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¿Cuáles fueron los personajes más crueles y mortíferos en la historia de Aragón?

Destaca el caso del canónigo desnarigado, ocurrido en 1502, y la figura de Alfonso I el Batallador.

Monumento al Batallador en el Parque Grande de Zaragoza
Monumento a Alfonso I el Batallador en el Parque José Antonio Labordeta de Zaragoza, en una imagen de archivo.
José Miguel Marco

La historia podría dar para una serie televisiva de varios capítulos. Una familia noble ofendida, sicarios a sueldo y un cura sin nariz sobre los que girase la trama. Aconteció en Aragón, en un frío enero de 1502.

En opinión del catedrático de Historia Antigua Guillermo Fatás constituye un caso de "gran crueldad y tiene a Juan de Abarca, señor de la Garcipollera, como principal protagonista. "El canónigo Juan Bonet mandó pegar unos pasquines anónimos en lugares visibles de Zaragoza. Injuriaban a doña Violante de Gurrea, madre de los Abarca. La llamaba ‘puta viexa’ y amenazaba con cortarle las narices. Unos testigos lo denunciaron como autor y el clan Abarca tocó a rebato para vengar la ofensa", relata.

Primero, asesinaron a quien había pegado los carteles "afrentosos" y, después, discutieron qué hacer con el ofensor. "Darle una paliza (‘tochadas’) en la calle, dijo Juan Abarca, señor de Gavín. La ofendida añadió unas cuchilladas en la cara. Y el notario Martín de Lasala propuso aplicar el talión: 'Como en el cartel había dicho mossén Joan Bonet que le cortaría las narizes, era de parecer que assí le fuessen cortadas al dicho mossén las narizes y la mano con que había scripto e la lengua con que lo havía dicho'. Se acordó la amputación de la nariz", cuenta el también ex director de HERALDO.

Urdida la venganza, tres Abarca, siete hombres suyos (Ximeno López, Fortuño de Otal, Pedro Escolano, Domingo Otal, Tamborino de Yésero, Egidio del Campo y Lope de Mediana) y el notario Lasala fueron al encuentro del canónigo. "Salieron once sujetos del bosque, en la subida al monte Oroel, a media legua de Jaca, con espadas, lanzas y ballestas, gritando "¡A muert, a muert, muertos soys, no podreys escapar!". Los tres clérigos, sobre sus mulas, quedaron aterrados. Descabalgaron al canónigo Bonet y, sujeto por los brazos, "diéronle muchas cuchilladas en la cara, las manos y las narizes". Fue tremendo. El cura sangraba a chorros, sin nariz, porque se la habían cortado de varios tajos, hasta que no le quedó nada de ella. Bonet quedó exánime, pero vivo", añade Fatás, quien indica que este caso lo recogió Manuel Gómez de Valenzuela en un reciente libro (2022) sobre los varios linajes de los Abarca.

Este capítulo de la historia de Aragón empezó en 1502 y su vertiente legal se prolongó durante años. "Los asaltantes del canónigo fueron excomulgados. (...) La Iglesia declaró a los desnarigadores "condemnati, excommunicati, agravati, reagravati, et interdicti", con dura pena económica añadida. Cuatro tribunales, incluida la Rota, rechazaron los recursos de Juan Abarca, que, al fin, se declaró vencido. El 27 de diciembre de 1511, el altivo don Juan, en el altar mayor de la catedral y ante notario, se despojó de su capa, "quedó con un sayo, se descalzó, se quitó el sombrero y quedó en cabellos y descinto". Con una cuerda al cuello y un cirio en la mano, oyó misa arrodillado "en la grada más baxa del altar mayor" y rezó cinco veces el ‘Miserere’ ante el gentío que abarrotaba el templo. El 12 de enero entregó al Cabildo un cáliz de plata y quedó ‘reconciliado’", detalla.

Curiosamente, murió de una forma trágica: ahorcado por vender caballos al enemigo -contra el que había luchado- durante la guerra con Francia. "Yace en San Juan de la Peña y en la losa tumbal se ve el escudo con las abarcas, blasón de su familia", indica.

El belicoso Alfonso I

En Aragón no contamos con una figura como la de Pedro I de Castilla, apodado el Cruel, pero sí con la de Alfonso I el Batallador y sus "mortíferas" campañas. Rey de Aragón y Pamplona desde 1104, despojó a los musulmanes de una gran parte de su territorio (unos 25.000 kilómetros cuadrados) en un corto periodo de tiempo.

Fatás resalta que en 1105 tomó la villa de Tauste después de combates de excepcional dureza, que pusieron en peligro su vida. "Las tierras leridanas fueron escenario de constante acción bélica en 1106. Y en 1107 tiene lugar la toma de Tamarite y San Esteban de Litera. Los veinte años siguientes guerrea de modo intermitente en tierras de su esposa y enemiga, Urraca, reina de León, Galicia y Castilla", cuenta.

Asimismo, el catedrático alude a otras de sus campañas. "Entre 1118-1124 toma Zaragoza a los almorávides, los vence en Cutanda y toma Tudela, Calatayud, Tarazona, Daroca, Monreal y Cella. En 1125-1126 emprende una expedición hasta el reino de Granada (Almería), con la victoria en Arnisol. En 1128 se produce la toma de Molina de Aragón", apunta. Una época de plena expansión territorial, que lleva al monarca aragonés hasta las playas de Granada.

Y será en una de esas campañas bélicas donde Alfonso I fallezca. "En 1133-1134 tienen lugar las expediciones para la toma de Tortosa. Toma Mequinenza, Nonaspe y Fayón. También toma Fraga y la pierde inmediatamente. Vuelve a sitiarla, es herido y muere unas semanas después a consecuencia de una herida recibida en el asedio", detalla.

"Los Innumerables Mártires de Zaragoza"

A destacar también es la leyenda sanguinaria del romano Daciano, quien mandó dar muerte a miles de cesaraugustanos por no renegar de su fe cristiana. Tal y como recuerda Fatás, se les llama "Innumerables Mártires de Zaragoza".

"Los historiadores coinciden en que se trata de una leyenda, derivada de la existencia de 18 mártires de nombre conocido, además de santa Engracia, patrona de Zaragoza. Se considera que la creencia nace de que el poeta paleocristiano Prudencio, que da la lista de los dieciocho ejecutados, los llama 'numerosiores martyrum turbae'", explica.

"Sus cuerpos fueron quemados en la hoguera, mezclados con los de delincuentes, para que no pudiesen ser veneradas sus cenizas"

"Según la leyenda, Daciano permitió salir de la ciudad de Zaragoza a los cristianos que en ella vivían. Estos, engañados, fueron martirizados en la puerta Cinegia (donde se levantó la Cruz del Coso y se encuentra el Monumento a los Mártires de la plaza de España) -continúa- Sus cuerpos fueron quemados en la hoguera, mezclados con los de delincuentes, para que no pudiesen ser veneradas sus cenizas, pero una lluvia milagrosa separó los dos grupos de restos, formándose las Santas Masas que dieron nombre a la iglesia de Santa Engracia, cuyo nombre se olvidó hasta el siglo XIV". Y la fiesta del 3 de noviembre fue sustituida en el calendario diocesano de 1999 por la de Santa Engracia y los protomártires de Zaragoza. "El rito mozárabe todavía conserva la misa de los Innumerables Mártires", observa.

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