patrimonio

El saqueo de Roda de Isábena: un botín que sigue en paradero desconocido 40 años después

El robo del 7 de diciembre de 1979 fue uno de los más célebres de los que consumó el famoso ladrón Erik el Belga. Los vecinos aún recuerdan con dolor aquella noche en la que les arrebataron piezas de arte sacro muy valiosas.

Tapiz de Roda en el museo de Huesca. Huesca. 28/04/2017/foto Javier Broto/ [[[FOTOGRAFOS]]]
Tapiz de Roda, que recuperó la Guardia Civil en 2012 y hoy se expone en el Museo de Huesca.
Javier Broto

El carismático párroco de Roda de Isábena José María Lemiñana, ya fallecido, siempre lo recordó como uno de los días más tristes de su vida. Él fue uno de los descubridores del robo del tesoro de la antigua catedral cuando, el 7 de diciembre de 1979, al poco de despuntar el alba y acompañado por su amigo Delfín Fillat, comenzaban su jornada laboral y vieron tiradas sobre la escalinata de acceso varias de las tallas que entonces se guardaban en el coqueto museo, situado en el refectorio que se abría al claustro.

Inmediatamente se dirigieron hacia la entrada a este recinto, en cuya puerta el gato hidráulico utilizado por los ladrones para reventarla había dejado unas manchas de aceite en el suelo. Lo que vieron dentro les heló el corazón y les dejó un permanente poso de amargura que ya no les abandonó: el museo había sido saqueado a conciencia y habían desaparecido sus piezas más valiosas. Varias de ellas, como la singular silla de San Ramón, auténticas rarezas sin parangón en el mundo.

Como ahora, en 1979 Roda de Isábena contaba en invierno con escasos residentes que se encerraban en casa al caer la noche. En el silencio nocturno, con el aislamiento de la catedral que corona el conjunto urbano y con las casi nulas medidas de seguridad de entonces, el trabajo de la banda de Erik el belga, uno de los más famosos ladrones internacionales de obras de arte sacro, fue hasta sencillo.

Mitras, tapices y cuadros

Según se pudo saber posteriormente, llegaron hasta la plaza en un coche familiar con matrícula falsa y, tras un golpe rápido preparado de antemano, embutieron en él un sustancioso botín de enorme valor artístico e histórico que las crónicas de la época cifraron en "una silla de tijera, en madera esculpida, del siglo IX, llamada de San Ramón; la arquilla de San Valero, dos mitras del siglo XII, dos báculos episcopales del mismo siglo, uno metálico y otro en marfil; un tapiz, una campana del siglo XIV; varios cuadros de los siglos XVI y XVII, varias telas y sudarios de los siglos X y XII de origen visigótico y árabe; varios utensilios de plata góticos; dos casullas del siglo XVI; un libro de coro en pergamino; una cruz de madera tallada del siglo XVII; una imagen de la Virgen del siglo XVIII; una arqueta reclinatorio; dos peines de marfil del siglo XII y una capa encarnada del siglo XVII".

La descripción, casi notarial, de lo robado esconde el importante valor económico, artístico y sobre todo sentimental de lo arramblado. Así lo recuerda la guía de la catedral, María Ángeles Alins, entonces una joven estudiante que constató cómo un espeso manto de tristeza se cernió sobre el pueblo. "Fue tremendo; todos lo sentimos como si nos hubieran robado en casa y durante muchos días, además de una enorme sensación de impotencia e injusticia, teníamos todos unas enormes ganas de llorar".

Sensación de desamparo

Algo más joven es Luis Fillat, el hijo de Delfín, que se encontraba estudiando en Monzón y recuerda la sensación de abatimiento "y tremendo disgusto". "Era una absoluta sensación de desamparo porque se pensaba que este tipo de robos, dado nuestro aislamiento, aquí no iban a producirse nunca", comenta Luis, reconociendo que a su padre, fallecido recientemente, "el recuerdo del robo le acompañó siempre".

El hotelero Alberto Lamora, que durante varios mandatos fue alcalde, puntualiza que, aunque supuso un fortísimo golpe para los vecinos, "que todavía no se ha curado del todo", ha sido solo uno de los robos que ha sufrido la catedral "y no el más importante". Señala que el Obispado de Lérida ha protagonizado a lo largo de la historia varios de ellos "con un botín aún más sustancioso", el último de los cuales se produjo antes de construir la carretera de acceso al pueblo, en los años 50 del pasado siglo.

A lomos de ocho mulas

"Cuentan los mayores que, a pesar de la oposición de los vecinos, los enviados del obispo cargaron a lomos de ocho mulas una ingente cantidad de objetos que nunca más volvieron por aquí", comenta Lamora, recordando además que "el mosén -José María Lemiñana- siempre decía que el Papa de la época, creo que en el siglo XVIII, excomulgó a un obispo de Lérida por saquear Roda y negarse a devolver lo que se había llevado pese a los dictámenes vaticanos". El exedil rotense sentencia que pese a estos saqueos, "en Roda todavía se conserva una notable cantidad de obras de arte y objetos sacros, pero no hay nada comparado con lo que debería".

El actual párroco, Aurelio Ricou, enseñaba el pasado día 7 la catedral a un grupo de 70 personas y les recordó el triste aniversario. "Se ha recuperado muy poco de lo robado; un 35% de la silla de San Ramón y varios de los esmaltes de la arqueta de San Valero, como elementos más importantes, y la polémica ha acompañado injustamente la vuelta de algunas de esas piezas, como ocurrió con la talla románica de San Juan que regresó a la catedral después de su restauración, pero tras muchas demoras y demandas de nuestra parte", explica el párroco, quien recalca que esa renuencia aún existe con el tapiz expuesto ahora en Huesca, "y no en el lugar para el que fue creado y en el que debería estar"

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