Descubrir La Alfranca y comer bien en Casa y Tinelo

Ya está instalado en el gusto de muchos zaragozanos; los domingos y festivos, el desfile por el camino hacia la Alfranca se convierte en un rosario de andarines y ciclistas que se acercan al enclave del municipio de Pastriz (lindante con el de la Puebla de Alfindén) para disfrutar de un espacio singularmente bello junto al Ebro, donde la flora y la fauna eclosionan generosamente a lo largo y ancho del camino; el Galacho de la Alfranca posee un bosque de ribera especialmente rico, y se constituye en parada y fonda de aves migratorias. Además, hay visitas muy recomendables en la meta del camino; para empezar, el Centro de Interpretación de la Naturaleza de Aragón Espacio Alfranca, que actualmente puede visitarse fines de semana y festivos, de 10.00 a 14.30 y de 15.30 a 18.00. allá puede saberse un poco más del medio fluvial y también de agricultura y regadío.

Por si fuera poco, La Alfranca mantiene todo el año un singular programa cultural. La finca, que es propiedad de la Diputación General de Aragón, alberga diversas manifestaciones artísticas sensibles con el respeto a los espacios naturales, que van desde ‘performances’ visuales –las de Nacho Arantegui, que acaban de realizarse, son espectaculares– a exposiciones, talleres y eventos deportivos. El Palacio de los Marqueses de Ayerbe propone este otoño la muestra ‘Coordenadas’ del pintor aragonés Alejandro Boloix, con 74 obras relacionadas con el entorno natural y especial atención al agua; seguirá en los muros y salas del palacio hasta el 12 de diciembre. Mientras tanto, el Jardín de las Rocas seguirá ejerciendo de imán para los paseantes. Inaugurado en 2008 y diseñado por Carlos Martín Lamoneda y Antonio Blasco Sancho, parece un remedo juguetón de Stonehenge, pero las formaciones de piedras rituales siguen realmente un patrón mucho más curioso; el juego de la oca, con elementos como la noria, el pozo, la cárcel, la muerte, la posada o el puente. Además, el Jardín propone retos con un juego de pistas apoyado en misteriosas geodas.

El premio cercano

Carlos Escanilla está al frente de Casa y Tinelo, restaurante de Movera casi en la linde con Pastriz. Lo de tinelo alude a un cuarto típico de las viejas torres aragoneses, que servía de comedor para la servidumbre de la finca. Carlos proviene de una familia ganadera (la explotación principal está en la trasera del restaurante) y lleva 12 años y medio al frente de su empeño hostelero.

"Todo esto surgió –cuenta Carlos– tras una crisis. Somos ganaderos y mayoristas de vacuno, y tras las vacas locas, que golpearon duramente nuestro negocio, pensamos en algo alternativo. Contábamos con este emplazamiento, nos parecía adecuado y bien comunicado, llegaba la Expo… empezamos a pensar el proyecto entre mi hermano Enrique y nuestro socio José Manuel Baquedano, y a buscar personal".

El primer fichaje para los fogones fue oscense. "Sí, Mariano Andrés, un gran profesional; desde el primer día fueron bien las cosas, fuimos creciendo, ampliamos estructuras al aire libre con la pandemia… además, el jardín con juegos infantiles a cierta distancia de las mesas es una gran ventaja para que los adultos también puedan disfrutar la experiencia plenamente. El otro sábado teníamos a 32 niños en el servicio del mediodía, jugando en esa zona".

Entre semana Casa y Tinelo también tiene una ocupación elevada, pero hay más posibilidades de conseguir mesa. "Tenemos sobre todo gente de empresa de lunes a jueves, abrimos también para cenas de jueves a sábado; abundan las comidas de equipos de trabajo, o de empresarios con clientes y proveedores. También gente de paso, que viene por la autopista y debe mirar en Google dónde comer, aunque si te soy sincero no soy muy de redes, prefiero dejar un buen recuerdo con la experiencia directa, que también se cuida en el trato; aquí somos amables, no pesados".

La vaquería

El abuelo de Carlos era vaquero de leche; el padre ya optó por el engorde de terneras, que tiene una carne de mayor calidad por su gran infiltración de grasa. "Llevamos nuestra carne a establecimientos especializados, y para el restaurante hacemos una selección minuciosa, intentando tener siempre lo mejor. El hito es estar llenos cada día, y que la gente vuelva, más que los premios, aunque alguno ha caído; hace unos años ganamos el concurso de tapas de Zaragoza con el tataki baturro que preparó Rubén Martín, nuestro chef entonces, que ahora tiene negocio propio; la borraja era un elemento esencial en su elaboración.

Para alegrar el paladar en Casa y Tinelo los fines de semana hay que reservar con mucha antelación; a pesar de tener mucho espacio, se llena. Dentro va surgiendo la magia. "Ahora tenemos dos grandes jefes de cocina, Juanjo Manero desde hace seis años y Adrián Armingol, desde poco antes de la pandemia, con el apoyo en las elaboraciones de Jenny y Gabriela; aquí la gente viene buscando comer bien, con ciertas expectativas; parece una obviedad, pero es algo que nos tomamos muy en serio. De hecho, la tradición oral sobre el tinelo asegura que muchas veces se comía mejor ahí que en la mesa principal de la morada. La ternera es nuestro plato estrella, en todas sus versiones; también trabajamos bien el ternasco de Aragón y los productos de temporada; desde el principio cuidamos mucho las opciones para celíacos y otras intolerancias, aunque casi todos nuestros platos son aptos para celíacos, ya que lo tenemos muy en cuenta".

La verdura y la carnes son un lujo en este restaurante, pero los postres no se quedan atrás. "En los últimos meses –dice Carlos con satisfacción– lo que más me pide la gente es nuestra torrija de pan brioche con natillas y helado de galleta María; la servimos todo el año. Los postres de Casa y Tinelo son todos caseros, de eso estoy muy orgulloso. Por suerte, hay más, y la carta va variando con cierta periodicidad, aunque hay algunas especialidades que se quedan más tiempo, a petición de los clientes".

Una petición de cliente para cerrar; ojalá vuelva el canelón de txangurro.

Rincones mágicos & Gastronomía

La Alfranca/Casa y Tinelo. El Camino de La Alfranca y la finca del mismo nombre, equidistante entre Pastriz y La Puebla de Alfindén, es una caja de sorpresas. Después de disfrutar de la naturaleza, una gran opción para reponer fuerzas en la zona (en este caso, en la cercana Movera) es Casa y Tinelo, uno de esos restaurantes a los que se llega con grandes expectativas y de los que se sale confirmándolas.

Un enclave perfecto para alimentar la curiosidad y el cuerpo

La Alfranca es un centro neurálgico aragonés en cuanto al conocimiento sobre la naturaleza, y los elementos de consulta allí presentes se suceden en varios frentes. La firma Paleoymás, a través de sus especialistas en medio ambiente y museística, diseñaron hace ya un par de años una exposición sobre el medio natural del entorno de Zaragoza, con información detallada sobre el Camino de La Alfranca.

El espacio de la muestra está situado en el edificio de las antiguas caballerizas de La Alfranca; hay que recordar que esta finca posee un conjunto arquitectónico declarado Bien de Interés Cultural, y restaurado en 2005, con el Palacio de los Marqueses de Ayerbe y el Convento de San Vicente de Paúl como gemas principales. La exposición, además de desmenuzar en imágenes y datos los 16 kilómetros de corredor verde en los que se articula este camino, también se centra en la Red Natural de Aragón, que incluye espacios naturales protegidos y otros catalogados por su interés ecológico, paisajístico y cultural.

Para reponer fuerzas, los visitantes tienen dos opciones en el mismo entorno de la finca; el merendero con mesas junto al paseo central, justo entre la zona de aparcamiento y la entrada a los jardines del Palacio de los Marqueses de Ayerbe, y la cafetería y restaurante que hay junto a la entrada de los jardines de dicho edificio, con buena afluencia los fines de semana y amplia variedad en la carta.