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Refugiados afganos en Aragón, dos años después: "Mi marido aún no tiene trabajo y con mi salario es difícil llegar a fin de mes"

La joven Soldaba Rahim, profesora de inglés en Kabul, y Abdul Rahman, licenciado en Lengua y Literatura española, son dos de los 179 refugiados que llegaron a la Comunidad en 2021.

La afgana Soldaba Rahim, este viernes en Zaragoza.
La afgana Soldaba Rahim, este pasado viernes en Zaragoza.
Toni Galán

Hay fechas que uno no olvida. Para Soldaba Rahim y Abdul Rahman, estas son 21 y 23 de agosto de 2021, respectivamente. Sus historias discurren paralelas: una huida precipitada de Afganistán tras la caída de Kabul a manos de los talibanes, un avión del Ejército español rumbo a nuestro país y dar la espalda a toda una vida. Por delante, el alivio de saberse a salvo y la esperanza de un futuro, en ambos casos en Aragón.

Han pasado ya dos años desde entonces y Abdul Rahman, de 39 años y licenciado en Lengua y Literatura española, todavía se sorprende cuando ve a gente tomando algo y charlando tranquilamente en las terrazas de Zaragoza. "No hay nadie que les amenace ni discrimine. En cambio, yo siempre he conocido la guerra; desde que iba al colegio veía las armas. Espero que Afganistán sea algún día un país seguro como España. Aunque eso es un sueño", dice. También añora volver y poder ver de nuevo a su madre y hermanos, pero siempre y cuando haya un Gobierno "responsable". "Con los talibanes nunca; no son humanos. Mi familia tiene que aguantar ahí; no tiene otra opción", apunta este refugiado, que trabajó como traductor del Ejército español en 2010.

Cuando se cumplen dos años de la evacuación de ciudadanos afganos tras la llegada al poder del régimen talibán, muchas de las familias que se han quedado en España se topan con un muro: "Tengo permiso de trabajo, pero me piden tres años de experiencia para trabajar y una nómina para alquilar", cuenta Arezo Rahini.
EFE

Primero llegó él y un año después (en agosto de 2022), su mujer y sus tres hijos pequeños. "Lo más duro fue dejarlos ahí, pero mi esposa estaba embarazada y en esas condiciones más el caos que había en el aeropuerto y los hospitales cerrados no podía salir así", explica. Abdul Rahman está a gusto en la ciudad. Tras pasar por el programa a refugiados de Accem Aragón, trabaja en el sector de la hostelería y vive solo en un piso de alquiler. "Mi mujer y los niños residen en un centro con otras personas. Están dentro del programa de la Fundación Apip-Acam y tenemos que esperar un tiempo para poder estar juntos. Ella está contenta, aprendiendo español y ocupada con los pequeños", cuenta.

Abdul Rahman, refugiado afgano de 39 años, sentado en un banco del parque de Pignatelli este jueves en Zaragoza.
Abdul Rahman, refugiado afgano de 39 años, sentado en un banco del parque de Pignatelli el pasado jueves en Zaragoza.
Rubén Losada

El idioma, encontrar un empleo y una vivienda (cual pescadilla que se muerde la cola) son las mayores dificultades a las que se enfrentan los refugiados, una vez concluye el 'paraguas' de las ONG (de 18 meses, prorrogables a un máximo de 24 en situaciones de cierta vulnerabilidad).

En el caso de los afganos, Carlos Vela, responsable territorial adjunto de Accem en Aragón, señala que su integración ha sido "bastante amplia". "De las 21 personas que hemos atendido (la mayoría en Zaragoza), solo tres se marcharon a Alemania porque tenían parientes ahí. La integración la favorece que se les otorga el estatuto de refugiado (con su itinerario completo de cursos de español, de formación, orientación laboral, etc). Ha sido sencillo por el idioma (muchos tenían vínculos con España) y por su nivel formativo. Al menos un miembro de cada una de las familias está trabajando ya y, salvo una unidad familiar que todavía está en el programa, viven en sus propios pisos", informa.

Respecto del mercado del alquiler, Vela recuerda que es "escaso y caro". "Los emigrantes no son un colectivo objetivo de los propietarios. Tienen complicaciones (a la hora de arrendar un piso), pero no más que cualquier otra persona", remarca. 

Soldaba Rahim, de 31 años, termina este mes el programa (de refugiado) con Accem Aragón. Con estudios universitarios en Economía y profesora de inglés para niños en Kabul, esta joven afgana trabaja en el sector de la hostelería y vive con su marido y sus dos hijos en un piso en Zaragoza. Estaba embarazada de un tercero en agosto de 2021, pero perdió al bebé en su huida (todos recordamos cómo tenían que saltar muros para acceder al aeropuerto de la capital). Para ella y su familia, ha sido una época difícil, sobre todo el primer año. "Nunca pensé que tendría que salir de mi país y estar lejos de mis padres y hermanos. No sabía nada de España, solo lo que me contaba mi esposo (era chófer en la Embajada española en Kabul). Ahora estamos mejor y más contentos; tengo empleo en un restaurante y mis hijos se están acostumbrando. Saben el idioma; yo aún estoy aprendiendo", cuenta.

Su sueño sería poder visitar a sus parientes y tener una vida normal en España. Habla de la dificultad de su esposo para acceder a un empleo, el que sea. "Mi marido aún no tiene trabajo. Hemos echado currículum por todos sitios y en alguno piden coche y no tenemos. ¿Qué puedo hacer para mejorar? Me gustaría poder seguir recibiendo ayudas hasta que él consiga un trabajo; solo con mi salario es difícil llegar a fin de mes. Hay que pagar el piso, la luz, la comida...", reconoce Soldaba.

Asimismo, esta refugiada afgana comenta los problemas que sus parientes están teniendo con el régimen talibán. "Una de mis hermanas, que trabajaba con militares, no puede salir de casa. No quieren que las mujeres estudien. Y mi hermano ha tenido que cerrar su gimnasio", se lamenta a miles de kilómetros de distancia.

Un total de 179 refugiados afganos fueron acogidos en Aragón en 2021, dentro de la Operación Antígona (como se llamó a las evacuaciones). A estos hay que sumar otros 65 del último contingente llegado a España en 2022. Pasado el tiempo, no todos han permanecido en el territorio. Por ejemplo, la mayoría de las 22 personas atendidas por Cruz Roja en Zaragoza se han marchado a terceros países tras finalizar el programa en febrero de este año. " Principalmente a Alemania, donde tienen familiares. Es normal que quieran vincularse a esas redes; no solo pasa con familias afganas sino también con otras de otras nacionalidades", señala Beatriz Larraz, referente autonómica del programa de protección internacional de dicha ONG.

En cuanto al perfil, esta explica que en general se trata de familias extensas, con menores a su cargo y con un nivel de estudios altos (en la mayoría universitarios, tanto hombres como mujeres). Y, sobre las dificultades a las que se enfrentan, habla de la barrera idiomática, la complejidad a la hora de homologar sus títulos universitarios y los "ajustes" de expectativas. "Hay que explicarles la situación real en la que se encuentran en el país de acogida. Muchas de ellas disponían de unos ingresos económicos medio-alto y, de repente, se tienen que adaptar a un país nuevo y sin trabajo; y, aunque nosotros les hemos ofrecido todo lo necesario para poder vivir, sus vidas cambiaron radicalmente", observa.

"Hay que explicarles la situación real en la que se encuentran. Muchas familias disponían de unos ingresos económicos medio-alto y, de repente, se tienen que adaptar a un país nuevo y sin trabajo" 

Larraz informa de que este agosto finaliza el programa para dos unidades familiares en Zaragoza (una de ellas ya autónoma) y en noviembre para otra (de 9 miembros), que llegó posterior a la Operación Antígona. "Consideramos que en la mayoría de los casos se ha logrado la integración. Intentamos darles las mayores herramientas posibles para que logren una autonomía y sepan desenvolverse. En ese aspecto estamos bastante contentos", asegura.

Todos ellos son conscientes de que la posibilidad de volver a Afganistán es imposible a medio plazo. "Y quizá en un futuro próximo tampoco. Así nos lo manifiestan", concluye Carlos Vela.

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