Así se estudian y conservan los suelos empedrados históricos de Aragón

La especialista en empedrado tradicional Amara Carvajal ha recuperado suelos de cantos rodados en iglesias y castillos del Pirineo e, incluso, en la calle de la Morería de Zaragoza.

Elena Carvajal trabajando en uno de los suelos de la localidad oscense de Ibort.
Amara Carvajal trabajando en uno de los suelos de la localidad oscense de Ibort.
A.C.

"Me crié en un pueblo abandonado del Pirineo. Crecí jugando entre piedras, así que supongo que desde niña estuve muy sensibilizada con los recursos de la tierra y con la arquitectura tradicional". Amara Carvajal es especialista en Conservación y Restauración de Bienes Culturales y desde hace años trabaja rescatando y dando nueva luz a suelos empedrados que llevan siglos pasando desapercibidos en ermitas, castillos o casas solariegas de Aragón. Carvajal, junto a Elena Parra, ofreció hace pocos días un taller en la localidad oscense de Ibort y el próximo fin de semana impartirá otro en Used de la mano de la asociación Fuset. Después continuará con su labor divulgadora en la Fundación Comillas (Cantabria) y ya en septiembre en Mansilla de las Mulas (León) en los cursos Homo Faber.

De que Carvajal se especializara en los suelos empedrados históricos tienen parte de culpa sus compañeros de la asociación Amigos del Serrablo, porque fue allí donde se liaron la manta a la cabeza y comenzaron a estudiar la restauración de los patrones de piedra que había dibujado Julio Gavín. "Fue bastante pionero. No conocíamos muy bien las técnicas de los suelos de canto rodado y fuimos investigando con probetas, cajones, mezclas de mortero… Ahí tuvo mucho que ver Jesús García, que es mi mentor de artes tradicionales", explica la joven, que tiene también formación en patrimonio arquitectónico, pintura mural, nanotecnología aplicada a la piedra, conservación de material inorgánico…

En Aragón, Carvajal ha llevado a cabo ambiciosas y exitosas intervenciones como la de los suelos de la ermita de San Ramón Nonato, en Belarra, una pedanía adscrita al municipio oscense de Sabiñánigo. "Aquella primera intervención de patrimonio de restauración fue documentada por Eugenio Monesma en el audiovisual ‘Los suelos de canto rodado’, que tuvo bastante recorrido", explica la experta. Después recuperaría también empedrados de la iglesia parroquial de Satué y se entregaría a fondo para dar nuevo impulso a los suelos del castillo de Larrés. Este es uno de sus preferidos: "Quizá sea uno de los más bonitos en los que he intervenido. Es un suelo de primera planta, único, casi no se conservan en primera planta porque pesan mucho,  no se sostenían y se venían abajo. Eran poco funcionales y, con el tiempo, tendieron a eliminarse. El de Larrés tiene trazados muy complejos de muy pequeñas piedras sobre las que en su día se echó lechada de cemento. Tuvimos que emplearnos a fondo para quitarla piedra por piedra", explica.

El de la fortaleza de Larrés, datada entre los siglos XV y XVI y catalogada como Bien de Interés Cultural, fue uno sus trabajos más laureados, pero su currículo está repleto de trabajos más modestos aunque igual de interesantes como los de la casa solariega de los Ibáñez de Bernabé o el palacio de los Thomey, ambos inmuebles de la Used del siglo XVII, a los que ha regresado este fin de semana.

"Estos suelos, al margen de su valor estético, cultural e histórico, tienen también un valor práctico en las casas solariegas y en las construcciones en el medio rural: son pavimentos que transpiran y permiten que la humedad naturalmente presente en el terreno se evapore a través de los suelos en lugar de subir por capilaridad por las paredes", explica el arquitecto zaragozano Alberto Sánchez, máster en Conservación del Patrimonio Histórico por la Universidad de Columbia. "Uno de los problemas de las casas de pueblo es que la gente ha encementado las plantas bajas y eso impide que salga esa humedad del terreno. Entonces se deriva a las paredes y así se ve que los patios están perfectos (aunque llueva respira la tierra y sale la humedad), mientras que todas las habitaciones de la planta baja embaldosadas presentan humedades de más de un metro", refrenda el también arquitecto Guillermo Bosque, de la Asociación Fuset por el Patrimonio Rural, donde acostumbran a convocar cursos no sólo de suelos empedrados sino también de otras técnicas constructivas tradicionales como el esgrafiados (con la experta Cristina Thió) o talleres de morteros de cal, con Raúl Gimeno.

El empedrado de una estancia en La Iglesuela del Cid.
En la hospedería de la localidad turolense de La Iglesuela del Cid, un inmuble del siglo XVII, existe «un suelo diáfano con símbolos a modo malla o trama, que son una maravilla. Hay incluso un laberinto reflejado en el pavimento», comenta Carvajal, sobre las piedras del palacio Matutano-Daudén, que cuenta con la catalogación de Monumento Nacional desde el año 1931.
Heraldo

Carvajal, que ha colaborado con el grupo investigador Arbotante de la Universidad de Zaragoza, cuenta que hay muchos factores previos a la hora de abordar una intervención en un empedrado. Hay que saber si su funcionalidad es estética o estructural (en este caso los suelos son de paso y soportan cargas continuas), si son de interior o exterior y están sujetos a agentes medioambientales, si las estancias han tenido mucho o poco uso (en algunos casos como en la iglesia de Rapún, en Sabiñánigo, había incluso "alteraciones provocadas por el vandalismo", y si están hechos con tierra, mortero, trabadillo... En el caso de las restauraciones el mal más común es "la pérdida de volumen, por falta de piedras, o la arenización del conjunto, esto es, que la estabilidad del material no sea la adecuada", ilustra la joven, que es miembro de la Red de Maestros de la Construcción Tradicional. 

Otros de los trabajos que también destacan de Carvajal son los empedrados que en 2011 llevó a cabo dentro y fuera de la iglesia de Ibort, así como una calle más reciente en la misma localidad, un suelo de nueva construcción, en el que "con movimiento en zigzag, dibujamos una espiral que se entrecruza y aporta el simbolismo de la fluidez".

Una imagen de los talleres de empedrado de la asociación Fuset.
Una imagen de los talleres de empedrado de la asociación Fuset.
Heraldo
"Las artes tradicionales demuestran que el tiempo vale más que el dinero"

También en Zaragoza capital se puede ver parte del trabajo que desarrolla la especialista en patrimonio, pues en las excavaciones de las últimas obras de la plaza de Salamero los técnicos y arqueólogos se toparon con una sorpresa. "El año pasado restauramos los restos de un antiguo empedrado de la calle de la Morería por iniciativa del Ayuntamiento de Zaragoza. Al hacer una zanja en el suelo aparecieron unos fragmentos de empedrado y, en lugar de destruirlos como ha sucedido en otras ocasiones, pudimos trabajarlos a través de un ‘estrapo’, un arranque de la superficie de restauración, para conservarlos. 

Ahora se pueden ver incluso en la vía pública, donde están expuestos en la misma plaza a través de unas vitrinas", dice Carvajal, que cree que estos vestigios formarían parte del antiguo claustro del convento de Santa Fe, que había en la zona. Esta práctica evidencia un cambio de mentalidad por parte de las administraciones que durante décadas han visto el patrimonio como un problema más que como una oportunidad. "Creo que poco a poco hay más sensibilidad entre los constructores, arquitectos, jefes de obra, responsables patrimonio… Hay que seguir educando para que no se destruya", dice la experta, que es integrante de la red de maestros de la construcción tradicional.

Los suelos que se hallaron en la calle de la Morería.
Los suelos que se hallaron en la calle de la Morería.
Juan Artal
El empedrado de Morería, probablemente de un antiguo convento.
El empedrado de Morería, probablemente de un antiguo convento.
Juan Artal

Cuando un suelo histórico de piedra sucumbe ante una capa de asfalto, "me remuevo muchísimo por dentro, porque cuando sabes lo que implica construirlos eres consciente de lo que implica destruirlos también". En los cursos que lleva a cabo Carvajal trata de transmitir que "todas estas técnicas de artes vernáculas ofrecen el valor del tiempo", es decir, "cuando construyes empedrados valoras el momento, el trabajo, el esfuerzo, el recoger las piedras en el río, el disponer el diseño… Hay que educar en lo que cuesta, en el valor del tiempo y no solo vale el dinero y enriquecerse de forma rápida. Las artes tradicionales demuestran que el tiempo vale más que el dinero", afirma.

En su afán por recuperar esta memoria, Carvajal emprendió el año pasado un trabajo de investigación con la Universidad de Navarra, en el que un grupo interdisciplinar inventarió los suelos de canto rodado del valle de Roncal, "un trabajo pionero, que brindó una ingente documentación y del que no hay nada parecido en la península". Proyecto Ugaltarriak es el nombre del ambicioso estudio, que "ojalá pudiera reproducirse en Aragón".

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