Un ganadero con 80 años de oficio que resiste en la última casa

Abel Giral, de 85 años, ha recibido el premio ‘La huella de Chapu’ de la Asociación de Ganaderos de Guara por su dedicación al pastoreo y al cuidado del monte.

Abel Giral, con el rebaño de ovejas de su hijo, al que ayuda en el manejo del ganado por los campos de Guara.
Abel Giral, con el rebaño de ovejas de su hijo, al que ayuda en el manejo del ganado por los campos de Guara.
A. G.

Pocos como él conocen la Tierra del Bucho, las montañas del noreste de la sierra de Guara que deben ese nombre a la abundancia de bojes. Ha vivido y cuidado estos campos y aprovechado los recursos que ponía a su alcance: como ganadero, como cazador o como trufero. Su padre ya comercializaba la madera de boj fabricando bolas de petanca que vendía a los franceses. Esta conexión con el monte le ha valido a Abel Giral el premio ‘La huella de Chapu’ de este año, otorgado por la Asociación de Ganaderos de Guara, que recogió hace unos días en Bierge.

No es para menos tras 80 años dedicado en cuerpo y alma a la ganadería. Tanto tiempo solo se puede explicar porque, como él cuenta, "empecé con los corderos con 4 o 5 años, y a los 8 ya iba con el rebaño del pueblo a la sierra". Vive en Santa María de la Nuez, a medio camino entre Alquézar y Aínsa, donde ‘resiste’ con su familia, su mujer y dos de sus tres hijos. Casa Grasa es la última habitada de las seis viviendas de esta aldea, pero Abel no sufre de soledad. "Siempre vienen agricultores que tienen aquí las tierras, aunque vivan en Barbastro o en otros sitios", dice.

Giral recibió el premio de manos de José Luis Barbanoj.
Giral recibió el premio de manos de José Luis Barbanoj.
J. L. B.

Su afición por el ganado le viene desde la cuna, cuenta José Luis Barbanoj, presidente de los ganaderos de Guara, una asociación que agrupa a una treintena de explotaciones, con 20.000 cabezas de ovino, 2.000 de caprino y unas 200 vacas. "Una de las pasiones de Abel de niño era madrugar para ver cuántas ovejas habían parido por la mañana e informar a su padre de las novedades de la noche en el corral".

Barbanoj explica que cuando las seis casas de Santa María de la Nuez estaban habitadas cogían un pastor en común. Lo pagaban entre todos en función de las reses y vivía con ellos a pensión completa. "Un día en cada casa por cada 10 animales, hasta que pasaba por las seis y volvía a empezar".

El ganado de la familia Giral lo cuida ahora su hijo, también llamado Abel, aunque el padre no se resigna a quedarse en casa de brazos cruzados disfrutando de la jubilación. "El oficio ha cambiado mucho. Se va al monte aquí cerca, con unos perros pastores que son una maravilla", comenta. Pese a ser los últimos habitantes del pueblo, nunca se ha planteado irse. "Yo nací aquí y cuando en los 60 todos se iban, me quedé. He vivido muy a gusto".

Sigue amando profundamente el oficio. "Al que no le guste ser ganadero, que no se ponga, pero esto es lo más grande que hay: una vida sana, estar en el monte... Y 365 días al año. No sé qué son las vacaciones, pero si me ha apetecido irme un día, me he ido. Si al jubilarme no hubiera seguido con las ovejas, me habría muerto en unos días", dice satisfecho Abel, que en ocho décadas ha visto a muchos colegas abandonar.

Todavía se levanta a las 5.00 cuando las ovejas tienen que parir, pero disfruta de las nuevas técnicas aplicadas al ganado, como los pastores eléctricos, que permiten dejarlas en el monte "y venir a comer a casa".

La protección es precisamente una de las preocupaciones de la asociación de Guara. También estos ganaderos temen al lobo. Aunque no hay constancia oficial de su presencia, según Barbanoj se ha producido el avistamiento de algún ejemplar. El colectivo está inmerso en un proyecto de investigación financiado por el Gobierno de Aragón en los cortafuegos del monte de Bierge, a cuyo mantenimiento contribuyen los rebaños.

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