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La pandemia deteriora la salud de los mayores y agrava los problemas de soledad no deseada y depresión

Los expertos coinciden en que el confinamiento obligatorio y los autoimpuestos han empeorado cuadros médicos e incrementado los casos de depresión.

Aquellos mayores que han seguido ejercitándose han mantenido un mejor estado de salud.
Aquellos mayores que han seguido ejercitándose han mantenido un mejor estado de salud.
Guillermo Mestre

Ningún colectivo está sufriendo la pandemia como la tercera edad. No solo desde la fría perspectiva de las cifras -la media de edad de los fallecidos ronda los 85 años-, sino también desde el punto de vista psicosocial: son los mayores quienes más se están aislando con la intención de minimizar los contactos. Unas reclusiones precedidas de un confinamiento domiciliario obligatorio y que suponen un empeoramiento en el estado de ánimo y en su salud. Paloma González, presidenta de la Sociedad Aragonesa de Geriatría y Gerontología, es tajante: "El impacto es innegable, pues el hecho de romper las rutinas, restringir la movilidad y reducir el acceso a la atención sanitaria de la población mayor en ninguna circunstancia le puede hacer ningún bien. Y los efectos ya los estamos viendo".

A lo largo de tres meses, de marzo a junio, se redujeron de forma drástica las visitas a las consultas de Atención Primaria. “Durante el confinamiento, la gente dejó de acudir a los centros sanitarios, por miedo o porque directamente se desincentivaba. No olvidemos que las actividades preventivas y la mayor parte de las quirúrgicas se han limitado o, incluso, suspendido. Como consecuencia, hemos comprobado que ha disminuido la presentación de cuadros de ictus e infarto de miocardio en las urgencias, cuando tenemos clara cuál es la incidencia en la población. Son patologías que se han seguido produciendo, pero que no se han atendido correctamente”, lamenta la geriatra. Los médicos comprueban, asimismo, cómo algunos usuarios están regresando ahora a las consultas en peores condiciones que antes de la pandemia. “Ocurre, por ejemplo, con los pacientes respiratorios en el ámbito de la neumología. Se nota que la enfermedad ha progresado”, apostilla González, quien subraya la importancia de “mantener la atención sanitaria habitual”.

Otro ámbito en el que los mayores se han visto afectados es el psicológico: “No hay precedentes. Nuestros abuelos, por mucho que hayan vivido una guerra, no se han enfrentado a algo similar a esto nunca. Es una generación que vive del contacto físico y social y que, al no estar plenamente capacitada para el uso de la tecnología, ha acusado de forma especial el aislamiento, que les ha afectado a nivel anímico y, por consecuencia, en la salud física”.

"Han disminuido los cuadros de ictus e infarto de miocardio en las urgencias, cuando tenemos clara cuál es la incidencia en la población"

También el hecho de contar con un espacio reducido, con apenas un pasillo por el que caminar, ha sido un factor determinante para la salud de la tercera edad. “Estar parados ha sido fatal para muchos. En pacientes con un deterioro cognitivo, esa pérdida de sus rutinas, esos paseos de media hora por la mañana y por la tarde que dejaron de hacerse, ha supuesto un duro golpe, sobre todo porque son personas con una capacidad limitada para readaptarse. Romper esas rutinas implica un impacto neuropsicológico, que en cada caso ha podido derivar en un agravamiento sintomatológico y conductual o en trastornos del ánimo, depresión e irritabilidad”.

La soledad como virus

Pese a la buena intención, las medidas restrictivas supuso para muchos la pérdida de un contacto con el exterior. “La pandemia ha llevado a muchos mayores a un aislamiento, a quedarse descolgados de la vida social, tan importante para su salud y autoestima”, apunta Javier Mediel, experto en salud mental y en pedagogía social en la Asociación de Trastornos Depresivos de Aragón. “El confinamiento obligatorio agravó los problemas de soledad, pero es que un importante grupo de la población sigue encerrado en casa, con miedo, lo que ha empeorado los cuadros depresivos. Tienen más incertidumbre, miedo y angustia”, añade.

Mediel, que también es presidente del Consejo de Salud del barrio de San Pablo, en Zaragoza, considera que quienes peor lo pasaron durante el confinamiento domiciliario y que peor siguen pasándolo son los mayores que viven en edificios sin ascensor: “Esa obligación de hacer compras voluminosas para reducir las salidas les resultan especialmente complicadas. Menos mal que hemos visto emerger redes vecinales de apoyo que, en algunos casos, minimizan la problemática”.

"La soledad no deseada ya era un problema antes de la pandemia, pero se ha agravado"

El presidente del Consejo Aragonés de las Personas Mayores (Coapema), Francisco Javier Iriarte, es directo al ser consultado sobre el impacto de la pandemia en la tercera edad: “Estamos en la diana del virus, no solo sanitariamente sino también a nivel social y psicológico. La soledad no deseada ya era un problema de calado antes de la pandemia, pero con esta se ha agravado. Estas personas se han retraído y han dejado de tener visitas. Además, las restricciones en la movilidad les impiden socializar, acudir a centros de día o contactar con grupos de amigos para realizar actividades. Las implicaciones en la salud mental pueden ser importantes”. Asimismo, el portavoz de Coapema subraya que los mayores se están sintiendo “con miedo e inseguros” debido a la avalancha de noticias negativas, lo que “empuja a una depresión colectiva”. Por eso anima a “mantenerse activos, tanto mental como físicamente, dentro de lo posible”.

Miedo en las residencias

En las residencias, y debido a la frágil salud de sus internos, se están viviendo momentos complicados. No solo debido a la afección directa del covid-19, que tratan de sortear con mejor o peor suerte, sino también por el peso del aislamiento en muchos de los mayores. “Hacemos todo lo posible para que no se sientan solos, pero en ocasiones resulta inevitable. Viven con mucha tristeza no poder ver a sus hijos y nietos. Las personas en su situación requieren contacto humano, cercanía, no terminan de entender las videollamadas”, relata Inmaculada García, directora de una residencia en Garrapinillos.

Hay residentes que no terminan de comprender la coyuntura. “No entienden muy bien qué pasa, no saben por qué no tienen visitas. Eso, a algunos, les lleva a dejarse, a no comer o no cuidarse. Los que sí comprenden qué ocurre se sienten muy afectados por las noticias, por ese machaque diario con el que parece que las residencias son lugares a los que se viene a morir”, lamenta Inmaculada. Fuentes del sector apuntan, sin embargo, que no ha descendido la ocupación en los centros residenciales y que la demanda sigue al mismo nivel que antes de la pandemia.

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