TERUEL

El horno Figueras, en Castellote, huele a sequillos, a pastas caseras y al pan de toda la vida

Alicia tiene 65 años y es la hija del fundador, Jesús, que continuó con el negocio que dejaron sus tíos en 1973 al irse a Barcelona.

Alicia Figueras, en el horno de Castellote
Alicia Figueras, en el horno de Castellote
H. A.

En el horno Figueras, en Castellote, las recetas de la abuela se siguen horneando para obtener las mejores pastas y dulces típicos de la zona, como el famoso sequillo, un hojaldre con un toque de anís que solo se hace en esta panadería. Alicia Figueras es la hija del fundador, Jesús, que en 1973 cogió el relevó a unos tíos que se iban a Barcelona y dejaban el negocio.

Su dueña actual tiene 65 años y lleva desde los 15 (se acaban de cumplir 50) trabajando en el horno. En cuanto su padre cogió el horno dejó de estudiar y se volvió al pueblo para ayudarle. Ahora, cuenta con dos trabajadores en el obrador y un repartidor que, todos los días, a las ocho de la mañana, sale en ruta para llevar pan y otros productos a localidades de la zona como Alcorisa, Mas de las Matas, Las Parras de Castellote o Dos Torres de Mercader.

Alicia se dedica sobre todo a la elaboración de pastas y otros productos que, con el tiempo y con el cambio de tendencias se han ido incorporando. Así, en el horno Figueras se hacen desde las elaboraciones dulces más tradicionales, como tortas de alma, mantecados, almendrados o tortas de huevo, hasta bizcochos de manzana, mostachones o bollería, como ensaimadas o croissants, más demandados últimamente.

Según la experiencia de 50 años tras el mostrador de Alicia, en lo que al pan se refiere, los gustos del cliente también han cambiado. "Antes se comía mucho más pan que ahora, por eso ahora se prefieren las barras más pequeñas antes que los panes redondos y grandes de siempre", asegura. En su horno también se hacen chapatas y panes cortados en rebanadas.

"Antes se comía mucho más pan que ahora, por eso ahora se prefieren las barras más pequeñas antes que los panes redondos y grandes de siempre"

Dentro del obrador, aunque todo sigue siendo artesanal, ahora hay ciertas máquinas que facilitan la vida a quienes trabajan allí. Es el caso de las cámaras de fermentación que, en palabras de Alicia, "han hecho mucho por los panaderos". "Antes empezabas a trabajar a la una o la una y media de la madrugada. Ahora los primeros llegan sobre las 5", explica. Cuando su padre cogió el negocio también sustituyó el antiguo horno de leña por uno de gasoil. Pero lo que no ha cambiado es la ubicación de este horno, que sigue donde ha estado siempre, en la plaza de España de Castellote. Es la única panadería con obrador del pueblo, aunque en el supermercado también se vende pan prefabricado.

Antes de la pandemia, el horno Figueras abría mañana y tarde pero desde aquello, ahora solo está abierto por la mañana, de lunes a sábado. Este día se hace el doble de todo, ya que el domingo no se despacha nada. "Después de tantos años más o menos lo controlas, pero siempre es muy difícil calcular cuánto hacer de cada cosa para no quedarte corto o que sobre mucho", confiesa Alicia. De hecho, alguna que otra vez les ha tocado volver a masar pan porque se habían quedado sin género.

Esto sucede, sobre todo, en los meses de verano, cuando la panadería de Castellote vive su temporada alta. Por el pueblo, que antes era eminentemente minero y su economía se nutría de ello, pasan cada vez más turistas o vecinos de la Comunidad Valenciana y de Cataluña. "Estamos muy cerca y vienen por aquí a casas rurales. Además también se puede hacer escalada y tenemos el pantano de Santolea, que en verano es un reclamo", explica Alicia, por cuyo establecimiento dice que cada vez pasan más personas sorprendidas de lo bonito que es el Maestrazgo.

"Estamos muy cerca y vienen por aquí a casas rurales. Además también se puede hacer escalada y tenemos el pantano de Santolea, que en verano es un reclamo"

Pero pese a este repunte del turismo y a que en verano los pueblos, afortunadamente, aumentan mucho su población, mantener a flote este negocio en el medio rural no es nada fácil. "Castellote cada vez se hace más pequeño con la despoblación y hay que moverse por todos los sitios, así como aprovechar los puentes, la Semana Santa y otras fechas señaladas para trabajar todo lo que se pueda", explica, al tiempo que señala que para los los pequeños autónomos "todo son dificultades".

Aunque su edad de jubilación se aproxima, Alicia todavía no quiere pensar en si habrá relevo generacional o si el horno Figueras terminará con ella. De momento, su hijo trabaja con ella en la panadería, así que el oficio lo conoce y las ganas las tiene. Lo que habrá que ver es si dentro de unos años seguir con la puerta del negocio abierta es rentable. "Ojalá sea así porque la vida en los pueblos es muy buena y hay que procurar que se mantengan los servicios", asegura. Servicios como el suyo, un horno de toda la vida donde todo es casero, elaborado con mimo y al gusto del consumidor.

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