Récord de visitantes en los refugios de montaña de Aragón: "Se ha perdido el miedo a compartir habitación"

Los 16 alojamientos de la FAM alcanzaron el año pasado la cifra más alta de pernoctaciones de su historia. 

Refugio Casa de Piedra, uno de los 16 de la red de la Federación Aragonesa de Montañismo.
Refugio Casa de Piedra, uno de los 16 de la red de la Federación Aragonesa de Montañismo.
Javier Navarro

Los refugios de montaña del Pirineo han conseguido remontar el bache de la covid, cuando perdieron más de 50.000 pernoctaciones, para volver a las cifras de visitantes de prepandemia, e incluso superarlas. El año pasado el aumento fue del 7%, pasando de las 97.125 noches de alojamiento del 2022 a 103.860, récord absoluto, por encima incluso de su mejor registro de 2019. Es la segunda vez en la historia más que centenaria de los albergues de altura en que sobrepasan el umbral de 100.000.

En 1985, cuando solo había cuatro (Góriz, Ángel Orús, Estós y Casa de Piedra), se registraron 15.848 pernoctas. La cifra ha ido en aumento a la par que el número de instalaciones y hoy la Federación Aragonesa de Montañismo (FAM) es titular de 16 en todo Aragón (14 en Huesca, uno en Teruel y uno en Zaragoza).

La covid supuso un varapalo para estos alojamientos de habitaciones compartidas. La Federación les dio libertad para cerrar, algo insólito porque son los únicos del país abiertos 365 días al año, y pese a ello algunos siguieron dando servicio sin apenas reservas. En 2020 y 2021, las pernoctaciones cayeron a la mitad. La remontada llegó en 2022 y continuó en 2023. "Quitando los dos años de pandemia, desde 2017 estamos siempre rondando o superando las 100.000 pernoctaciones", indica Sergio Rivas, responsable de Refugios de la FAM, que gestiona unas 1.100 plazas. "Todos han subido respecto al año pasado y a algunos incluso les ha ido mejor que en el 2019", añade.

En tres de ellos, los que más trabajan con escolares (Riglos, Alquézar y Benasque), "no se ha conseguido aún el volumen anterior a 2019, sobre todo por parte de colegios franceses", destaca Rivas. Otros han sufrido un bache por problemas coyunturales. Es el caso de Montfalcó, debido al cierre durante meses de las pasarelas y a la sequía en el embalse de Canelles, que ha hecho perder la actividad de navegación. 

El más visitado, con diferencia, volvió a ser Góriz (Fanlo), uno de los situados a mayor altitud (2.200 m), antesala de la ascensión a Monte Perdido. Le siguieron la Renclusa (Benasque), Ángel Orús (Sahún), Bachimaña (Panticosa); y Respomuso (Sallent de Gállego), todos por encima de 2.000 metros. La ocupación también es alta en la Escuela de Montaña de Benasque, con actividad tanto en verano como en invierno (por las semanas blancas), mientras que en el resto se da sobre todo en los meses estivales. 

Curiosamente los más solicitados son los refugios más altos, los más cercanos a los picos de 3.000 metros y a zonas de alta montaña, pues facilitan la aproximación. A ocho de los 16 de la FAM solo se puede llegar andando. 

"En los refugios de montaña se nota más la meteorología que las crisis", señala el responsable de la gestión por parte de la Federación. El precio de los alojamientos es asequible pero no pueden luchar contra el mal tiempo, y menos los de altura, donde la actividad se centra en las salida a la montaña. 

Las habitaciones de la Casa de Piedra, en Panticosa.
Las habitaciones de la Casa de Piedra, en Panticosa.
Javier Navarro

El nuevo perfil de cliente

Rivas admite que el resultado de 2023 son "buenas cifras", confirmando la estabilización en torno a 100.000 pernoctaciones. "Parece que se ha perdido el miedo a compartir habitación". Eso sí, el perfil del cliente está cambiando. Al montañero tradicional, usuario habitual, se ha unido un público más familiar animado a iniciar a los niños en el senderismo y el montañismo, sobre todo en aquellos accesibles por carretera, 

Otra demanda es la de dietas más saludables, la adaptación a menús deportivos. "Los guardas me comentan que el público que viene a hacer deporte ya exige según qué tipo de alimentos o la eliminación de azúcares en los desayunos", dice. Un cambio de hábitos que no es fácil en lugares donde los suministros llegan en helicóptero y existen limitaciones de almacenamiento.

La FAM está ahora inmersa el proyecto de reforma de Góriz, donde hay prevista una inversión de un millón de euros para completar la remodelación. La previsión es continuar con el de Estós (Benasque), otro de los más antiguos. "Es lo que nos quedaría. Cuando acabemos tendremos una red modernizada, accesible y cómoda", indica Rivas, quien comenta que los refugios aragoneses son los más visitados, aunque en Cataluña haya más cantidad de albergues, propiedad de distintas entidades excursionistas.

La FAM no tiene previsto incorporar ninguno más de momento a la red tras la inauguración de las obras finales de Cap de Llauset, el más alto de todo el Pirineo y el más oriental, con una inversión total de 2,5 millones de euros. El más reciente, Nocito, estrenado en 2022, no es de la Federación sino de un club, Peña Guara.

El futuro de la gestión de la red, indica Sergio Rivas, pasa por las colaboraciones con otras entidades, como la existente en los Pirineos con las entidades francesas y andorranas, de cara a conseguir fondos para la dinamización y hacerlos más sostenibles. Según la Federación, Aragón es también pionera en la instalación de depuradoras para generar la menor huella posible en espacios de alta montaña tan sensibles.

Un siglo separa el más antiguo del más nuevo

Un siglo separa el refugio más antiguo y el más moderno de Aragón. En el 2016 la Renclusa celebró su centenario y el mismo año se inauguró Llauset, ambos en la Ribagorza, a una distancia de una etapa del GR-11.

La red de la FAM es un ejemplo dentro y fuera del país. "Se habla del modelo aragonés de gestión de refugios, guardados todo el año. Es la única Comunidad con un decreto (1995) que marca unas pautas con el límite de plazas por habitación, el número de duchas y váteres… En otros sitios no existe regulación, y además gracias a la FAM son nuevos o se han modernizados", explica uno de los guardas más veteranos, José Ángel Sánchez, con 25 años de experiencia, al frente de la Casa de Piedra, en el balneario de Panticosa, y que también ha pasado por el de Bachimaña. Apenas los separan 3 km de distancia y 500 de desnivel, uno a pie de carretera, el otro cerca de las altas cumbres.

"Ha llegado la normalidad anterior a la covid. Los montañeros ya no son reacios a las habitaciones colectivas", dice, recordando que los refugios se han modernizado. En la Casa de Piedra ya son historia las literas corridas, pegadas unas a las otras. "Se comparte habitación pero hay que ir con los tiempos. La gente ya no quiere estar apiñada. Cuando hace años ibas al Pirineo, todo valía, pero en el 2024, aunque un tipo particular de alojamiento tiene que haber comodidad". 

Su refugio, con 13 trabajadores en verano, pasó de 110 plazas, con dos váteres y dos duchas, a 66 plazas y baños en casi todas las habitaciones. "Aguantamos el pulso de la covid", destaca Sánchez, gracias en parte a ayudas de la FAM o la Diputación. "Nos echaron una mano y hemos recuperado la clientela", concluye.

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