Zaragoza apadrina el 'sinsombrerismo'

Entre el final de los felices años 20 y el inicio de la orogenia de los años 30 en España, la capital aragonesa apadrinó una singular tendencia, el 'sinsombrerismo', esto es despojarse de la prenda que cubre la cabeza.

La moda quedaba implantada, y al llegar el verano siguiente, aquellas docenas de legionarios del ‘simsombrerismo’ se habían convertido en centenares", decía la edición de HERALDO del 14 de julio de 1931
La moda quedaba implantada, y al llegar el verano siguiente, aquellas docenas de legionarios del ‘simsombrerismo’ se habían convertido en centenares", decía la edición de HERALDO del 14 de julio de 1931
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Retirarse durante un breve lapso temporal el sombrero y exclamar "¡Chapeau!" constituye un hecho de admiración. ‘Chapeau’, huelga decirlo, significa sombrero en francés. En español podríamos traducirlo como sombrerazo. El gesto en sí mismo denota que el sombrero formaba parte del vestuario masculino. La moda, la tendencia, sufrió una alteración en los veranos cercanos al Crack del 29. Se desplomó la bolsa y algunos caballeros decidieron desprenderse del sombrero también. En España, el gesto no fue compartido del mismo modo en todas la ciudades, pero Zaragoza figuró a la cabeza del ‘sinsombrerismo’.

"Hace cuatro temporadas veraniegas, un señorito cualquiera, acaso un deportista o un aficionado al naturismo, tuvo la ocurrencia de dejarse el sombrero colgado en el perchero de su casa. Y en tal guisa, mostróse por calles, paseos y plazas a las atónitas miradas de sus conciudadanos. La moda quedaba implantada, y al llegar el verano siguiente, aquellas docenas de legionarios del ‘simsombrerismo’ se habían convertido en centenares", decía la edición de HERALDO del 14 de julio de 1931. "En Zaragoza se vendía durante el verano catorce o quince mil sombreros. Este año escasamente daremos salida entre todo el gremio a dos centenares", se lamentaba un comerciante en la crónica. En cuatro años cerraron 40 fábricas de sombreros de paja en España. Y eso que en Madrid. Barcelona y Bilbao, el ‘sinsombrerismo’ encontró una acogida muy inferior.

La singularidad de Zaragoza, una referencia fiable de la moda

Conviene considerar la etiología en todo razonamiento. Saber de dónde vienes para saber dónde vas. También, la etimología. Si los griegos nos enseñaron la democracia, los romanos nos legaron el Derecho Romano (con adecuada mayúscula). Y el latín, al que no le ponemos mayúscula aunque la merece. Moda en latín se escribe modus: modo, medida. De allí se nutre nuestra lengua. Y también la francesa: ‘mode’, esencial siempre, como París. Y el italiano: ‘moda’, pero también ‘stile’, y, sin ninguna duda, ‘identità propria’. Sí, gravitamos sobre Milán.

España no es París ni Milán, pero también hay ciudades referenciales. En el caso de Zaragoza, incluso indicadores. Igual que Aragón es Ohio, Zaragoza representa una ciudad test. Grandes cadenas comerciales así la consideran para valorar sus productos, también en moda. Cruce de caminos, cruce de culturas, de corrientes, entre Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia. Lo dicho, Ohio también a la hora de cubrirse (o descubrirse) la piel.

Hubo un tiempo en que la moda representaba una herramienta que la clase alta utilizaba para diferenciarse, un práctica distintiva de quienes podían realzar la belleza frente a los que no les quedaba tiempo para la estética. Trajes de fiesta para quienes solo podían ir de fiesta. La Crisis del 29 también se trasladó a la moda. El gusto, el uso en este tiempo determinado, palidece. El glamur de los años 20, la alegría inmediatamente posterior a la Gran Guerra, se extingue. Solo el rock moverá el cotarro e invitará a mover el esqueleto ya en los 50. Después, los inolvidables ‘sixties’ nos enseñarán que no solo se puede marcar tendencia cubriendo, sino destapando. Destapando que también es descubriendo: la minifada, el bikini... El progreso también se plasma en la pasarela, aunque a muchos modistos les censuraran después que crearan solo para la propia pasarela y no para la gente. Moda exclusiva, no inclusiva.

El veredicto de Zaragoza, como fiable indicador, siempre contó. La Academia General Militar atrajo influencias. La instalación de la Base Americana, a mitad del siglo XX, captó tendencias del otro lado del Atlántico. Por eso las hamburguesas llegaron a Aragón mucho antes que a otras tierras de España. Y el pop y el rock. Y, claro, los pantalones vaqueros. En medio de la antigua normalidad, aparecieron nombres sobresalientes. Pertegaz se instaló en Barcelona e incluso abrillantó a la reina Letizia. Marcén, en la calle Escar, vistió a la reina emérita, Sofía. Monterde también marcó una época en la calle Alfonso, Qué decir de Pepe Reblet en la calle Cádiz. Entonces Zaragoza definía el canon. Aquí se vestían iconos como Raphael y Camilo Sexto. La nueva normalidad no nos remite exclusivamente al año 2020. Nos traslada a establecimientos multimarca, a venta en portales virtuales, a internet, allí donde el algoritmo ejerce de sastre. Pero una cosa son los números y otra la clase...

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