Qué grande!".

La llegada a Madrid

Madrid recibía a los niños del Ramiro Soláns con un día soleado y radiante. "¡¡Ya estamos en Madrid!!" Primero, se hicieron unas fotos en Atocha y luego fueron caminando al parque del Retiro a almorzar y jugar antes de su visita al Prado. "¿Cómo te imaginas el Museo del Prado?", le preguntaba Kata a Valeria. "Muy grande". ¿Qué cuadro tienes más ganas de ver?" "Las Meninas". "Yo también".

Durante todo el curso, la cooperativa ha trabajado en grupos: marketing, administración, diseño, innovación y recursos humanos. Han estudiado el museo y las obras que quieren conocer. Han recibido encargos y pintado ellos sus propios cuadros. Han vendido un centenar de cuadros y con el dinero recaudado han pagado el alquiler del autobús y la compra de material. Al final les ha sobrado dinero porque Renfe y El Prado les han invitado a su parte. "Han aprendido muchísimo: a trabajar en equipo, a ser autónomos, a contestar correos electrónicos, a manejar Word y Excel, a organizar las cuentas, han aprendido Historia y Arte. Tenían un objetivo común, un sueño, y eso ha facilitado que todo fuera bien. Para mí como tutor ha supuesto mucho trabajo, una experiencia maravillosa y un recuerdo único", reflexionaba Diego.

El Prado

El tutor les había preparado una ruta por el Prado que empezó con 'El jardín de las delicias' (de El Bosco), siguió con 'La Mona Lisa del Prado' y el 'Autorretrato' de Durero. Abel, uno de los niños más movidos de clase, estaba preocupado la víspera por si tiraba algún cuadro sin querer. Pero su comportamiento y el de todo el grupo fue ejemplar. Incluso recibieron una "condecoración infantil" de parte de los responsables del museo.

Los niños del Ramiro Soláns conocieron en directo varias obras de Goya: 'Los fusilamientos del 3 de mayo', 'La familia de Carlos IV', 'Las cuatro estaciones', 'El perro semihundido', 'La gallina ciega', 'La maja desnuda' y 'La maja vestida'. Y terminaron con su preferida, 'Las Meninas' de Velázquez. La visita acabó con abrazos emocionados de profesores y niños, que no se querían ir.

"Tienen vidas complicadas, pero son niños felices, con muchos talentos y expectativas de futuro. Para llegar hasta aquí hay mucho trabajo detrás de toda la comunidad educativa. Hemos trabajado mucho los últimos 15 años para transformar el colegio. Hemos implicado a las familias, hemos cambiado las metodologías y cada año seguimos aprendiendo entre todos. Estamos inmersos en un proceso de transformación social que va mucho más allá de la escuela", afirmaba la directora.

Después, justo dio tiempo de hacerse una foto con la estatua de Velázquez en el Paseo del Prado y dirigirse a buen paso de vuelta a la estación. El helado prometido quedaba para Zaragoza. Valeria, con cara de cansada, con su trenza despeinada, sonrisa enorme y una chapa de una menina en la camiseta, resumía la jornada: "El mejor viaje de mi vida".

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