patrimonio

Identificados en Santa Engracia los retratos de Carlos V, su hermano y su consejero de Estado

La historiadora Carmen Gómez Urdáñez los vincula a la familia Ortal y a la capilla de los Reyes Magos en la basílica zaragozana.

En primer plano, Carlos V y su hermano Fernando, rey de Bohemia y Hungría. En el centro, mirando al espectador, Francisco de los Cobos, secretario de Estado del monarca.
En primer plano, Carlos V y su hermano Fernando, rey de Bohemia y Hungría. En el centro, mirando al espectador, Francisco de los Cobos, secretario de Estado del monarca.
José Miguel Marco

«Es una joya, tiene uno de los mejores retratos de cuerpo entero que se conservan del emperador Carlos V, a la altura del que le pintó Tiziano». La historiadora del arte Carmen Gómez Urdáñez, especialista en arte y arquitectura renacentistas, define así uno de los grupos escultóricos que acompañan la figura de Santa Engracia en su cripta zaragozana.

Gómez Urdáñez acaba de publicar el libro ‘Carlos V y la república cristiana en Aragón’, en cuyas páginas aporta luz sobre el origen de la escultura.

«Estudiando los relieves de la Lonja de Zaragoza observé que había coincidencias entre uno de los personajes representados en una fachada lateral con otro del grupo escultórico de la cripta de Santa Engracia. Y empecé a tirar del hilo», relata.

Otra especialista aragonesa, Carmen Morte, ya había apuntado la presencia de Carlos V en uno de los grupos escultóricos. Y Carmen Gómez Urdáñez no solo lo ha confirmado, sino que ha identificado, a su lado, al hermano pequeño del emperador, que luego sería Fernando I del Sacro Imperio Romano Germánico. «Ambos están representados con el mismo aspecto en medallas fechadas en torno a 1531-1532. Es un momento histórico en el que los dos hermanos se presentaban ante el mundo a punto de hacerse cargo del gobierno de la mayor parte de Europa».

Gómez Urdáñez aún identificó a un personaje más. Entre ambos monarcas, en segundo plano y mirando directamente al espectador, aparece Francisco de los Cobos, secretario de Estado de Carlos V.

¿Y qué hacen en la cripta esos dos grupos escultóricos, simulando ser mártires que arropan a Santa Engracia? La historiadora del arte también lo ha podido averiguar: «Las esculturas, de Damián Forment, pertenecían originalmente al retablo de la capilla de los Reyes Magos. Esa capilla se cercenó en una ampliación de la cripta y se aprovechó una imagen de Santa Engracia del retablo anterior del templo para acompañarla en la cripta de estas esculturas de Forment que ‘sobraban’. Se hicieron pasar por mártires, aunque estos eran 18 y las figuras esculpidas por Forment son tan solo 10».

Esta readaptación a un nuevo uso o significado explicaría un dato sorprendente que reveló la reciente restauración de los dos grupos escultóricos de la basílica de Santa Engracia, y es que siglos atrás se habían eliminado elementos originales de las estatuas, como alguna espada.

La cripta de la basílica de Santa Engracia, con los dos grupos escultóricos a los lados.
La cripta de la basílica de Santa Engracia, con los dos grupos escultóricos a los lados.
José Miguel Marco

Una joven bella, una boda secreta, un acuerdo extrajudicial

En el libro, Gómez Urdáñez ha reunido un montón de datos sobre la familia que encargó la capilla y el retablo de la Adoración de los Reyes Magos, de la que hasta ahora se conocía muy poco, los Ortal. Y lo que ha encontrado desborda la imaginación del mejor guionista de cine.

Fue Felipe Ortal quien encargó la capilla. Estaba casado con Gostanza de Almazán, hija de un converso envuelto en la conjura para matar al inquisidor Pedro Arbués. Al morir en 1516 dejó 10 hijos, que había tenido con ella, y una más que no era de Gostanza. Uno, que había sido fraile en Santa Engracia, fue conquistador en Perú; dos fueron priores de la Seo; otro canónigo enfermero; dos hijas abrazaron distintas órdenes religiosas...

«Era una familia de mercaderes y tenía mucho poder e influencia en la sociedad porque, en aquella época, los mercaderes estaban siempre al lado de los poderosos», subraya Gómez Urdáñez.

En 1526, diez años después del fallecimiento del cabeza de familia, quizá en una peste, los Ortal cayeron en bancarrota y realizaron lo que hoy sería un alzamiento de bienes para poner a salvo sus pertenencias. Pero se recuperaron.

La menor de todas las hijas de Felipe Ortal, María, acabó protagonizando un pleito sorprendente. Demandó a Pedro Martínez de Luna, señor de Illueca y posteriormente conde de Morata, porque aseguraba que estaba casada con él, algo que el hombre negaba. La Iglesia le dio la razón a él en 1529 pero la muchacha no se amilanó y pleiteó también por la vía civil.

¿Cómo puede ser que a principios del siglo XVI no estuviera claro si una pareja estaba o no casada? Pues porque se trató de un matrimonio secreto, que tuvo lugar en junio de 1528, recién enviudado Pedro Martínez de Luna de Marina de Lanuza, hija del Justicia de Aragón. Se celebró una noche en la casa de Miguel Cerdán y de su esposa, hermana de María. Ante algunas mujeres de la casa como testigos, la pareja intercambió joyas y, tras una íntima ceremonia, se declaró marido y mujer. Luego ambos se abrazaron, besaron y, al parecer, ya que nadie fue testigo directo, consumaron el matrimonio en un lecho que había en la cámara.

María, que era una de las mujeres más bellas de su época, se negó a ‘recibir’ en más ocasiones a Pedro Martínez de Luna hasta que el matrimonio no estuviera sancionado por la Iglesia y ella entrara en la casa de los Luna como esposa.

El hombre acabó negando el matrimonio de mil y una maneras: intentando desvirtuar a los testigos, negando el intercambio de joyas, resucitando los antecedentes judíos de la familia de la ‘esposa’, vilipendiando a su hermano mayor, pidiendo que la mujer demostrara que era casta y honesta y, finalmente, inventándose un argumento delirante. En realidad, dijo, de quien estaba enamorado era de una de las hermanas de María, Francisca, que era monja en Trasobares, monasterio sito en su señorío, y cuya condición no le había impedido mantener relaciones sexuales con ella, ya en el convento ya en la casa familiar de Zaragoza, cuando ella la visitaba.

«Para avalar esta tesis contó incluso con el testimonio del vicario de Trasobares, que luego se reveló falso –relata Carmen Gómez Urdáñez–. Los Ortal fueron todos a una y arroparon a María, que batalló legalmente, recurrió todas las sentencias que le eran contrarias e incluso demandó por bigamia a Pedro Martínez de Luna, que entretanto se había casado con Inés de Mendoza, nieta del duque de Medinaceli. Al final intervino Carlos V, y su secretario Cobos obligó al hombre a darle a María una compensación económica: 168.000 sueldos. Era mucho más de lo que costó comprar el terreno y construir la Lonja de Zaragoza, una fortuna de tal calibre que no es de extrañar que el de Morata acabara en la quiebra y no pudiera hacer frente a sus deudas. María, que manejó como heredera un considerable patrimonio familiar, tuvo que disfrutar viendo su sufrimiento». 

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