aragón es extraordinario

Auré, una ventanita al paraíso laminero en el ADN de Zuera

Con historia documentrada desde 1875 y cinco generaciones de trabajo ininterrumpido, esta pastelería de la calle Mayor ha creado delicias como el zufarico, la salcita o el licerico

Lamineros somos, y en la Pastelería Auré de Zuera nos encontraremos. Cambiando un poco el axioma de los arrieritos, el componente amenazador se convierte en dulce condena, como decían Los Rodríguez de Calamaro y Ariel Rot allá por 1993. Auré es a la localidad zufariense como el lacre a una carta palaciega; el toque que concentra la distinción y la tradición. Está situada en plena calle Mayor, en el punto con más vida del casco antiguo de Zuera, y al frente de la nave está Mari Carmen Auré Aísa, cuarta generación de la pastelería; su hijo José Antonio, la quinta, se encarga del obrador con el temple que exige el respeto a la tradición y la necesidad de seguir innovando. “Hay historia del negocio desde 1860 –explica Mari Carmen– y el primer pastelero, Martín, llegó de Madrid. Se afincó en Zuera por amor a una zufariense. Le siguieron Fermín, mi padre Arturo, yo y José Antonio, mi hijo”.

De las recetas del ‘libro antiguo’, el que pasaba de generación en generación, Arturo sacó el zufarico, creación que todavía identifica a Auré hoy en día. “Es una ‘delicatessen’ de melocotón y almendra, dos productos muy típicos de Zuera, como el nombre. Lo del diminutivo es cariñico nuestro; también sale en bombón, bañado en chocolate. Otro producto que hemos sacado José Antonio y yo es la salcita, en honor a la Virgen del Salz; un pastelito relleno de nata, pasta tipo petisú y chocolate. Las piruletas de chocolate, que son nuevas, también triunfan mucho; la torta mal hecha, que también es propia y de siempre, lo mismo, así como los encanelados típico de la zona y las tejas de almendra, que horneamos y enfriamos aquí a la vieja usanza. En cuanto al licerico, en honor al patrón San Lícer, es un recién llegado a nuestra oferta. Vino de la participación en una acción solidaria, y es un bizcocho almendrado con vainilla, glaseado de chocolate y un toque de fruta en el remate”.

Vídeo de la Pastelería Auré de Zuera en 'Aragón es extraordinario'

Mari Carmen sigue recitando, y el baile de productos ante los ojos es digno de aquella ‘Fantasía’ de Disney. “Tenemos los polos de leche, que gustan un montón y es la elaboración que hago personalmente: ahora viene su temporada. La fórmula me la pasó mi madre”. También hay roscón todo el año por encargo, turrón artesano... y las (gigantescas, crujientes, deliciosas) palmeras de chocolate provocan visitas por sí solas.

Auré siempre ha repartido a la restauración de la zona; suministraron mucho tiempo a lugares como el Sella, Las Galias, La Sarra, Casa Antonio de Ontinar… pero siempre de forma directa. “Nunca hemos optado por suministrar a intermediarios, tiendas de Zaragoza o de otros sitios. Aquí nos tenéis, visitadnos –ríe– aunque sí estamos pensando en la venta por internet, y hacemos encargos por teléfono (976 68 02 31) para mandar a donde sea con el empaque adecuado, según el producto. Pero vaya, preferimos veros”.

“Mis grandes pasiones son la familia, la pastelería y el Real Zaragoza”

José Antonio es un tipo afable, pero marca distancias; da confianza en la medida en que percibe el respeto. A la hora de abrir el corazón con los recuerdos, va soltando hilo poco a poco. “Yo me gané mis primeras propinas haciendo churros los domingos con sus abuelos, pero no te creas que siempre tuve clara esta profesión, ojo. No tuve formación reglada en pastelería, pero mi abuelo me enseñó lo suficiente, aunque te confieso que los dos primeros años me los pasé nervioso perdido, porque no lo tenía para corregir mis errores; eso sí, nunca pensé en bajar la persiana”.

José Antonio tiene clara su línea de trabajo. “Disfruto mucho haciendo cosas nuevas y manteniendo a raya lo clásico nuestro; ahí están todas las recetas, las de mi abuelo, de su puño y letra, y las proporciones escritas por las paredes del obrador. Tengo otra creación reciente: pastas de té con infusión de tomillo y romero y chocolate negro con cayena; fresca primero, picante después. Mis pasiones son mi familia, la pastelería y el Real Zaragoza, esas tres cosas no me las quites, son mi vida”.

José Antonio prefiere las cosas lentas y bien dadas. “Con internet iremos así, poco a poco, unos cuantos productos. Cuando cojamos el ritmo iremos metiendo alguna cosa más. Si me pongo a correr, que me conozco, acabaré aborreciendo el asunto”.

José Antonio, que tiene ahora 34 años y ya es padre, no es de idolatrar mucho a nadie –aunque admira a colegas como el darocense Manuel Segura– y solo hace una excepción con sus abuelos. “Cuando acabó la secundaria –recuerda su madre– dijo con rotundidad que quería ser pastelero y aprender de su abuelo; le animamos a que viajara y viera un poco de mundo, pero no quiso y nunca se ha arrepentido. La abuela también lo llevó siempre en palmitas, con mucho cariño. Por desgracia, su abuelo se fue pronto, pero lo sigue teniendo presente; de hecho, no solo recuerda sus consejos, sino que a veces lo ves meditando y prácticamente charla con él, pidiéndole consejo”.

El obrador minucioso y la tendera cariñosa

Mari Carmen habla con orgullo indisimulado de sus progenitores, Arturo y Carmencita. “Me hace muy feliz que tuvieran reconocimiento de sobra en vida, porque se lo ganaron a pulso. Para empezar, el aplauso de los vecinos nunca les faltó; los querían mucho, mi madre era como la mamá de todos. Les dieron diversos premios y diplomas a la excelencia y la trayectoria, incluyendo el Basilio Paraíso de la Cámara de Comercio, que recogió mi padre. En estos años hemos mantenido una clientela variada, que se renueva; a todos los mimamos igual”.

Mari Carmen confiesa que nació enamorada de esta profesión. “Es verdad que mis padres me inculcaron el sentido gremial, lo de pasteleros lo llevamos en la sangre. Y Zuera... bueno, nací en la calle Mayor, el obrador estaba a dos pasos de mi casa; desde niña me ponía a observar a mi padre, que echaba todas las horas del mundo. La tradición era que los hombres elaboraban y las mujeres atendían el negocio; además, mi madre era muy creativa con los letreros, que pintaba directamente en el cristal”.

El mejor producto y el trato cercano: ese es el credo de Auré, junto al axioma de mantener el negocio en control. “Probamos con una tienda en Villanueva de Gállego, pero nos dimos cuenta que no nos compensaba. En Zuera aguantamos lo que nos echen, que somos muy zufarienses. A ver, yo me fui en su día, necesitaba volar y estudié artes aplicadas; luego volví y llevé el taller municipal de pintura para niños y adultos. Siempre he pintado, desde muy joven, también esculpía porque aprendí con los maestros Pagnussat y Albareda, y viajé bastante por Europa. Compaginaba esta actividad con la ayuda a mis padres en la pastelería; cuando llegó el momento cogí el relevo en el negocio, dejé los talleres y mis padres pudieron descansar en sus últimos años”.

Artículo incluido en la serie 'Aragón es extraordinario'.

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