Vivir en el campo y ser autosuficientes: el sueño de dos zaragozanos hecho realidad

Una familia de Zaragoza ha creado un proyecto de vida sostenible y ecológico en un terreno de Montañana para “ser lo más autosuficientes posible”.

Irene Calvo y ángel Escuín, junto a sus hijos, en el terreno de Montañana donde viven de manera sostenible y autosuficiente.
Irene Calvo y Ángel Escuín, junto a sus hijos, en el terreno de Montañana donde viven de manera sostenible y autosuficiente.
M.O.

A apenas 15 minutos en coche del núcleo urbano de Zaragoza y en medio de una zona de huerta protegida del barrio de Montañana, Ángel e Irene, una joven pareja zaragozana, han creado un proyecto de vida fuera de lo habitual en pleno siglo XXI que busca volver al entorno natural y vivir de él de manera sostenible.

Llevan ya una década viviendo en Torre Escribana, una casa de campo con un terreno de una hectárea con “la principal idea de criar a nuestros hijos en un ambiente natural, respetando lo máximo posible la naturaleza y viviendo de ella, es decir, vivir de una manera lo más sostenible y autosuficiente posible”, dice Ángel Escuín, que es técnico del Consejo de la Juventud de Zaragoza, además del trabajo que conlleva una finca de estas características.

Una joven familia zaragozana ha creado un proyecto de vida sostenible y ecológico en un terreno de Montañana con el objetivo de “ser lo más autosuficientes posible”

La permacultura, un diseño sostenible y ecológico

Para la puesta en marcha del proyecto se recurrió a la permacultura, un sistema de diseño agrícola, económico y social basado en las características del entorno natural. En él se incluye el diseño y la ingeniería ecológicos, la gestión integrada de los recursos hídricos, la arquitectura sostenible y los sistemas agrícolas autorregulados inspirados en los ecosistemas naturales. Es decir, “es un diseño de vida en el que todo esta relacionado y que se centra en que los asentamientos humanos sean sostenibles en cuanto a energía, alimentación, economía y relaciones humanas”, explica Escuín.

“Yo quería criar a mis hijos -tienen dos, un niño de 5 años y un bebé de 1- en un sitio natural, en el campo, pero no me imaginaba un proyecto de tanta envergadura”, confiesa Irene Calvo, su pareja. “Yo sí, lo tenía muy claro”, responde Ángel. Para tomar ideas, la pareja hizo un viaje por Latinoamérica, donde hay más proyectos de este tipo.

Decidimos que era lo que queríamos y empezamos a soñar con ello”, afirma Irene. “Queríamos mantener también nuestros empleos, porque ambos trabajamos en Zaragoza -Irene es educadora social- y esta zona tan cercana a la capital era la manera de poder compaginar nuestras profesiones con este proyecto”, continua Calvo.

El espacio exterior, en común con otra familia

En esta zona de huerta viven un centenar de personas en casas diseminadas. “La nuestra es de 1955, es una construcción legal y cuenta con todos los permisos”, asegura Escuín. Pero en este proyecto no están solos. “Lo compartimos dos familias. Tenemos dos casas privadas y, en común, los espacios exteriores”, señala Ángel. 

Al inicio, “hicimos un proceso de facilitación externa en la que unos expertos nos ayudaron a conseguir plasmar los objetivos personales y grupales del proyecto para ponerlo en marcha a nivel de relaciones humanas, es decir, concretar entre ambas familias lo que se iba a tener en común, lo que no y facilitar que el proyecto tuviese éxito”, enumera Escuín. En este sentido, “el trabajo del exterior queda distribuido entre los dos núcleos familiares y las decisiones que tienen que ver con él, también se toman de manera conjunta”, añade.

"El trabajo se distribuye entre los dos núcleos familiares y las decisiones se toman conjuntamente"

Todo se aprovecha y se redistribuye

Aquí todo está relacionado para que se nutran unos espacios de otros y el sistema sea cíclico. Todo se aprovecha, lo que sobra de un sitio se emplea para otro. En el huerto, por ejemplo, conviven en el mismo espacio diferentes especies de plantas “porque se benefician unas de otras, de la sombra que proyectan, de los insectos que se acercan, es una asociación beneficiosa”, asevera Ángel. 

También hay árboles frutales, ciruelos, manzanos, melocotoneros, membrilleros, higueras, perales y olivos, junto a otros que no lo son pero que “atraen biodiversidad, animales y pájaros, además contribuyen a captar CO2 y se crea materia orgánica. Está todo muy pensado para que no se pierda nada”, apunta.

También tienen una zona de compost en la que almacena la materia orgánica que generan para hacer su propio abono. Para proteger todo este ecosistema, “hemos plantado una zona de vegetación cortavientos con bambú, cipreses y setos para evitar que el cierzo fastidie el huerto”, explica este permacultor en formación. En total, han plantado 100 especies diferentes de plantas y 800 árboles.

"Hemos plantado una zona de vegetación cortavientos  para evitar que el cierzo fastidie el huerto"

Animales para autoconsumo

Cuentan igualmente con un prado en el que los animales pueden pastar. Son animales que crían para su autoconsumo. Ahora cuentan con 3 ovejas, varias gallinas, un gallo, patos, ocas y sus respectivos pollos. “Hemos traído un macho para que monte a las ovejas y esperamos tener pronto algún cordero. El otro día organizamos una jornada de esquilado para que la gente viera cómo se esquila a mano”, recuerda Escuín. 

“A las aves las tenemos en gallineros portátiles que vamos moviendo por el terreno porque aprovechamos la necesidad del animal de comer y abonar en nuestro beneficio. Se comen las hierbas, los caracoles, nos ayudan a controlar las plagas, remueven la tierra y a la vez la abonan con sus excrementos”, asevera.

Placas solares y agua de lluvia

La energía la obtienen en gran medida gracias a placas solares instaladas en la terraza de la casa y utilizan un sistema de calefacción de pellets y leña. “Lo más complejo es la gestión del agua porque no nos llega el suministro a pesar de estar a un kilómetro de la red de saneamiento”, lamenta Escuín. “Sí llega la fibra para Internet. Levantaron todo el camino de acceso a esta zona para ponerla pero no lo han hecho para meter una tubería”, critica el propietario. 

"Levantaron todo el camino para poner la fibra pero no lo han hecho para meter una tubería de agua"

“Lo que hacemos es recoger el agua de la lluvia y filtrar la de la acequia para destinarlas al riego, pero el agua de boca la tenemos que traer en un camión y almacenarla. Es algo que nos sale muy caro y por eso el plan es implementar los filtros para ser más autosuficientes y ecológicos en la gestión de los recursos. Por ahora, la recuperamos una vez usada, la depuramos y la reutilizamos para riego”, informa.

“Yo hago terapia en el huerto, porque por mi trabajo tengo un desgaste emocional importante y estar en silencio escuchando a los pájaros y trabajando en la tierra me ayuda bastante”, dice Irene Calvo. “Pero es una forma de vida que requiere mucho trabajo, dedicación, esfuerzo, compromiso y estudio. Porque después de trabajar fuera de casa, de atender a los niños y las tareas propias del hogar, tenemos que ocuparnos del terreno y los animales”, matiza. 

"Hemos conseguido hitos y estamos en el camino de ser totalmente autosuficientes"

“Como madre, me encanta poder enseñar los procesos naturales a mis hijos, plantamos y recogemos los frutos, cocinamos con los productos que ellos han plantado. Entienden el proceso de la vida”, explica esta zaragozana. “Estamos aprendiendo mucho, lo vivimos con ilusión y los hitos conseguidos como es el huerto, las placas solares o hacer nuestras primeras conservas, nos dan pie a soñar y a pensar en ir a más”, añade Calvo. “Estamos en camino de ser autosuficientes totalmente”, asegura.

Pero no se queda en un proyecto personal sino que quieren mostrar su forma de vida al resto del mundo. “La idea es crear un centro demostrativo de permacultura con talleres, cursos, visitas y jornadas para promover este estilo de vida, enseñarlo y difundirlo”, concluye su pareja.

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