Los ucranianos en Aragón piden a la Virgen del Pilar el fin de la guerra tras dos años de invasión

Familias desplazadas, militares heridos en el conflicto y voluntarios han marchado este sábado por el centro de Zaragoza reclamando paz para su pueblo.

Los manifestantes, este sábado a su paso por Gran Vía
Los manifestantes, este sábado a su paso por Gran Vía
José Miguel Marco

Decenas de ucranianos han marchado este sábado por las calles del centro de Zaragoza para exigir el fin de la guerra tras dos años de invasión. Emocionados, con banderas azules y amarillas y pancartas contra Putin y la “agresión rusa”, han partido de la plaza de San Francisco para terminar frente a la Virgen del Pilar, a la que le han pedido el fin del conflicto. A la convocatoria han acudido familias enteras que tuvieron que dejar todo atrás, voluntarios y una decena de soldados heridos en la guerra que ahora se recuperan en el Hospital Militar.

Vladislav, uno de ellos, perdió sus dos piernas. Hoy ha sido el encargado de portar las flores -también con los colores de la bandera ucraniana- hasta la basílica. Junto a él caminaba, ayudado por muletas, Taras. Pese a los durísimos momentos vividos en los últimos meses, este sábado era un día doblemente especial para él, ya que, además de cumplir años, ha recibido la visita de su mujer, que se quedará en Zaragoza tres días. “Llegó el 28 de diciembre y la rehabilitación va muy bien, está muy contento. Hay compañeros que le llaman pidiendo venir aquí para recuperarse”, contaba, traduciéndole, la presidenta de la Asociación de ucranianos residentes en Aragón (AURA), Alina Klochko.

Según explicaba, hay militares que llevan ya un año en la capital, mientras que otros llegaron hace apenas dos meses. “Algunos hay finalizado ya el tratamiento, pero hay gente que sigue a la espera de una intervención. Además, hay heridos con goteros que no han podido venir a la manifestación”, agregaba.

Olena, otra de las asistentes, salió de Kiev el 18 de marzo de 2022 con sus dos hijos. Los tres se sienten bien en Zaragoza y han recibido el apoyo de amigos y profesores. “Pero mi marido sigue en Ucrania. Hablar con él no es fácil. No siempre tiene conexión y no puede dar mucha información”, lamentaba. Su futuro sigue marcado por la incertidumbre. “Vinimos aquí pensando que sería solo para unas semanas o meses, pero llevamos ya dos años. Esto solo terminará sin Putin”, decía.

Para Darina, este ha sido su primer año en Zaragoza. El anterior lo pasó en Tarazona, donde terminó tras abandonar su país natal. “Estoy bastante bien, me gusta la ciudad. En Ucrania tengo todavía a mi padre y mi madre, pero hablo con ellos por Whatsapp”, apuntaba.

Para ella y para decenas de personas, Julio, uno de los voluntarios que ayuda al colectivo, se ha convertido en una persona esencial. “Tenemos un grupo de Whatsapp con 708 personas en busca de empleo. De ellas, el 80% son mujeres. Entre los hombres buscamos, sobre todo, trabajos de fontanero, de soldador o en la construcción, mientras que ellas suelen empezar como camareras o empleadas de la limpieza”, señalaba.

Los más pequeños se están adaptando “muy bien”, cuentan desde la asociación. Los adultos también, aunque “sienten más necesidad de volver”. Juan Carlos García, otro de los voluntarios, les ha estado acompañando desde el minuto uno. Comenzó llevando material y ayudando a cargar camiones, y ha estado año y medio en un almacén entregando ropa a quienes más la necesitaban. 

También tiene una familia de ucranianos en casa; una madre con su hija de 20 años y su hijo de 9. “Esta no es una guerra justa, están sufriendo mucho y te hiere el corazón”, señalaba. En este tiempo ha compartido “alegrías y lloros”. “También he pasado algún momento con los militares, simplemente para darles un abrazo y que sintieran que no estaban solos, y también he hecho actuaciones benéficas de magia para que, al menos, se distrajesen durante una hora. Me siento uno más, soy un español ucraniano”, confesaba.

Dos años después de llegar a España, muchos se han visto en la obligación de encontrar trabajo, algo que, según García, no siempre es fácil. Aunque ha habido empresas que han sido solidarias y les han ayudado con su primer empleo, el desconocimiento del idioma se ha convertido, para muchos, en una barrera. “Lamentablemente, hay gente que no sabe español y le cuesta más”, añadía.

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