Enfermería alza la voz: "Nadie nos había preparado para lo que nos ha tocado vivir"

Desde este colectivo reconocen que en estos dos años de pandemia en Aragón la sobrecarga y la tensión se traducen en angustia, cansancio, miedo y mucha incertidumbre.

Foto de grupo de varias enfermeras ( ZARAGOZA ) / 09/02/2022 / FOTO : OLIVER DUCH[[[FOTOGRAFOS]]]
En primera línea de la pandemia. De izquierda a derecha, las enfermeras Yolanda García, Edurne Amatriain, Reyes Omedas, Mayte Clares e Isabel Fernández, en el paseo de la Independencia, en Zaragoza. 
Oliver Duch

Depresión, ansiedad, temor al contagio, sobrecarga… Una encuesta del Consejo General de Enfermería revela que casi la mitad de este colectivo ha pensado en abandonar la profesión, una de las consecuencias del agotamiento físico y mental sufrido por la pandemia. Una dura realidad que evidencia el día a día al que se ha enfrentado todo el personal sanitario durante los casi dos años de una crisis que ha dejado ya en Aragón casi 384.000 contagios, 8.952 hospitalizados y más de 4.500 fallecimientos.

Ante esta situación, los enfermeros han decidido alzar la voz. El Sindicato de Enfermería Satse sale este jueves a la calle para denunciar la "grave situación de deterioro y precariedad" que se sufre en los centros de salud y reclamar medidas urgentes a la Consejería de Sanidad. También el Consejo General de Enfermería ha anunciado movilizaciones a nivel nacional, pendientes de fecha, para conseguir soluciones a la carga de trabajo y reclamar mejoras laborales.

El coronavirus ha afectado a todas las unidades, empezando por la Atención Primaria, la puerta de entrada al sistema sanitario. Para Mayte Clares, enfermera en Actur Norte y vocal de Enfermería Familiar y Comunitaria de Colegio Oficial de Enfermería de Zaragoza, "compaginar la atención covid ha sido muy complicado". "Me siento una privilegiada de poder trabajar en algo que es mi vocación" aunque, añade, esa sensación de "no llegar a todo", de no poder controlar a los pacientes como estaba acostumbrada es lo que genera "ansiedad". Poco a poco, y conforme remita la séptima oleada, "se va a ir recuperando todo aquello que se ha demorado".

Yolanda García: "La experiencia ha sido sorprendente, a veces surrealista, agotadora y con una carga de sufrimiento y de esfuerzo físico tremenda"

La necesidad de llevar a cabo una vigilancia epidemiológica exhaustiva para tratar de cortar la transmisión del virus impulsó las labores de rastreo. La enfermera Edurne Amatriain, de Delicias Sur, especialista en Familiar y Comunitaria, fue contratada en 2020 para esta función. En el verano de ese año, en plena segunda ola que se inició con los temporeros, relata que llegaba a trabajar a las 8.00 y salía hasta 12 horas después: "Sentías la responsabilidad de llamar a toda esa gente que esperaba resultados".

"Había días que teníamos más de 100 casos a primera hora y al acabar la mañana, cuando se iba acercando al final de esa lista, volvía a haber más de un centenar. Era totalmente inabarcable". Y eso generaba una "sensación de ansiedad o frustración por no haber podido acabar el trabajo": "Nadie nos había preparado para esto que nos ha tocado vivir", y se enfrentó a la sensación de levantarse "sin ganas ni motivación para ir a trabajar". Desde finales de diciembre de 2020, la sobrecarga en los centros de salud se multiplicó con la campaña de vacunación contra la covid-19. Esta joven insiste: "No concibo mi vida sin ser enfermera, me encanta. Pero si volviera atrás, igual no estudiaría lo mismo, con lo que he vivido y con lo que veo".

"En esta profesión, el nivel de ansiedad ya era alto antes de la pandemia", reconoce Reyes Omedas, enfermera en un centro psicogeriátrico. Las residencias fueron, sobre todo al principio, los espacios más castigados por la covid. En su caso, el primer brote no llegó hasta septiembre de 2020. "Lo más complicado ha sido ofrecer el mismo nivel de atención con menos personal por los contagios". Ella reconoce que se enfrentó a la "incertidumbre y angustia por no saber lo que iba a pasar". "Somos un equipo que trabajamos muy bien juntas, y cada una se llevaba un poco de esa inquietud a casa", añade.

Edurne Amatriain: "En algunos momentos, el rastreo era totalmente inabarcable. Me encanta ser enfermera; pero si volviera atrás, igual no estudiaría lo mismo"

Los servicios de Emergencia y Urgencias han sufrido también un alto nivel de saturación durante la pandemia. Isabel Fernández es enfermera del 061 Aragón desde hace 21 años, cuando se puso en marcha la unidad. Su trabajo, señala, implica actuar siempre con rapidez pero, además, desde marzo de 2020 había que protegerse contra la infección. En un momento, sin embargo, en el que escaseaban los epis: "Eso provocaba mucho estrés y ansiedad". Tampoco se hacían tantas pruebas diagnósticas, y se desconocía "quién tenía el virus y quién no". "Al principio era suerte, estábamos totalmente desprotegidos", recuerda. "Estamos cansados. Cuando parece que salimos de una ola, llega la siguiente. Trabajar con mascarillas, gafas, pantallas... agobia, es muy duro. El trabajo sigue siendo el mismo, después de un aviso haces otro, pero la forma de trabajar no es la misma, y te cansas". Sin embargo, para Isabel "es una profesión vocacional": "Es nuestro trabajo".

Reyes Omedas: "En esta profesión, el nivel de ansiedad ya era alto antes de la pandemia. Lo más complicado ha sido ofrecer el mismo nivel de atención con menos personal por los contagios"
Foto de grupo de varias enfermeras ( ZARAGOZA ) / 09/02/2022 / FOTO : OLIVER DUCH[[[FOTOGRAFOS]]]
Todas estas profesionales trabajan en residencia o en distintas unidades y servicios sanitarios aragoneses
Oliver Duch

"Lo asumimos por el paciente"

Desde Urgencias del Hospital Miguel Servet, dos enfermeros hablan de la sobrecarga que han asumido, aunque coinciden: "Hemos tenido mucho trabajo, pero el momento que nos ha tocado vivir es puntual y lo hemos asumido todos por el bien del paciente. Es a lo que nos dedicamos y lo que tenemos que hacer". En esta última ola, han atendido numerosas consultas, muchas con sospecha de covid. En un momento, además, de falta de personal, que obligó en algunos casos a anular permisos para atender el servicio. 

La conciliación familiar también se ha resentido: "No podíamos dejar al niño con los abuelos, la situación en el hospital por la pandemia no sabíamos por dónde iba a salir, pasé el confinamiento sola en casa", recuerda una profesional de esta área. "Nos gusta nuestro trabajo y lo hacemos con ilusión. El problema no es la carga de trabajo, es la sensación de abandono", indica. Y todo ello le lleva a replantearse "dejar la profesión" y reconvertirse al ámbito de la docencia. Según aseguran estos trabajadores: "En los servicios de Urgencias y Emergencias tratamos a diario con pacientes covid, sin embargo, no somos consideradas unidades covid. Nuestro hastío y malestar es con las administraciones, gerencias, ministerios...".

Mayte Clares: "Es mi vocación, pero esa sensación de no llegar a todo es lo que genera ansiedad"

Los hospitales han afrontado la presión que se ha encadenado ola tras ola. "No hemos parado ni un segundo", subraya Gemma Girón, supervisora de Enfermería de Enfermedades Infecciosas del Clínico: "Lo sobrellevamos porque hay mucha profesionalidad, pero con una sobrecarga tremenda. Una única patología está fagocitando todos los recursos". "Y lo que nos va minando -dice- es que no llegamos a todo". Tras una jornada en la unidad covid, todo el personal regresaba a sus hogares: "Y nos sentimos responsables de proteger a la familia y amigos. Eso conlleva una sobrecarga emocional, además de no ver un horizonte claro". Ni ella ni nadie del equipo, señala, se ha planteado dejar la profesión: "Estás muy cansado, emocionalmente rendido, físicamente también, pero continuamos. A mí me ha servido el símil de que esto es una guerra y lo que estamos librando son batallas".

"El apoyo del equipo, clave"

La covid ha llevado al límite a las unidades de cuidados intensivos en Aragón. Yolanda García, enfermera en la uci del Royo Villanova, resume las sensaciones a las que se ha enfrentado: "La experiencia ha sido sorprendente, a veces surrealista, agotadora, y con una carga de sufrimiento y de esfuerzo físico tremenda. Ha sido muy duro, y sigue siéndolo. La uci, de por sí, es un sitio hostil, donde se ven situaciones dramáticas. Había mucho desconocimiento, miedo. Ahora sabemos manejar mucho mejor al paciente covid, pero estamos cansados físicamente y agotados psicológicamente". "Podíamos ir a charlas de cómo afrontar la situación" pero en este proceso, asume, ha sido fundamental "el apoyo del equipo".

Isabel Fernández: "La falta de epis al inicio de la pandemia provocaba mucho estrés. Al principio era suerte, estábamos desprotegidos"

Además, "trabajar con epis es duro y agobiante, pasamos muchas horas con el enfermo dentro de los boxes, las mascarillas y pantallas son una barrera para el paciente y el profesional". Han asumido el papel del familiar, cuando no se permitían las visitas, han soportado el aislamiento social… "Sufro migrañas descontroladas, problemas para dormir, un nivel de estrés considerable. Estamos tan agobiados y cansados que me he planteado pedir el traslado, y varios compañeros también. Nos ha tocado vivir en dos años lo que tendríamos que haber vivido en 20. Hablamos de humanización y de cuidar al cuidador, pero ¿quién nos cuida a nosotros?".

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