educación

Granjas escuela: la vuelta al cole pendiente

Este curso va a ser el primero tras el estallido de la covid que algunos centros llenen sus agendas de visitas escolares. Cruzan los dedos para que la pandemia lo permita.

Bailarín, un poni blanco que descansa tranquilo recostado al sol en la hierba, en este frío día de enero, se levanta para comer el mendrugo de pan que le ofrece Marisol Mouchet. Rápidamente se acerca Resu, una cabra de imponentes cuernos, marcando su territorio. Quiere su ración. Marisol les habla como viejos amigos que son, habitantes todos de la granja escuela Torrevirreina, situada en el barrio zaragozano de Movera. A media mañana, la tranquilidad es total entre los patos, dormidos al abrigo, que no se atreven a acercarse a su piscina de agua todavía helada tras la gélida noche. Solo en el corral de las gallinas hay más barullo entre dos gallos que, como la cabra, buscan hacerse respetar. Parecen esperar que alguien rompa su rutina, pero eso no ocurre desde que hace casi tres años estallara la pandemia de covid y las visitas escolares se paralizaran. Este año esperan recuperar el correteo de los pequeños y la curiosidad ante animales que algunos ven por primera vez.

"En 2020 paramos y en 2021 vino algún colegio. Ahora de marzo a junio tenemos completo", asegura Mouchet sobre la agenda del centro perteneciente a la fundación Ozanam, en unas instalaciones cedidas por CAI. La temporada fuerte se desarrolla en dichas fechas, cuando los colegios aprovechan para programar excursiones, aunque este año todo vuelve a depender de la evolución de la crisis sanitaria, que ahora marca cifras récord de contagios por la oleada de la variante ómicron. 

Animales y huertos

En Aragón hay 16 granjas escuela registradas, que suelen ser uno de los lugares preferidos para la toma de contacto con la naturaleza de los más pequeños, de los cursos de infantil y primaria, de unos 3 a 10 años. Esta granja escuela es pequeña, pero se encuentra en una amplia finca, que en su día fue agrícola, de 2,5 hectáreas de terreno, convertidas ahora en zona de huerto e invernaderos para los alumnos de una de las tres escuelas taller que se imparten. Los cursos de formación reglada y para el Inaem les han servido para mantener la actividad en esta época sin niños.

Los alumnos cursan carpintería, agricultura ecológica y jardinería y monitor de actividades de tiempo libre. Estos últimos se encuentran en clase en una de las aulas en las que las visitas escolares suelen hacer talleres como el último que programaron de dinosaurios. Si vuelven los pequeños a partir de marzo, quienes estudian ahora en los pupitres se convertirán en sus guías para enseñar con muchos elementos lúdicos desde cuánto tiempo viven los conejos a qué come un pavo real o cómo plantar lechugas.

En otras granjas todavía no tienen previsto aceptar visitas escolares, debido a la situación sanitaria. Es el caso de la situada también en Movera, en el Centro Público Integrado de Formación Profesional del Gobierno de Aragón que, además de enseñanzas regladas, desarrolla en sus instalaciones las actividades de la granja escuela.

La pandemia ha cambiado las visitas con restricciones de aforos, grupos burbujas y ha reducido las actividades en espacios cerrados. En algunas granjas se ofrece que sean los propios profesores que acompañan a los niños los que hagan de guías, para mantener los grupos burbuja. La visita se convierte en una lección práctica de Ciencias Naturales.

Granja Escuela La Torre de Garrapinillos.
Granja Escuela La Torre de Miralbueno.
La Torre

Pese a las restricciones, la pandemia también ha supuesto un cambio de hábitos hacia una mayor demanda de espacios abiertos para el tiempo de ocio de las familias con niños. "Es una actividad en la que no dejas de estar al aire", explica Dani Bazán, que abrió hace dos décadas la granja escuela La Torre, en Miralbueno. Biólogo de formación, tras terminar sus estudios decidió fundarla en la finca de sus padres, uniendo las dos vocaciones familiares. "Mi padre es agricultor y ganadero y mi madre, maestra", cuenta. En la torre conviven un vaca con un ternero, un par de burros, más de una docena de ovejas, otras tantas cabras, conejos y seis cerditos con su madre, entre otros. Apuestan por las razas autóctonas aragonesas.

"Tenemos la agenda completa desde finales de febrero a final de curso, con los aforos reducidos"

Familias el fin de semana

Las visitas de fines de semana de particulares les han permitido seguir funcionando estos dos cursos sin escolares, aunque reduciendo la plantilla al mínimo, dos personas. Los últimos grupos de niños que recibieron fueron en las colonias que organizaron en verano. Las de Navidad tuvieron que suspenderlas por las cancelaciones cuando comenzó la explosión de contagios de ómicron en diciembre, pero se mantienen las previstas durante este curso. "Tenemos la agenda completa desde finales de febrero a final de curso, con los aforos reducidos, que son menos de la mitad de los grupos que podíamos atender antes de la pandemia", explica. Reconoce que cuando empezaron a recibir las reservas de colegios el pasado mes de septiembre, "fue una sorpresa porque los dos cursos anteriores no hubo prácticamente ni una llamada".

Como este, muchos centros funcionan también como parques de ocio para las familias, sin necesidad de acudir en grupo o dentro de una visita organizada. "Dentro de lo malo, bajamos casi completamente en grupos escolares pero cuando se podía salir de casa la gente buscaba campo para ir en familia, a sitios abiertos. Tuvimos una gran afluencia de público en fines de semana conseguimos compensar", explica sobre el balance de estos dos últimos cursos, Javier Escuer, gerente y fundador de Granja Aventura, en Barbastro (Huesca), que prepara la apertura de este año en febrero. "En visitas familiares hemos tenido más afluencia que antes del covid", afirma. Tienen servicio de bar y restaurante al aire libre. Nota que la gente huye un poco de actividades cerradas y opta por todo lo que sea naturaleza.

"Todo lo que sea exterior, la gente tiene ganas de salir"

En Teruel también han observado el aumento de la demanda de naturaleza. "Estos dos años hemos perdido los colegios que teníamos en mayo y junio, pero turismo ha habido igual. Los grupos no los hacías tan grandes para que hubiera distancia", cuentan sobre la organización en el parque La Bioescuela Mayjal, en el municipio de Fuentespalda, de la comarca del Matarraña. "Todo lo que sea exterior, la gente tiene ganas de salir", coincide. De momento, la única reserva de un colegio que tienen es del centro educativo del pueblo. Hasta Semana Santa no tienen previsto abrir porque están haciendo algunas remodelaciones dirigidas a reforzar la zona de ocio infantil y un área dedicada al cultivo de setas.

Parque La Bioescuela Mayjal en Fuentespalda (Teruel).
Parque La Bioescuela Mayjal en Fuentespalda (Teruel).
P. B. M.

El espacio nació en 2014 como un proyecto para diseñar un ejemplo de vida sostenible y mostrarlo para potenciar la educación ambiental. Cuentan con unas bioconstrucciones o domos ecológicas, casas cilíndricas de madera, en las que vive parte de la familia fundadora, un huerto, zona de plantas medicinales y un invernadero acuapónico, regado con el agua de una charca donde viven peces que la fertilizan de forma natural.

Núcleos zoológicos

Los animales siguen siendo el principal atractivo de estas aulas abiertas a la naturaleza. "Ahora ni siquiera en los pueblos hay animales porque conforme se ha muerto la gente mayor han desaparecido. Los niños no tienen tantas posibilidades de ver los animales de granja en vivo", asegura Bazán. A ello se unen las mayores exigencias para cuidarlos garantizando la correcta sanidad y bienestar animal. "Se está perdiendo en las casas que haya animales porque los mayores dejan de hacerlo y por las normativas", añade Escuer. Las granjas se registran en la DGA como núcleos zoológicos. "Depende de qué animales tengas estás en un grado u otro. Para todos los animales se lleva el mismo control. El mismo con dos corderos que con un rebaño en análisis y trámites", detalla.

Avestruces en Granja Aventura, en Barbastro.
Avestruces en Granja Aventura, en Barbastro.
G. A.

En Granja Aventura el animal más buscado por los visitantes es el avestruz. El origen del centro se encuentra en un explotación ganadera de avestruces que ya recibía visitas escolares y que cuando cesó su actividad principal decidió darle la vuelta al negocio. "En número de animales siempre estamos entre 100 más o menos. Nuestro animal emblemático son los avestruces, de los que suele haber 20 ó 25", calcula Escuer.

Animales adoptados

Todos los animales domésticos de la granja son adoptados, asegura, incluidos algunos que se salen del estereotipo de mascota. Han llegado a la finca por esta vía gallinas, patos e incluso burros con los que alguien un día se encaprichó y que luego no supo qué hacer. "Cogen unas gallinas, las tienen, con ilusión, por los huevos, para criar los pollitos, pero se juntan con bastantes", reconoce. Entre los casos que han conocido en este tiempo cuenta el de unos jóvenes que se juntaron con una veintena de pollitos en un piso con terraza. Otro ejemplo es el de los cerdos vietnamitas, que se convirtieron en animal de compañía de moda hace unos años porque aparecieron junto a algunos famosos. "Creen que no van a crecer y crecen", advierte. En la granja de Torrevirreina en Movera también tiene una, que ahora puede rondar los 100 kilos de peso. En la de Barbastro, de 10 hectáreas, se quedaron también con burros y caballos que algunas personas adquirieron en la época de bonanza económica, pero que "con la crisis económica de 2008 estorbaban y nos los ofrecían". Recalca que "no nos dedicamos a adoptar", sino que los acogen "cuando tenemos sitio y podemos cuidarlo".

Los que resisten esperan que en los próximos meses se pueda recuperar cierta actividad escolar, sin perder de vista el momento de incertidumbre en el que se encuentra la crisis sanitaria. Siguen "cruzando los dedos" para que en los próximos meses la situación mejore porque para los centros privados, en su mayoría negocios regentados por una familia, no tienen otro apoyo. En La Torre, los dos fundadores que se han quedado de ‘servicios mínimos’ hasta que empiecen las visitas escolares han buscado otros trabajos para conseguir ingresos. Granja Aventura es también un negocio familiar, con cinco integrantes que se mantienen. Su mes de visitas escolares es mayo, que esperan llenar este año porque otras actividades como las fiestas de cumpleaños o las despedidas de soltero prácticamente han desaparecido con la pandemia. Los animales parecen esperar también las visitas, aunque siguen aprovechando la tranquilidad y el silencio que se respira ahora a su alrededor.

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