hostelería

¿Qué ha sido de los códigos QR en bares y restaurantes de Zaragoza?

La hostelería se tuvo que digitalizar de la noche a la mañana, por razones sanitarias, tras la irrupción de la covid. Tres años después, el sector ha ido respondiendo a las necesidades de su clientela.

Ana María García, encargada del establecimiento Olé, en la calle de Zurita en Zaragoza.
Ana María García, encargada del establecimiento Olé en la calle de Zurita en Zaragoza, mira una de las cartas físicas, que incluye el QR.
H. A.

Pasos de gigante hacia la digitalización. La hostelería, un sector integrado en su mayoría por empresas pequeñas en Zaragoza, tuvo que transitar sí o sí hacia la digitalización de sus negocios de forma muy acelerada -por cuestiones sanitarias- tras la irrupción de la pandemia.

Luis Femia, gerente de la Asociación de Cafés y Bares de Zaragoza, recuerda que al inicio de la covid fue todo un poco caótico. "Hicimos lo que llamamos la digitalización hacia fuera: plasmar el contenido de las cartas en códigos QR, conectarlos con la caja, la gestión de reservas, los productos monodosis, ... Si no hubiera habido una pandemia de por medio, estamos convencidos de que todos los avances que se han producido en materia de digitalización en estos tres años habrían costado el triple de tiempo. La evolución ha sido considerable", dice categórico. 

También abordaron la digitalización hacia dentro (en materia de compras, aprovisionamiento, facturación...). De cara a aportar todas esas herramientas a los establecimientos de hostelería para implementar sus modelos de negocio, la Asociación firmó un convenio (a tres años) con el Ayuntamiento de Zaragoza. Femia reconoce que ambas partes supieron anticiparse y la respuesta del sector ha sido muy positiva. "Te puedo garantizar que los cursos han tenido un éxito absoluto. A lo mejor hace 10 años no los habría demandado ningún hostelero. A nivel logístico y operativo es un avance significativo", apunta.

En el lado de los consumidores, estos también se tuvieron que adaptar a las 'novedades'. La primera, la sustitución de la tradicional carta por los códigos QR. Un cambio de mentalidad que se está consolidando y una herramienta digital que ha venido para quedarse, tal y como indica el gerente de la Asociación de Cafés y Bares. "Se ha visto sus bondades. Al tener la carta digitalizada, te permite introducir modificaciones de forma mucho más rápida. Algo tan sencillo como es disponer de la carta en QR está muy extendido y cada vez lo va a estar más. Nosotros creemos que en 3-4 años podría estar hecha esa adaptación prácticamente en su totalidad", explica Femia, quien remarca que hay negocios en los que con el QR se puede incluso pedir la cuenta y pagar sin que medie ningún camarero.

No obstante, advierte de que la tecnología debe complementarse con otras alternativas de acceso al contenido de las cartas porque hay un segmento "importante" de la población poco acostumbrado a manejar en su día a día las aplicaciones móviles. "Sobre todo gente de una determinada edad. Y los hosteleros piensan también en ese contexto. Al final, dependerá de la política de cada negocio y del perfil de su cliente. La normativa sanitaria simplemente dice que debe darse a conocer esta oferta al consumidor, pero no que se tenga que hacer en un formato determinado u otro. Los establecimientos tienen libertad", informa.

De 'cantar' el menú a una carta en papel con QR

En la cafetería Olé, en la calle de Zurita, coexisten distintas herramientas para un público de todas las edades. Al mediodía hay un menú (se cambia cada día y lo cuelgan en Instagram) que lo 'canta' el personal del establecimiento a su clientela y, por la noche, una carta en papel que incluye un código QR. "La gente es más tradicional. Usa más la carta física; es más práctico y rápido. Al dar las dos opciones, la abres directamente y ves la oferta", cuenta Ana María García, encargada del negocio, que recuerda cómo al inicio de la pandemia tenían pegados los QR en las mesas y no funcionaban muy bien.

"Siempre va a ser necesario el formato físico para la gente con más problemas de accesibilidad" 

En cambio, en el restaurante Saona de la calle de Joaquín Costa lo que encuentra el comensal en la mesa es solo el código QR. Eso sí, disponen de una carta en papel para aquellas personas que lo soliciten. "La gente mayor, entre los 65-70 años, suele tener problemas para usar el QR. De hecho, te dicen que están jubilados y para eso la tenemos", señala Íñigo López, director del establecimiento, quien opina que en el futuro se va a un "sistema mixto". "Y no es por un tema generacional. Gente mayor con problemas de visión siempre va a existir; en la pantalla de un móvil la carta no se ve bien. No es una tontería. Siempre va a ser necesario el formato físico para la gente con más problemas de accesibilidad", avisa.

Por otro lado, a nivel organizativo, el director de Saona resalta lo práctico que es el QR y el tiempo que ahorra a cada camarero, que durante un servicio debe atender unas 40 mesas. "Veinte minutos; tiempo que tiene para hacer mil cosas", detalla. Asimismo, López cuenta que toda la gestión del servicio está automatizada: las comandas, la cocina, las reservas... ". Desde casa, el cliente hace la reserva 'online', el mismo sistema elige la mejor mesa para él, cuando viene al restaurante el camarero acude con la tablet y, ya en cocina, a cada cocinero le aparece en los ordenadores las mesas que debe atender", cuenta.

Mientras, en los restaurantes de comida italiana La Tagliatella de la capital están las dos versiones sobre la mesa: el QR y una carta física (que además incluye el código). Los clientes más jóvenes se decantan por la primera opción y los de 50 años en adelante, por la segunda. "Y nos gusta mucho que nuestro personal interactúe con ellos para que tengan las opciones que más deseen", señalan en uno de los locales.

El gerente de la Asociación de Cafés y Bares de Zaragoza pone el acento en que la hostelería es un sector muy social, en el que se busca una atención personalizada. Por eso, considera que conforme la digitalización vaya evolucionando será "mínimo" el riesgo para el empleo. "Aunque pueda suponer una merma de mano de obra en algún negocio concreto, será algo residual. El factor humano no se puede sustituir aquí por el tecnológico".

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