patrimonio

El Ramón y Cajal del Paraninfo cumple cien años (o casi)

La estatua de Benlliure no llegó a tiempo al homenaje del científico en 1922, cuando se colocó una réplica de escayola. El rey Alfonso XIII inauguraría tres años después el mármol que hoy preside la escalinata.

Detalles de la estatua de Ramón y Cajal, en la escalera del Paraninfo.
Detalles de la estatua de Ramón y Cajal, en la escalera del Paraninfo.
Heraldo

El 1 de octubre de 1922, hace ahora justo 100 años, se jubilaba Santiago Ramón y Cajal. La Universidad de Zaragoza, coincidiendo con la apertura del curso académico, quiso hacerle un homenaje en forma de gran estatua del también gran científico. Es la que hoy preside, bajo una gran vidriera del taller Quintana, la escalinata del Paraninfo. Esta efigie se vuelve ahora centenaria, o casi, porque su historia es tan curiosa como atropellada en sus tiempos.

El encargo se hizo al escultor valenciano Mariano Benlliure, gran amigo del Nobel, que ya lo había retratado en anteriores ocasiones. Sin embargo, no se hizo con demasiada antelación, por lo que para el citado homenaje la escultura no estaba lista. En su lugar hubo que colocar una réplica de escayola, con los yesos aún poco definidos, pero con la imagen del sabio sedente y reflexivo. Ramón y Cajal, que era modestísimo y poco amigo de los homenajes, no acudió al acto y se excusó por sus problemas de salud. En su lugar leyó un discurso el entonces decano de la Facultad de Medicina y Ciencia, Pablo Borobio.

Primer recorte aparecido en prensa, en 1922, sobre el homenaje.
Primer recorte aparecido en prensa, en 1922, sobre el homenaje.
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Si bien parecía que la estatua de escayola podría ser sustituida en pocos días los plazos se fueron ampliando y no fue hasta tres años después cuando el monumento en mármol desembarcó en el Paraninfo y se hizo un estreno a bombo y platillo, con la presencia del rey Alfonso XIII pero, eso sí, la ausencia una vez más del insigne científico.

"No soy partidario de las estatuas y menos de las erigidas en vida de los originales", dijo el sabio

"No soy partidario de las estatuas y menos de las erigidas en vida de los originales. Para apreciar el valor de un hombre se necesita la perspectiva de los siglos", dejó escrito el sabio en el discurso de agradecimiento que en aquella ocasión leyó su hermano Pedro.

En la Universidad de Zaragoza conocen bien todas estas peripecias y, de hecho, las tienen de sobra documentadas como se demostró en una exposición de 2019, en donde se exhibió la primera escultura original de yeso. “La estatua ‘buena’ se terminó de hacer en el 1923 y se inauguró con toda solemnidad en 1925. Cuando se cumpla ese centenario, que consideramos el ‘real’, sí se hará alguna conmemoración, pero este año no tenemos nada previsto”, aseguran desde la institución académica.

En 2019 se recuperó para una muestra la estatua de yeso original, aquí en una vitrina.
En 2019 se recuperó para una muestra la estatua de yeso original, aquí en una vitrina.
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HERALDO DE ARAGÓN, el 26 de agosto de 1922, se hace eco de informaciones aparecidas en ‘El Imparcial’ de Madrid en las que se narra cómo el cincel de Benlliure está modelando la estatua de Cajal. “Aparece la figura de tamaño natural envuelta en la amplia toga universitaria. La cabeza está ligeramente inclinada, dijérase sorprendida en un momento de sublime abstracción en que las alas del genio vienen a plegarse sobre la frente luminosa en la que germina uno de esos maravillosos descubrimientos que arranca sus secretos a la naturaleza”.

La estatua de Ramón y Cajal cincelada en mármol por Mariano Benlliure.
La estatua de Ramón y Cajal cincelada en mármol por Mariano Benlliure.
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Un accidente de coche

Unos días más tarde, ya en septiembre, vuelve a aparecer otro suelto que evidencia el ansia que había por descubrir la estatua. Benlliure cuenta que le preocupa mucho que las manos, que reposarán sobre un libro, “expresen cuanto deben expresar dentro del bello conjunto”. Narra también cómo será el proceso de vaciado en yeso, para luego “sobre el terreno, ver qué retoques necesita para hacerse el mármol sin inconveniente”. Es curioso también que el escultor cuenta un percance automovilístico cuando llevaba a Ramón y Cajal a su taller en Villalba. El auto se salió del camino y “la angustia fue infinita al ver la venerable cabeza del genio ensangrentada y lívida”. No obstante, el suceso no debió ser muy aparatoso, el científico se hizo una brecha pero a los pocos minutos “en la casilla de camineros cercana al lugar del accidente, Ramón y Cajal curó por sus propias manos a otros heridos”.

Entre 1922 y 1923 en los mentideros se venían escuchando descripciones sobre cómo sería la imagen final que se colocaría en un lugar privilegiado de la entonces Facultad de Medicina y Ciencia. “La blancura ofensiva del yeso deslumbra en los primeros momentos” o “el conjunto revela placidez, calma y dulce éxtasis”, puede leerse en crónicas de hace cien años. Benlliure ya había representado al de Petilla de Aragón en medallas, placas conmemorativas y bocetos, que habían satisfecho al científico más que otras representaciones de las que renegaba.

Titulares en HERALDO sobre la visita de Alfonso XIII en 1925.
Titulares en HERALDO sobre la visita de Alfonso XIII en 1925.
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Varias imágenes de la fugaz visita de Alfonso XIII al Paraninfo en 1925.
Varias imágenes de la fugaz visita del monarca  al Paraninfo hace 97 años.
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No sería hasta el 26 de febrero de 1925 cuando el rey Alfonso XIII visitaría Zaragoza para inaugurar la estatua, en una jornada que resultó maratoniana para el monarca. Llegó en tren, pasó revista a las tropas en la propia estación, acudió al Pilar y, de ahí, a la Universidad, donde recorrió dependencias, se reunió con catedráticos y, por fin, elogió el trabajo de Ramón y Cajal -en presencia de su hermano- antes de descubrir la estatua. En el discurso que envió el sabio agradecía el gesto pero añadía: “La verdadera estatua está esculpida por nuestras acciones e ideas”.

Tan “modesto obrero de la ciencia” y poco amigo de los homenajes era Ramón y Cajal, que tampoco quiso en su día hacer efectivo un marquesado (que rechazó en numerosas ocasiones hasta que le fue adjudicado a título póstumo en 1952) ni tomó nunca posesión de su sillón de la RAE, concedido en 1905. Esta última institución recordó precisamente ayer al investigador, recuperando y haciendo públicos los documentos que poseen en sus fondos. Incluso por Twitter han asomado su medalla como Nobel de Medicina o cartas con otros ilustres como Francisco Silvela o Menéndez Pidal.

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