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¿Quién come en un supermercado y por qué?

Trabajadores, estudiantes o familias con rentas modestas ocupan los comedores que algunas cadenas, como Mercadona, han habilitado.

'Corner' de comida lista para comer.
'Corner' de comida lista para comer del Mercadona que acaba de abrir en la avenida de Goya de Zaragoza.
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Comer en un supermercado no suena a planazo de fin de semana ni vale como propuesta sólida de cara a una primera cita. Pero, para sorpresa de muchos, lo cierto es que la oferta de las cadenas tiene su público. Las superficies comerciales con comedor, cada vez más numerosas, son el último refugio de muchos trabajadores, estudiantes, familias con rentas modestas y otras personas que, por los avatares de la vida moderna, carecen de uno de los recursos más cotizados: tiempo. 

Es el caso de María Pilar, que este pasado viernes apuraba unos macarrones en el local que Mercadona acaba de abrir en la avenida de Goya de Zaragoza, donde un pequeño comedor similar al de muchas empresas ofrece la posibilidad de calentar e ingerir la comida medio minuto después de haberla pagado. “Es lo que hay. Preferiría comer de menú a diario o cocinar en casa. Pero no hay horas en el día ni dinero para darme el gusto de ir cada día a un buen restaurante. Hasta ahora solía comprar algo para llevar y subirlo a la oficina, pero este es un buen recurso, que además me pilla cerca del trabajo”. María Pilar no duda cuando se le pregunta si repetirá. “La comida no está mal, hay variedad, comes rápido y caliente y sale bien de precio”, resume.

También la falta de tiempo animó a Javier y Ahmed, profesionales en el ámbito de la construcción, a entrar en el supermercado en busca de algo de comer, en este caso, paella (4,5 euros la ración) y dos porciones de pizza (1,50 euros cada una), respectivamente. “Estamos trabajando en una reforma de una vivienda aquí al lado, así que queremos comer rápido, sin esperas y sin gastar mucho dinero”, cuenta el primero de ellos, que nunca antes se había sentado a comer en un establecimiento de este tipo. “Lo veo como cualquier otro bar, no tiene nada de especial, ni para bien ni para mal”, valora, antes de encarar los servicios públicos -otra de las novedades del negocio- para lavarse las manos.

Tras ellos, un nutrido grupo de estudiantes universitarios se llevaba medio mostrador. Dos pizzas de masa gruesa (10 euros cuesta una entera), costillares (6,5 euros) y una tortilla (7 euros por una completa) constituían el grueso de su comida. “Nos la llevamos al piso de una compañera, aquí cerca, y podemos compartir y probar varias cosas”, razonan.

El pequeño comedor de Mercadona en su local de la avenida de Goya, en Zaragoza.
El pequeño comedor de Mercadona en su local de la avenida de Goya, en Zaragoza.
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La multinacional sueca Ikea amuebló en la cabeza de los españoles la idea de comer en una superficie comercial, algo inédito hasta el momento en el país, pero algo más común en otras latitudes del continente europeo. Y lo ajustado de los precios y el fetiche en torno a algunos de sus platos, como las albóndigas, empujó a una legión de fieles hacia sus almacenes, por lo general ubicados en centros comerciales (como Puerto Venecia) o en las afueras de las ciudades. Mercadona ha ido introduciendo esta oferta en los locales que cuentan con cocina, donde varios empleados se afanan en mantener el escaparate lleno a la vez que despachan los pedidos. “Está funcionando realmente bien, sobre todo algunos platos como la paella. Todos los días, y sobre todo hoy, antes del puente, vienen clientes de forma continua”, explicaba uno de los trabajadores. El rincón estaba hasta arriba poco antes de las 14.00 de este viernes y algunos platos, como la paella (4,5 euros la ración) o la ensaladilla (3,5 euros) se esfumaban poco después de salir de los fogones.

“Soy una cocinera horrible y vivo aquí al lado. Para mí es una forma sencilla de comer un plato casero, por decirlo de alguna forma, a un buen precio y sin perder tiempo”, contaba Ana, que se llevaba a casa una generosa ración de lentejas (3,5 euros) y dos croquetas de cocido (0,70 euros cada una), así como dos porciones de tortilla de patatas (1,75 euros por unidad). Estas últimas, “para cenar por cuatro duros sin caer en los congelados”.

Plato de paella de Mercadona.
Plato de paella de Mercadona.
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La tendencia de comer en una superficie comercial ha llegado, al parecer, para quedarse. Pablo de la Rica, Gerente de Retail de la Asociación de Fabricantes y Distribuidores (AECOC), señala que “la vida urbanita hace que se disponga de muy poco tiempo para cocinar, al mismo tiempo que se busca una opción de comida saludable y de calidad, lo que lleva a los consumidores a buscar conveniencia e inmediatez, sin dejar de lado la alimentación sana y variada”.

“Estos nuevos hábitos de consumo han propiciado el crecimiento de los conocidos como ‘mercaurantes’, que ofrecen una solución casera, tradicional, asequible y cercana. Por un lado, los supermercados han construido espacios híbridos donde la tienda de alimentos convive con comedores y comida lista para llevar o comer en el propio local. Al mismo tiempo, se da respuesta a la necesidad de crear experiencias alrededor del acto de compra para atraer a un consumidor cada vez más reacio a visitar el local”, concluye.

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