cartas de recuerdo

"Gracias, abuela, por lo que has hecho por mí; gracias, mamá, por ser mi referente"

HERALDO publica doce cartas manuscritas de otros tantos aragoneses que perdieron a sus seres queridos o que han trabajado de forma directa con aquellos que nos dejaron para siempre. Juan Guerrero Blanco, abogado y economista. Su madre logró vencer al virus; su abuela, lamentablemente, falleció.

Aragóm
Juan Guerrero, redactando la carta.
Laura Uranga

Van pasando los días, días mucho más largos de lo habitual desde que comenzó toda esta pesadilla. Infinito tiempo para pensar e innumerables recuerdos que no paran de pasar por mi cabeza. La mayoría de ellos dedicados a vosotras, que habéis dado vuestra vida para que haya podido salir adelante: Araceli y Teresa, madre y abuela, respectivamente, de un afortunado como yo, que estos días puede trabajar desde su casa, pero que cuando deja de hacerlo no puede olvidar lo que este virus se ha llevado.

A finales de marzo, diste positivo, Araceli, en el test de la covid-19. Tu trabajo en el laboratorio del hospital Miguel Servet hacía que fueses una persona con mayores probabilidades de contagiarse. Para la familia fueron días de estar separados y de preguntar constantemente cómo te encontrabas. Por suerte y pese a que tuviste días complicados en casa, conseguiste dejarlo atrás. No tuviste tanta suerte, abuela Teresa, que en abril te contagiarte con varios compañeros de residencia. Te fuiste, abuela, con casi 93 años, esposa de Benito y madre de cuatro grandes personas. Tu vida nunca fue fácil. Viviste la niñez entre la pobreza y la guerra. Tu juventud y madurez, dedicada en cuerpo y alma a trabajar para salir adelante y criar a tus hijos: Araceli, Miguel, Benito Román y Domingo. Desde pequeño he tenido ejemplos muy cerca de mí de los que copiar conductas y comportamientos, y estoy muy orgulloso de ello. Sois responsables, honestos, trabajadores y educados. Llevo 29 años intentando parecerme a vosotros.

Pude conocerte a ti, abuela Teresa, cuando ya te acercabas a los 70 años. La edad nunca fue un impedimento para poder divertir a tu nieto, hijo único y sin ningún primo (Saúl y Lucía llegaron años después) que jugase con él. Para el recuerdo eterno quedará una larga mañana en la que estuvimos jugando los dos solos con un balón de fútbol, en una desgastada portería del colegio público de Ares (A Coruña), el lugar mágico donde todos los veranos nos juntábamos en familia para poder hacer los recuerdos que nos hacen felices.

Mi recuerdo de ti, abuela, no puede ser mejor y, como pude decirle en mis últimas palabras, te guardaré en el lugar más privilegiado de mi memoria. Me tuve que conformar con hacértelo llegar a través de un vídeo. Gracias, abuela, por todo lo que has hecho por mí, y gracias, mamá, por ser mi gran referente de superación. Os quiero mucho. Siempre os querré. 

>> LEE EL RESTO DE CARTAS EN EL ESPECIAL DE HERALDO.

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