Aragón sufre el expolio de su patrimonio histórico y artístico desde hace décadas

Erik el Belga robó y también compró muchas piezas directamente a los responsables eclesiásticos.

Tapiz robado en Roda por Erik el Belga
Tapiz robado en Roda por Erik el Belga
Rafael Gobantes

El patrimonio artístico religioso aragonés ha sufrido un continuo expolio a lo largo de las últimas décadas que ha supuesto la desaparición de una gran parte de los tesoros depositados en cientos de iglesias parroquiales y de ermitas aisladas en el campo.


El reciente regreso a Aragón de una de las piezas sustraídas por el conocido ladrón Erik el Belga en la Catedral de Roda durante una fría noche de diciembre de 1979, o la sentencia que obliga a Cataluña a devolver bienes del Monasterio de Sijena vendidos de forma irregular evidencia que el expolio tiene muchas caras.


Aunque la legislación actual dificulta ahora comerciar con el patrimonio, a finales de los años noventa del pasado siglo el número de denuncias por robos registradas durante las dos décadas anteriores superaba las 150 y más de 2.000 el de las piezas sustraídas.


Unas cifras incluidas en el registro del Grupo II de Protección del Patrimonio Histórico de la Policía que, sin embargo, no hace mención de otros cientos de obras que llegaron en años anteriores a manos de anticuarios, coleccionistas privados o museos sin que su desaparición fuera denunciada.


El propio Erik el Belga ha admitido en numerosas ocasiones que una buena parte del patrimonio no fuera robado sino adquirido durante los años sesenta a párrocos y otros responsables eclesiásticos que debían afrontar costosos gastos en sus templos.


Unas dificultades económicas alegadas por las religiosas que habitaban años atrás en el monasterio de Sijena para justificar la venta, ahora declarada nula por la justicia, de un centenar de valiosas piezas de su patrimonio a la Generalitat y al Museo Nacional de Arte de Cataluña.


La falta de un inventario catalogado al detalle del patrimonio aragonés propició en aquellos años un comercio pingüe que movió millones en todo el mundo. Un comercio, además, difícil de detectar debido a la perfecta organización del mercado de obras de arte religioso y al alto nivel social de los coleccionistas que sólo puede detectarse cuando una pieza sale a subasta, como ha ocurrido recientemente con el tapiz de Roda, detectado por una investigadora en una subasta internacional que no hacía referencia al origen de la pieza.


Entre los años setenta y noventa del siglo pasado, más de setenta municipios aragoneses sufrieron el expolio de unos tesoros artísticos que se habían situado en el punto de mira de coleccionistas sin escrúpulos y que en su mayor parte siguen sin recuperarse.


El audaz robo de Erik el Belga de una treintena de valiosas piezas de la catedral de Roda, como la silla románica de San Ramón o una talla de San Juan Evangelista, originó un tenue debate que no detuvo, sin embargo, el expolio.


Y es que en esos años desaparecieron, entre otras, unas valiosas tablas policromadas de la catedral de Siresa (Huesca), decenas de cálices, patenas, calderos y relieves de la iglesia de Cariñena (Zaragoza) o numerosas tallas y relieves de las parroquias de Luco de Jiloca, Singra o Tornos, en Teruel, o Barbenuta y Piedramorrera, en el Altoaragón.


De una ermita de Santa Eulalia del Campo (Huesca) desapareció un talla policromada de San Onofre considerada de valor incalculable por los especialistas.

Valiosas vírgenes románicas, piezas del máximo interés para los coleccionistas, desaparecieron de las iglesias de Roda, Alcalá de Gurrea, Piedramorrera y Ayerbe, en Huesca; Bijuesca, Romanos, Trasobares, Uncastillo y Used, en Zaragoza; y Singra, Tornos y Blancas, en Teruel, donde fue robada la conocida "Virgen de la Carrasca", del siglo XI.


El seminario sacerdotal de San Carlos de Zaragoza fue escenario en 1976 del robo de cuatro importantísimas tallas de los santos Ignacio, Francisco Javier, Juan Berchmans y Francisco de Borja, realizadas en el siglo XVII por el conocido escultor Juan de Mena.


Además, la ciudad de Zaragoza fue escenario del robo, en el taller de restauración de Leopoldo Navarro, de una valiosa talla románica de la ermita de San Salvador de Bibiles, en el municipio oscense de Bonansa.


En esos años, los habitantes del municipio de Bierge (Huesca) asistieron atónitos a la subasta, en una galería de Madrid, de parte de un fresco de su iglesia parroquial, cuya extracción había sido autorizada décadas atrás por la propia iglesia.


La pieza volvió a desaparecer en manos privadas tras un largo periplo por Estados Unidos y Europa y sin que desde el gobierno aragonés de entonces se ejerciera un intento de compra.


Ahora, la sensibilidad hacia el patrimonio ha cambiado, y los bienes de Sijena en litigio y la reclamación del patrimonio histórico artístico de las parroquias de la Franja evidencian que esta situación sigue sin estar resuelta, a pesar de que tanto los tribunales eclesiásticos como los civiles han dado la razón a Aragón en sus demandas.