Clemente VIII, el olvidado papa turolense

Javier Lambán reivindicó a Benedicto XIII ante el papa Francisco, pero ignoró a su sucesor, Gil Sánchez, que renunció para cerrar el Cisma de Occidente en 1429.

Busto de Clemente VIII de la catedral de Teruel.
Busto de Clemente VIII de la catedral de Teruel.
Juan Cabre (IPCE)

El presidente aragonés, Javier Lambán, pidió al pontífice Francisco en su reciente visita al Vaticano la rehabilitación de antipapa aragonés Benedicto XIII, pero se olvidó de reivindicar al sucesor del famoso Papa Luna, el turolense Gil Sánchez Muñoz, que accedió al papado como Clemente VIII y que, con su renuncia a los seis años de ocupar el cargo, puso fin al Cisma de Occidente en 1429.

La figura de Sánchez Muñoz, que fue recompensado con el obispado de Mallorca por facilitar la reunificación religiosa, es prácticamente desconocida en su Teruel natal, que no le ha dedicado ningún recuerdo a pesar de la singularidad del personaje. Ninguna plaza ni calle lleva su nombre ni siquiera una placa recuerda su lugar de nacimiento, en la calle Ricoshombres, la actual calle de Los Amantes.

La excepcionalidad histórica de Gil Sánchez Muñoz, perteneciente a una de las familias más ricas del Teruel medieval, los barones de Escriche, también pasó desapercibida para el escritor turolense Javier Sierra hasta que, el año pasado, durante una visita a la catedral de Teruel, el sacerdote Alfonso Belenguer le informó sobre este personaje.

Javier Sierra reconoce que nunca antes había oído hablar del papa turolense Clemente VIII y que su relato del Cisma de Occidente terminaba con el Papa Luna. Se ha interesado por esta figura y adelanta que, en el libro que se entregará a los invitados al acto en el que Sierra recibirá el Premio de las Letras Aragonesas que le ha concedido el Gobierno de Aragón, incluirá un texto dedicado al pontífice de Teruel. De momento, no va más allá en su proyección literaria.

Alfonso Belenguer, vicario de la diócesis de Teruel-Albarracín y administrador diocesano entre la salida del anterior obispo, Antonio Gómez, y la llegada del actual, José Antonio Satué, lamenta que Clemente VIII no haya tenido "ningún reconocimiento público" en su ciudad natal, a pesar de su brillante trayectoria. La única referencia artística que le dedicó la capital turolense desapareció durante la Guerra Civil. Se trata de un busto de Gil Sánchez Muñoz esculpido a partir de un máscara de cera obtenida de su cadáver. La pieza estaba guardada en la catedral y fue inmortalizada en unas fotos que tomó el arqueólogo Juan Cabré.

Belenguer recuerda que Gil Sánchez Muñoz fue racionero de la parroquia de San Martín en Teruel -cercana a su casa de nacimiento-, deán de la catedral de Valencia, papa cismático en Peñíscola (Castellón) y finalmente, como premio de consolación por cerrar el Cisma de Occidente, obispo. El principal recuerdo público que dejó el pontífice turolense es su monumental tumba en la sala capitular de la catedral de Mallorca, donde murió en 1447.

Javier Sierra destaca que el de Gil Sánchez Muñoz es "el único caso en el que un obispo fue antes papa que titular de una diócesis". El escritor resalta que fue un "personaje fundamental" en la historia porque su decisión de favorecer el fin del Cisma de Occidente afectó "a toda la Cristiandad". "Se merecería más reconocimiento de su ciudad", añade.

La renuncia de Clemente VIII quedó inmortalizada en una placa colocada en la colegiata de San Mateo (Castellón), el lugar donde se formalizó ante un legado del papa de Roma. Sierra afirma que Gil Sánchez Muñoz debe ser "reivindicado" ante la Iglesia, al igual que ocurre con el pensador quietista Miguel de Molinos, de Muniesa, que "murió quemado en la hoguera por sus ideas".

El historiador Fernando López Rajadel ha investigado a fondo la figura del papa turolense, un personaje "muy culto" que poseía una nutrida biblioteca y que mandó traducir el Decamerón de Bocaccio al catalán hacia 1430 -para entonces ya era obispo de Mallorca-. Su peripecia vital fue recogida por su sobrino Pedro Sánchez Muñoz en un manuscrito que se conserva en la Biblioteca de Cataluña y que ha servido de guía en la investigación del prelado.

Tumba de Gil Sánchez Muñoz en la catedral de Mallorca.
Tumba de Gil Sánchez Muñoz en la catedral de Mallorca.
Isaac Buj/El Temps

López Rajadel relata que el sucesor de Benedicto XIII era una persona docta en leyes y que fue amigo del influyente religioso Francés de Aranda -también turolense y hombre clave en el Compromiso de Caspe-, a quien consultó antes de aceptar la renuncia al papado. El historiador cuenta que Gil Sánchez Muñoz y Aranda actuaron como árbitros en un pleito entre Teruel y Sarrión.

Pero Fernando López Rajadel cuestiona, los "valores religiosos" del prelado, perteneciente a una poderosa familia de Teruel que "tenía las mejores tierras de El Pobo, casas y propiedades en Sarrión, así como diezmos en Teruel y esclavos". Además, Clemente VIII se plegó a los dictados del rey de Aragón, Alfonso V, que le impuso la renuncia al título papal tras haberlo utilizado como moneda de cambio para apoderarse del reino de Nápoles.

El ascenso del turolense al papado estuvo alejado de toda grandeza. El conclave que lo nombró sucesor del Papa Luna se reunió en el castillo de Peñíscola con la asistencia de tres de los últimos cuatro cardenales fieles a Benedicto XIII. Alfonso Belenguer rechaza, a pesar de su dudoso nombramiento, el apelativo de antipapa para el turolense. "Fue un papa de la obediencia de Aviñón", recalca el vicario, un entusiasta del personaje.

Belenguer, "como turolense y como sacerdote", no se resigna al olvido del único papa nacido en Teruel. A través de amigos comunes, ha trasladado al presidente del Gobierno aragonés su petición de que en la exposición sobre el Papa Luna que se anuncia para 2023 coincidiendo con el 600 aniversario del fallecimiento de Benedicto XIII se destaque la figura de su relevo cismático, Clemente VIII.

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