¿Cuál es la temperatura del Ebro? ¿Y de las piscinas de Zaragoza? ¿A cuánto está el agua en Salou?
Los expertos advierten de la 'tropicalización' de los recursos hídricos. En el Ebro y sus afluentes la temperatura va subiendo un 0,05 grados de media al año.
Hace justo un año se alcanzó en la costa valenciana el récord de temperatura del agua: 29,94 grados. Un auténtico ‘caldo’ si lo que uno quiere es darse un refrescante baño. Esta semana la cifra se ha vuelto a rozar en zonas como Peñíscola, si bien en Torremolinos -por ejemplo- el agua del mar no alcanzaba los 20 grados y en Salou se situaba en unos 25,6. ¿Por qué se dan estas diferencias? ¿Cuál es la temperatura idónea para el baño?
El Gobierno de Aragón, en el decreto que regula las condiciones higiénicosanitarias de las piscinas de uso público, determina que el agua de los vasos tiene que estar entre los 24 y los 28 grados centígrados. Es algo que el Ayuntamiento de Zaragoza cumple a rajatabla, dado que durante se controla la temperatura de forma paralela al tratamiento de las aguas y esta "siempre se sitúa entre los 24 y los 26 grados", aseguran desde el Consistorio.
"El agua entra a los vasos de las piscinas de la red de suministro y lo hace entre 24 y 26 grados. Es cierto que en las olas de calor se corre el riesgo de que la lámina de agua se recaliente enseguida, pero hay que tener en cuenta que el agua se cambia de forma constante: cada 30 segundos se va introduciendo nueva que hace rebajar esos dos grados de margen", explican fuentes municipales. Las piscinas cubiertas, por cierto, sí conservan el agua algo más cálida y las mediciones indican que ha de estar entre los 27 y los 28 grados.
Estos mismos grados son aproximadamente los que esperan la semana que viene, puente de la Virgen de Agosto mediante, a los aragoneses que puedan acercarse a las playas de la Costa Dorada. Tomando como referencia Salou puede comprobarse cómo en los últimos años ha ido aumentando, aunque muy levemente, la temperatura del agua. Este domingo 6 de agosto la media de la jornada fue de 25,6 grados, una de las más llevaderas de las que se registrarán de aquí hasta fin del verano (el jueves fue de 27,4).
Según el jefe de climatología de la Aemet, José Ángel Núñez, las olas de calor provocan que "la temperatura media de las aguas superficiales en las zonas costeras esté siendo este verano de 24,6 grados, la mayor registrada desde 1940, incluso superando las marcas muy altas de los veranos de 2015 y 2022". Llama la atención a los expertos el que pueda haber diferencias de hasta ocho grados en la temperatura del agua en función de las costas, pero se debe a “los intercambios de masas de agua que tienen lugar a través del Estrecho”. El agua más fría que viene del Atlántico hace que en Málaga el agua esté a 20 grados, mientras que en Valencia se sitúe a 28. "En cualquier caso, el mar Mediterráneo está en máximos históricos", explica Núñez Mora.
La persistencia de estas olas de calor también se deja notar en el Ebro, según los estudios que recientemente llevaron a cabo un grupo de investigadores del CITA con información obtenida de los registros históricos de la Confederación Hidrográfica. María Ángeles Lorenzo, Daniel Isidoro y Dolores Quílez analizaron los cambios de temperatura en los ríos Ebro, Aragón, Arga, Cinca, Segre y Arba, para concluir que el calentamiento global supone un aumento de temperatura en los ríos y una disminución del caudal. El Ebro, aunque depende del punto de medición, suele estar a una temperatura que este verano va variando entre los 21 y los 27 grados a su paso por La Almozara.
Explica los expertos que "el principal factor que controla los cambios de temperatura del agua es la temperatura del aire", por lo que es normal que con las olas de calor repercutan en el lecho del río. "La temperatura media del agua se ha incrementado los últimos 40 años. En el caso del Ebro y sus afluentes ha subido una media de 0.05 grados al año", informan los investigadores. En su estudio, cruzando datos de 21 estaciones durante un periodo de 40 años, han identificado valores especialmente altos ya en la desembocadura (cerca del Delta y Tortosa) y cambios menos importantes en las estaciones de cabecera. Ni qué decir tiene que todos estos aumentos de temperatura tienen su repercusión en los ecosistemas y la fauna autóctona, así como en el control de los acuíferos y la erosión de los cauces de los ríos y de las costas.
Sabido es que darse un baño en el Ebro está únicamente en zonas vigiladas -de las que escasean en el entorno de Zaragoza donde hay corrientes y desniveles-, a pesar de que hace años se lanzó la propuesta de hacer playas fluviales en la zona de Pontoneros, el Anillo Verde, el Ibercerg o el puente del Tercer Milenio.
Nada de esto ha prosperado, pero sí hay pozas cercanas que se han convertido en un destino recurrente para quienes estén ávidos de remojarse los pies como el paraje de la peña del Cuervo de Montañana, donde -ojo- el baño no está recomendado. En este punto, donde conviene extremar la precaución dado que es un punto en el que ha habido cuatro víctimas mortales en los últimos tres años (por saltos y arrastres de la corriente), el agua del Gállego está en torno a los 20 grados.
Mucho más frías están las pozas cercanas a los Pirineos, como las del valle de Benasque, con temperaturas que en ocasiones no superan los 12 grados. En otros recodos de la geografía aragonesa, como el pozo Pígalo de Luesia o la cascada de la Requijada, en Nuévalos, la temperatura del agua varía mucho en función de las condiciones meteorológicas, pero rara vez pasa de los 15 grados.
