Heraldo del Campo

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Lo que se cobra y lo que se paga por los alimentos que consumimos

Ahora que tanto se habla del encarecimiento de la cesta de la compra por el disparado coste de la energía, los agricultores y ganaderos recuerdan que lo que ellos cobran por sus producciones poco tiene que ver con lo que pagan los consumidores.

Los precios en los productos agrarios en los lineales de los supermercados multiplican hasta por diez veces lo que cobra el agricultor.
Los precios en los productos agrarios en los lineales de los supermercados multiplican hasta por diez veces lo que cobra el agricultor.
Pixabay

Con las celebraciones navideñas a la vuelta de la esquina, ya habrán podido comprobar que los menús de estas fiestas van a resultar mucho más caros que los de años anteriores. Pero no solo son los caprichos de Navidad los que cuestan más, sino que también lucen este aumento prácticamente todos los productos esenciales de la cesta de la compra.

La subida de la luz y del gas, el encarecimiento de los carburantes, el aumento de los precios de los transportes e incluso la dificultad para disponer de ellos y la crisis de materias primas, que está tensionando las cadenas de suministros de productos utilizados también en la alimentación (plástico, papel, cartón, vidrio), son los argumentos con los que se explica el incremento de los precios de los alimentos. Eso en el último eslabón de la cadena alimentaria, ese que se encuentra más cerca de los consumidores, porque en el primero, aquel en el que comienza la producción del alimento, se sabe bien lo que es tener que pagar más, pero no por eso recibe un cobro mayor.

Lo repiten constantemente los agricultores y ganaderos -especialmente ahora que no deja de hablarse del encarecimiento de los alimentos más básicos de la cesta de la compra-, que recuerdan que, al contrario de lo que sucede en cualquier empresa de cualquier otro sector, no pueden repercutir sus disparados costes al precio al que venden sus producciones. Y lo dice también el índice de precios en origen y destino (IPOD) que la organización agraria COAG lleva elaborando desde hace más de una década para denunciar el injustificado diferencial que existe entre el montante que recibe el agricultor y el ganadero por sus producciones y el desembolso que tiene que realizar el consumidor por adquirir esos mismos productos.

Pero aún más. El último IPOD correspondiente al mes de noviembre evidencia que los alimentos están más caros en los lineales de los supermercados este año que hace doce meses, pero también demuestra que eso es así aun cuando el precio en origen en este 2021 es incluso menor que en las mismas fechas del año anterior.

Una circunstancia en la que no deja de insistir todo el sector para que los consumidores no olviden que la subida del precio de los alimentos se va diluyendo (hasta prácticamente desaparecer) desde el eslabón final hasta el más débil, porque este es el camino que recorre la formación de precios en la cadena alimentaria.

Confían, eso sí, que este escenario comience a caminar en otra dirección (para bien de los productores) con las modificaciones añadidas (la última el pasado 3 de diciembre) en la Ley de medidas para mejorar el funcionamiento de la cadena alimentaria, reforma que las organizaciones agrarias aplauden, pero advierten que "no será suficiente".

Si durante las próximas celebraciones navideñas tiene pensado sorprender a los familiares con un menú que tenga como ingrediente principal ternera con guarnición de patatas, si va a acompañarlo con una variada ensalada, si le gusta salpicar su marisco con limón o tiene previsto preparar un refrescante sorbete de mandarina, ya se ha habrá dado cuenta de que el recibo de su cesta de la compra es más elevado que el del pasado año.

Dicen los expertos que se debe a los disparados costes de la energía y de los carburantes, y con ello al encarecimiento de vidrio, cartón, plástico y, por supuesto, el transporte. También por las altas cotizaciones de las materias primas con las que se elaboran los piensos que alimentan al ganado.

Pero no son estos los únicos factores que influyen en la formación de precios de la cadena alimentaria. El sector añade a la lista la falta de regulación de los mercados a nivel europeo, "que se ha ido eliminando de la PAC"; la liberalización comercial que permite que las importaciones lleguen a nuestros mercados a precios muy bajos "porque se han producido en condiciones distintas a la producción europea" y también la entrada de fondos de inversión de capital riesgo o diferentes operaciones a futuro que el que vende trigo no lo tiene y el que lo compra no lo quiere, lo que "genera especulación, desestabiliza los mercados y provoca distorsiones".

No todos ganan en esta ganancia. Lo cierto es que el viaje que realiza el producto desde el campo o la granja hasta la mesa se va encareciendo en cada parada (intermediarios, industrial, distribución) hasta multiplicarse, en algunos alimentos, hasta diez veces. Lo dice el índice de precios en origen y destino (IPOD) que elabora cada mes, desde hace trece años, la organización agraria COAG, en la que se integra la aragonesa UAGA. El relativo a noviembre deja claro que los precios de los alimentos son más caros que en esas mismas fechas del pasado año en todas las categorías analizadas. Pero solo sucede así en las cifra de destino, porque lo que los agricultores y ganaderos recibieron por sus producciones el pasado mes llega a ser en algunas categorías incluso menor a lo que percibieron en noviembre de 2020.

Hasta cinco veces más

Según el índice de COAG, el precio de los productos agrarios se multiplicó en noviembre casi cinco veces desde su salida del campo hasta su presentación en los lineales. Fue mayor el diferencial en los productos agrícolas (5,42 veces), mientras que el de los ganaderos se incrementó algo más de tres veces.

Pero estas cifras se quedan muy cortas cuando se examinan algunos de los productos analizados. El caso más llamativo lo protagonizan los limones. Mientras que los agricultores cobran por cada kilo 0,25 euros, el consumidor tiene que desembolsar diez veces más, esto es, 2,65 euros. Sucede lo mismo con las naranjas, cuyo precio en origen es apenas 0,15 euros por kilo, pero en los lineales de los supermercados se venden a 2,82 euros. Y en un producto tan protagonista en estas fechas como la uva de mesa, el diferencial es nada menos que del 493%, ya que el agricultor cobra por cada kilo 0,75 euros, pero el consumidor paga 4,45 euros.

"Llevamos haciendo este índice desde hace 13 años y lo que comprobamos es que cuando el consumidor paga un elevado precio en el lineal eso no repercute en el origen y que los márgenes se agudizan cuando el productor recibe un precio muy bajo, es decir, el precio a venta al público suele ser muy estable, pero el precio en origen tienen grandes oscilaciones", explica Álvaro Areta, técnico de COAG. Por eso sucede, añade este experto en mercados, que cuando el precio en origen cae a niveles muy bajos e inferiores a los costes de producción es cuando se producen esos márgenes tan desproporcionados".

Y todo esto sucede porque "el agricultor no puede poner un precio a sus productos", señala Areta, ya que en la cadena alimentaria el precio se fija al final y a partir de ahí se va descontando en cada eslabón beneficios y costes hasta que llega al primero. "Si entonces este queda por encima de los costes, perfecto, pero si es por debajo, ahí te apañes", lamenta el técnico de COAG.

Evitar la pérdida de valor

Esta pérdida de valor es la que quiere impedir la ley de la cadena alimentaria. Una norma nada nueva -se publicó en 2013-, que ha sido recientemente reformada con el fin de establecer unas relaciones comerciales "más justas, equilibradas y transparentes", como defiende el ministro Luis Planas.

Así, cada operador debe pagar al inmediatamente anterior un precio igual o superior al coste de producción asumido y es obligatorio formalizar el contrato por escrito (para lo que se creará un registro) en todas las operaciones comerciales y las operaciones con pago al contado. La nueva norma, a la que están sujetas por primera vez empresas de hostelería y restauración y servicios de alojamiento, prohíbe la venta a pérdidas en el último eslabón, por lo que la distribución no podrá ofrecer al público productos alimenticios a un precio inferior al pagado por su adquisición.

"Ya en 2013 la ley era un paso adelante, una norma pionera que en 2020 introdujo un cambio de paradigma al establecer que los precios debían incluir los costes efectivos de producción, lo que ha generado polémicas y resistencias pero que incluso están intentado copiar otros países europeos", señala Areta. Con la modificación aprobada recientemente "se ha vuelto a dar una vuelta de tuerca", señala el técnico, que reconoce que en COAG "hay satisfacción" porque en la modificación de la ley hay elementos que avanzan en la línea de lo solicitado por el sector. Pero lo deja bien claro: "¿Es suficiente la ley? No. ¿Va a solucionar los problemas mañana?, no", asegura Areta, que detalla que los cambios son profundos, pero ahora hace falta que se conozca la ley y, sobre todo, que se aplique tanto por parte del organismo de control (AICA) como por parte de las comunidades autónomas.

"Hace falta que cambie la mentalidad, pero lo cierto es que ya tenemos una herramienta que nos puede servir para ir mejorando en el futuro y trabajar de cara a esos cambios tan necesarios", añade.

Incremento "récord" en los precios de los alimentos más típicamente navideños

El incremento de los precios de los alimentos típicamente navideños durante el mes de diciembre "está batiendo récords históricos". Lo advierte la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) tras analizar, como hace desde hace años, el precio de 15 alimentos más habituales en estas celebraciones y de gran demanda en estas fechas en mercados municipales, supermercados e hipermercados de Albacete, Barcelona, Bilbao, Madrid, Sevilla, Valencia, Valladolid y Zaragoza. En concreto, recoge el precio del cordero lechal para asar por cuartos, el redondo de ternera, la pularda, el pavo, el jamón ibérico de cebo al corte, la lombarda, la piña, el besugo, la lubina de acuicultura, la merluza al corte, las angulas, los langostinos cocidos, los percebes gallegos, las almejas y las ostras. Este segundo estudio, que sucede a uno realizado hace dos semanas, recoge los precios después del puente de la Constitución evidencian ya una subida del 13% de media respecto a estas mismas fechas de 2020.

Sin embargo, la organización de consumidores insiste en que el comportamiento de los precios varía mucho según el producto. Así las mayores subidas se han producido en las angulas (47%), la pularda (35%), las almejas (30%), las ostras (22%) y la piña (21%).

Pero también se en encarece el el cordero lechal (16%) y la lubina (10%). Y, aunque en menor medida, consumir langostinos en un 6% más caro que en estas mismas fechas del pasado año, el precio del pavo y el del jamón ha aumentado un 4% y lo ha hecho en un 3% el del redondo de ternera. Hay bajadas, pero "solo", dice el análisis de la OCU en los percebes (-7%) y en la lombarda (-2%). Y se mantienen en precios similares a 2020 la merluza (un 1%) y el besugo (2%).

No es este el único estudio que realiza este organismo en las fechas anteriores a la Navidad para conocer el comportamiento de los productos que lucen en las mesas familiares. Ya hicieron uno previo entre el 9 y el 11 de diciembre, y realizarán un tercero en fechas próximas a la Nochebuena.

Si los datos de este segundo estudio se comparan con los de hace dos semanas, la subida media ha sido del 6%, dice la organización de consumidores, que insiste en que la única bajada significativa es la que se ha producido en las angulas y que se cifra en un 11%.

Los datos son especialmente significativos si se comparan con los precios que estos alimentos lucían en 2015. Según la OCU el coste medio es ahora un 42,7% mayor que entonces, "lo que habla de cómo se han encarecido los productos navideños en unos pocos años", señalan sus responsables, que insisten en que la mayoría de estos alimentos "están ahora más caros de lo que han estado nunca".

Por eso, recomienda a los consumidores que quieran evitar las subidas típicas de Navidad que adelanten compras o sustituyan los productos más caros por otros alternativos más económicos, que, aunque tengan menos demanda, pueden resultar igual de interesantes desde un punto de vista nutricional.

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