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Los expertos aragoneses muestran sus reticencias al modelo de "contagio masivo" que valora Israel

Epidemiólogos e investigadores como Nacho de Blas o José Luis Jiménez afirman que si hay más transmisión se crearán nuevas variantes ante las que la inmunidad colectiva será breve y endeble.

La ómicron dispara los contagios globales, pero la OMS ve 2022 con esperanza
La ómicron dispara los contagios globales, pero la OMS ve 2022 con esperanza.
M. Reynolds

Dos años de batalla contra la pandemia han servido para diseñar estrategias, asumir errores, albergar nuevas dudas y, en definitiva, para dar pasos adelante y pasos hacia atrás. Con el desembarco de la variante ómicron, incluso países que parecían liderar la lucha contra el coronavirus y dar ejemplo al resto está revaluando sus decisiones: Israel está valorando en la actualidad eliminar restricciones y optar por el "contagio masivo" para volver a la normalidad cuanto antes. ¿Es una forma de tirar la toalla tras muchos y costosos esfuerzos? ¿Es una osadía o realmente una inmunización natural y generalizada podría acabar con la pandemia?

Los expertos no se ponen de acuerdo, si bien los epidemiólogos aragoneses no comparten la decisión que aún estudia Israel y que, de facto, hace meses que asumieron también otros países como Suecia o Reino Unido, donde las restricciones por la covid han sido prácticamente nulas desde que se comenzaron a inyectar las primeras vacunas. En estos países, con el número de positivos en su máximo desde hace un par de meses las autoridades optan por un contagio masivo frente a ómicron, siempre y cuando la red de hospitales pueda asumir el envite, esto es, procurar que los nuevos casos sean poco graves, no requieran hospitalización, ni se den todos de vez.

“A finales del 2020 ya hubo dos movimientos importantes en torno a dos declaraciones: la Great Barrington Declaration y el John Snow Memorandum”, explica el epidemiólogo Nacho de Blas. “Los primeros apostaban por el contagio masivo para lograr la inmunidad de rebaño y los segundos, entre los que me incluyo, por usar medidas preventivas para cortar la transmisión en la medida de lo posible”, argumenta. En este sentido, el también experto aragonés José Luis Jiménez, catedrático de Ciencias Ambientales y Química de la Universidad de Colorado, viene a desmentir la ilusión de que “si nos contagiamos todos rápido, se acabará la pandemia”. “Esto no funciona así. Más transmisión creará más variantes, y no hay inmunidad duradera para un virus que cambia rápidamente”, ha escrito recientemente en sus redes sociales.

La OMS confía en que el virus mute hacia variantes más infectivas pero menos letales 

Volver a la normalidad a través de una propagación masiva “entraña muchos riesgos porque la inmunidad, como se está demostrando, no es permanente. Ahora varía ente unos 6 o 9 meses y si aparecen nuevas variantes y llegan a todos los rincones será aún de más corta duración”, afirma De Blas, que no es partidario de promover los contagios “caiga quien caiga”. “Tampoco se dan todos los condicionantes que requeriría una inmunidad de rebaño: esta tendría que ser robusta, duradera y que el virus se propagara de forma homogénea por toda la población”, añade, evidenciando que son supuestos que en la actualidad no se cumplen. Así, aunque en la teoría y de forma conceptual parecería que dejar vía libre a la ómicron podría acercarnos a la normalidad, dejar que todo el personal se infecte, al margen de los problemas de presión en la Sanidad pública, haría bajar las defensas de forma generalizada y facilitaría la propagación de otras enfermedades.

Nuevas alas al debate sobre la conveniencia de un contagio masivo las dio el neumólogo español Javier Zulueta, que trabaja actualmente en el hospital Monte Sinaí de Nueva York. El médico afirmó en una reciente entrevista en Onda Cero que ómicron se expande tan rápido que podría lograr una inmunización generalizada y hacer desaparecer el nivel de pandemia. Según la OMS, los virus tienden a mutar en variantes más infectivas pero menos letales y "si nos quedáramos con esta variante para siempre sería su final, seguro". confía en que tras una subida tan vertical de los casos suceda como en Sudáfrica, donde también bajaron muy rápidamente. Zulueta, no obstante, incide en que “la vacuna no deja de ser crucial ante las nuevas variantes” porque, de hecho, la inmunización no se conseguiría de forma tan ‘natural’ como apuntan algunos sino que es artificial gracias al antídoto de Pfizer, Moderna u otra farmacéutica, que es la principal medida de contención contra el virus.

En opinión de Nacho de Blas, aún son necesarias otras medidas preventivas como la reducción de la movilidad, el uso de mascarillas o la imposición de aforos, y, ante todo, “mejorar las condiciones de partida, esto es, procurar una mayor depuración y desinfección del aire”. “En estos dos años hemos perdido una muy buena ocasión para poner cerco y trabas a este virus y otros respiratorios que pudieran dar en un futuro”, dice el experto, que añade que nunca hay que olvidar la ventilación cruzada. Para fundamentar sus tesis hace un símil con lo sucedido a comienzos del siglo XIX con la bacteria del cólera, que fue imposible de eliminar en sí misma pero sí se pudo limitar al tratar su fuente de transmisión. Así, cuando se comenzó a depurar el agua y surgieron las potabilizaciones se acabó con la causa de una cruenta enfermedad. “En estos momentos la siguiente ficha que hay que mover es mejorar la calidad del aire. Hemos avanzado restringiendo el tabaco y el humo de coches, pero hay que abordar el problema no solo desde el punto de vista físico-químico (las partículas en suspensión) sino desde lo microbiológico: impedir que haya tantos virus y bacterias en el aire”. Eso contribuiría a destensar el sistema sanitario y, por descontado, a volver a una normalidad sin mascarillas.

José Luis Jiménez ofrece otro apunte y es que si no se sigue luchando contra la transmisión, al margen de surgir nuevas variantes, la pandemia dejará otros problemas como el covid persistente que podría convertirse en “un grave problema para la salud pública para el que no estamos preparados”. Por ello no solo hace falta más concienciación sino también más investigación y unidades de atención post-covid. El profesor ofrece una estadística desalentadora: si con 700 millones de casos de SARS-COV2 han surgido variantes como la delta o la ómicron, ¿cuántas nuevas reinvenciones no pueden crearse con 3.000 millones de contagios de la cepa sudafricana?

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