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Fernando Malo: pausa artesana y precisión cirujana desde San Mateo de Gállego

Radicado en San Mateo de Gállego, este maestro de la restauración mudéjar no pone trabas a su pasión creadora

El nombre de Fernando Malo está asociado indefectiblemente al mudéjar, y esa ligazón no se circunscribe al ámbito aragonés; el suyo es un impacto que trasciende fronteras. Con base en el Saso de San Mateo de Gállego, donde comparte residencia, taller y museo con su pareja Loli Puértolas, Fernando lleva cuatro décadas de carrera con la misma capacidad para canalizar la energía que mueve sus manos en su expresión artística, centrada sobre todo en la escultura y la cerámica. Este alfarero de sueños aterrizados mira el presente con ganas; el pasado le avala y el futuro le pertenece. “Por lo que más se nos conoce como estudio es por la restauración del azulejo mudéjar, especialmente la fachada de la Seo, pero ahora estamos trabajando mucho en lo que llamo el mudéjar Siglo XXI, una cerámica que sigue los predicamentos de las formas antiguas y se libera en cuanto a colores y materiales. Para la obra creativa uso gres de alta temperatura, de 1250 grados, y óxidos naturales”.

Fernando nació en Zaragoza, y sus primeros derroteros académicos iban orientados a otros destinos. “Estudié un año de Marketing, pero enseguida vi que no era lo mío. Estudié cinco años cerámica en la Escuela Massana de Barcelona, y los veranos me iba a Naval a aprender alfarería con Paco Buetas y Ángel Echevarría; allí me empapé de las formas tradicionales y el manejo de los materiales. Poco después de volver de Barcelona ya monté taller en San Mateo. Mi primera exposición fue en 1981, ‘Cerámicas de una pausa’; el actual taller es el tercero que pongo en el pueblo, y espero que sea el definitivo”.

El flechazo con el mudéjar tiene un punto de casualidad. “Andaba enfrascado en un mural en San José, en el Jardín de la Memoria, que reproducía un cuadro de Santiago Lagunas. Estaba con el arquitecto de la obra, que trabajaba en la DGA, y le mostré unos bocetos de experimentos con los colores y la cerámica. Resultó que Ignacio Gracia, que estaba en la mesa de al lado, se encargaba de la restauración de la fachada de la Parroquieta de la Seo; tenían problemas de azulejería con unas muestras que no les habían funcionado, y al oírme hablar de cerámica me dijo si me atrevería a probar allá. Le dije que sí, empecé a hacer visitas de obra, mediciones… era 1990; hubo que investigar mucho, porque había miedo a una reposición incorrecta, pero salió bien. Finalmente aprobaron mi propuesta e hicimos todas las piezas. Paralelamente me encargaron otro trabajo en la iglesia de Tierga, y también lo hice. Posteriormente trabajé el castillo del Papa Luna en Illueca, un trabajo muy duro”.

Ahí fueron saliendo algunas obras pequeñas y otras más grandes, como el interior de la Seo, la catedral de Huesca, la de Tarazona, la Aljafería en tres fases… mucho trabajo. “Llegamos a estar ocho personas en el taller, más colaboradores externos. Ahora me han llamado de la iglesia de Santa Teresa en el convento de las Fecetas, en la calle Santa Lucía, junto a la plaza Europa; era de monjas de clausura. Tiene unas grandes yeserías mudéjares; ahí voy a restaurar una restauración, como hice recientemente en la torre de Utebo. La cosa se está animando de nuevo, porque vivimos básicamente del encargo. Mi pareja, Loli Puértolas, está sacando adelante su proyecto de joyería con la marca Bendito Momento, y aquí estamos a todas horas trabajando, cada uno a su ritmo”.

Como un escritor que se sienta disciplinadamente ante la página en blanco, Fernando entra en el taller y prioriza los ‘tajos’ abiertos. “El barro, por ejemplo, requiere de mucha atención porque esta vivo, su humedad cambia, y hay que cogerlo en el punto correcto. En el taller de modelado se da el primer paso para el trabajo posterior; aquí estás libre, deshinibido, tocando el barro, valorando cada paso”.

El torno, las jarras y la mezcla de tendencias, motores de ilusión

Fernando es un verso libre como artesano, y también ro cartesiano en la técnica. “No hay fórmulas mágicas, sino precisión: se trata de aproximarse lo más posible a lo que hacían los maestros originales. Hay un azul La Seo, no es igual a otros azules; el original se nutría de plomo, sílice y estaño, pero teniendo en cuenta que el sulfuro de plomo está prohibido ahora, hay que jugar con otros materiales, además de hacer destonificaciones para que no se todo exactamente igual. Hay que tener cuidado desde la primera cocción del material, lo que llamamos bizcocho; cuando se endurece, se aplica el esmalte... y al horno otra vez, las horas que haga falta en cada caso, que no son pocas. Tengo horno eléctrico, de gas y de leña: cada uno ofrece sus cosas”.

La obra clásica de Fernando en cuanto a figuras de torno consta sobre todo de jarrones y vasijas. “Tengo mono de tornear cuando llevo un tiempo sin hacerlo. Con los hornos, toca ser minucioso y ajustar bien todos los parámetros para que las consistencias y los colores sean los que quieres”.

El artista zaragozano también acumula obra escultórica de diferentes épocas. “Los ceramistas y escultores en general tenemos el inconveniente de que las piezas abultan mucho, aprovecho todos los rincones… aunque en la zona de museo está todo más ordenado, para facilitar las visitas. También ponemos un vídeo sobre el mudéjar en el que hemos participado; acaba siendo una visita por Aragón, muy interesante. Salen La Seo y la Aljafería por dentro, unas vistas que debieran tener de primera mano todos los aragoneses”.

El año pasado, Fernando expuso en Zaragoza (A de Arte) piezas nuevas inspiradas en el mudéjar, pero aplicando más colorido: su Mudéjar del siglo XXI. “La jarra es una figura fundamental para mí, está en todas las culturas. En 2019 estuve en una residencia de artistas en Francia, llevé e hice jarras, mezclando tendencias, y también he mostrado obra en Kuwait. También me gustan mucho los murales de gran formato, me aproxima a la faceta de pintor. Este año, por suerte, he hecho uno en las bodegas Borsao, en Borja, y otro en las de Alto Moncayo. Tengo dos colectivos pendientes en Maleján y Jarque de Moncayo, más una serie inspirada en la iglesia de Ateca”.

Vídeo de Fernando Malo en San Mateo de Gállego en 'Aragón es extraordinario'

Omnipresencia por Aragón (y más allá) en las últimas décadas

En la segunda planta, Fernando y Loli tienen habilitada una zona expositiva de los trabajos mudéjares del estudio. “Ahí están –explica el artista– las baldosas ,y también piezas de torno; pueden apreciarse muestras de la iglesia de la Magdalena y la torre de San Gil en Zaragoza, del Pilar, de las iglesias de Ateca, Villafeliche, Aniñón, Tobed, Alquézar, Calatorao, Longares, Maluenda, Albalate del Arzobispo, la catedral de Huesca, la de Tarazona, el suelo de la capilla de los Arcángeles de La Seo... también se recuerda el suelo del salón del trono de la Aljafería, motivos en el castillo de Olite, el mercado de la Ribera en Bilbao, la Alhambra de Granada… y por supuesto, la torre octogonal de Utebo, con sus azulejos de arista que brillan de manera especial con el sol. Esa torre es todo un muestrario de la evolución del azulejo mudéjar, desde lo más primitivo y liso en la parte alta a lo más espectacular en la media y baja. Incluso tiene su influencia renacentista con las flores y los vegetales”.

Fernando ha visitado mucho Argelia y Túnez en busca de inspiración; en este último país halló una coincidencia curiosa. “Hay una localidad llamada Nabeul; cuando llegue vi que el nombre no era única coincidencia con Naval, porque es un pueblo de alfareros y sus hornos son idénticos, así como modelos de decoración muy similares”.

Artículo incluido en la serie 'Aragón es extraordinario'.

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