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La avanzadilla aragonesa coge sitio en Salou

Sin extranjeros, aún con algunos chiringuitos, tiendas y hoteles cerrados... Los primeros aragoneses en las playas tarraconenses destacan las extrañas sensaciones de un atípico verano.

Daniel Martí lleva media vida metido en el chiringuito La Barcarola, en la playa Capellans de Salou. Su suegro lo fundó hace 52 años y él lo gestiona ahora como algo más que una barra en la que poner agua y cerveza a los bañistas. Conoce a sus clientes por el nombre, sabe quiénes son sus hijos, sus padres, incluso tiene los teléfonos de algunos de ellos. “Los aragoneses son muy importantes para nosotros, a algunas familias las conocemos desde hace tres generaciones”, dice.

En sus tres décadas de experiencia en la arena, no había visto nada parecido a este inicio de verano. “Salvo el día de San Juan -festivo en Cataluña-, entre semana aquí estamos dos y el cabo”, lamenta. Daniel confía en que julio, agosto y “algo de septiembre” pueda tener más actividad, pero con “la mitad de trabajo” que otros años. De momento, el inicio de la temporada está siendo “muy duro” en esta pequeña pero acogedora playa de Salou.

Daniel Martí, propietario de La Barcarola, en la playa de Capellans.
Daniel Martí, propietario de La Barcarola, en la playa de Capellans.
Tjerek Van Der Meulen

Hace una semana que se levantaron las restricciones a la movilidad en España y, por tanto, hace una semana que los aragoneses pudieron regresar a ‘su’ playa. En este municipio de la Costa Dourada se concentra el mayor número de segundas residencias de vecinos de la Comunidad (más de 5.500), seguido de Cambrils (unos 5.300) y La Pineda (casi 3.000). La avanzadilla aragonesa empezó a tomar posiciones en las playas tarraconenses pocas horas después de que expirase el estado de alarma, pero su llegada está siendo muy escalonada.

Los primeros en coger sitio en las playas catalanas comparten un sentimiento de “extrañeza” e, incluso, de “tristeza” por ver muchas tiendas y hoteles cerrados, calles semivacías… Lourdes y Maite Gistau descansan en dos de las tumbonas que alquila La Barcarola. Estas dos hermanas de Bielsa llevan 20 años viniendo a Salou con sus familias y amigos. Siempre a finales de junio y siempre alquilados entre diez y quince días. “Esto está desconocido. Da mucha tristeza ver los hoteles cerrados, que no hay gente, que no hay movimiento… Es una pena, nunca habíamos visto esto así”, señalan.

Egoístamente, para disfrutar en la playa ahora se está genial; pero nosotras venimos de una zona que vive del turismo y sabemos lo que supone que no haya gente, es algo muy duro”, comentan. Por eso, estas hermanas oscenses piden a los aragoneses “que vengan”, “que se muevan este verano” por la playa o la montaña, que no tengan miedo porque “el turismo lo necesita” y “vale la pena disfrutar de esto”.

De izquierda a derecha, Andrea Trinca, Maite Gistau, Ana Gistau, Sara Serrano y Lourdes Gistau, de Bielsa.
De izquierda a derecha, Andrea Trinca, Maite Gistau, Ana Gistau, Sara Serrano y Lourdes Gistau, de Bielsa.
Tjerek Van Der Meulen

La zaragozana Rosana Castro llegó a Salou el lunes, solo un día después de que se abriera la ‘frontera’. “Mi hija tenía la maleta preparada desde hacía dos meses”, cuenta. Tienen un apartamento en primera línea de playa y suelen escaparse muchos fines de semana, sea verano o no. “Estuve el 7 de marzo e íbamos a venir al fin de semana siguiente, pero ya no pudimos”, recuerda.

Rosana lleva “toda la vida” veraneando en esta localidad, que estos días ve “desconocida”. “Está desierto, ayer me fui por la mañana a dar una vuelta y no había nadie por la calle, es una pena”, coincide.

En Salou estos días llama la atención la ausencia de extranjeros. Lo sufren los hoteles -casi todos están cerrados, aunque muchos abrirán en julio- y los bares que orientan a ellos su oferta; y se nota en la arena, donde solo se oye hablar en castellano o en catalán, cuando lo normal es que lleguen voces en inglés, en francés, en ruso… Muchas tiendas de la calle Zaragoza, una de las más comerciales, tampoco han levantado aún la persiana.

En la playa de Levante, habitualmente la más masificada, estos días se puede elegir sitio. Paco Pamiés gestiona el chiringuito que lleva su apellido, muy frecuentado por aragoneses. “Han venido muy pocos todavía, esperemos que lleguen pronto porque, como dicen ellos, ¡esta es su playa!”, exclama. Veterano de la arena, augura un verano “complicado”: “Si no pierdo dinero, estaré contento”.

Paco Pamiés, en su chiringuito de la playa de Levante, parada obligatoria para muchos aragoneses en Salou.
Paco Pamiés, en su chiringuito de la playa de Levante, parada obligatoria para muchos aragoneses en Salou.
Tjerek Van Der Meulen

En esta enorme playa, al igual que en la de Poniente, el Ayuntamiento de Salou está colocando cámaras y un control de aforo con el que los turistas podrán ver en el móvil el nivel de ocupación que tienen. Si la afluencia no permite mantener las distancias de seguridad, se restringirá la entrada. “¿Y si un cliente tiene reservado uno de mis toldos todo el mes o todo el verano? ¿No podrá pasar?”, se pregunta Pamiés.

De momento, hay espacio de sobra para todos. Encarna Aranda, montisonense pero vecina de Capella, cuenta en la playa de Levante que el vacío de Salou “provoca tristeza”. “Estás más tranquilo, porque es muy fácil mantener las distancias de seguridad en la arena, pero para el turismo es muy malo”, dice acompañada de su amiga Roseane De Moura, una brasileña residente en La Puebla de Roda. Sobre la arena apenas se ven mascarillas, más allá de las que llevan los camareros de los chiringuitos que están abiertos -no todos se han estrenado aún-.

Roseana De Moura y Encarna Aranda, de La Puebla de Roda y Capella, respectivamente, en la playa de Levante.
Roseana De Moura y Encarna Aranda, de La Puebla de Roda y Capella, respectivamente, en la playa de Levante.
Tjerek Van Der Meulen

Al final de esta enorme playa, junto al puerto deportivo, el restaurante Terramar es parada habitual para muchos aragoneses. Genis Borrás, su gerente, dice que esta semana “se empieza a notar que viene gente”, pero “aún faltan muchos”. “Echamos de menos a la gente de Aragón, esperemos que vengan como todos los años”, desea.

Aparentemente, los aragoneses no faltarán a su cita con la Costa Dourada. Mariví García, vecina de Zaragoza, es propietaria de un apartamento que alquila durante todo el verano a conocidos de la capital aragonesa. Esta semana ha ido a ponerlo todo en marcha porque para este fin de semana ya llegaban los primeros. “En cuanto supieron que se podía viajar, me llamaron y me dijeron: ‘Me lo guardas como todos los años, ¿no?’. La gente que conoce esto quiere repetir pese a todo”, explica.

Mariví tiene el apartamento desde hace 16 años, y este verano ve “todo diferente”: “Muchas tiendas están cerradas, otras tienen horarios reducidos, se nota muchísimo que no hay extranjeros”. No obstante, su apartamento está comprometido para todo el verano “por las familias de siempre”, ya que la gente “tiene ganas” de playa y, aunque “hay algo de miedo”, saben que “aquí van a estar bien”.

Mariví García, de Garrapinillos, coloca las cortinas en su apartamento de Salou.
Mariví García, de Garrapinillos, coloca las cortinas en su apartamento de Salou.
Tjerek Van Der Meulen

La comunidad aragonesa en Salou

Mientras, los aragoneses asentados en Salou tratan poco a poco de volver a la normalidad. José Antonio Ibáñez, presidente de la asociación cultural aragonesa de Salou, dice que han vivido el confinamiento “con preocupación” y “algo de miedo”, a pesar de que el nivel de contagios en esta zona ha sido bajo. En esta entidad no tienen conocimiento de que haya habido “ninguna desgracia” entre la colonia aragonesa. Ahora, prevé un verano “difícil”, porque “aún hay contagios y la gente no hace mucho caso”. Es consciente de que asumir miles de visitantes nacionales y extranjeros supondrá un riesgo, pero resalta que “si no viene gente, esto se muere”.

El centro cultural tiene en el bar Pa i Oli, en la calle Mayor, su sede extraoficial. Antonio Sánchez, uno de sus camareros, nació en Los Fayos, pero lleva 45 años en la localidad tarraconense. Pese a ello, mantiene intacto su sentimiento aragonés y zaragocista. “Este año subimos, seguro”, dice con su mascarilla del club blanquillo.

Antonio Sánchez, con su mascarilla del Real Zaragoza.
Antonio Sánchez, con su mascarilla del Real Zaragoza.
Tjerek Van Der Meulen

Señala que el confinamiento ha sido “un palo” para el local, y que ahora “no termina de arrancar”. “Estaremos al 10% de un mes de junio normal”, asegura. Apunta que la gente que está llegando lo hace “con muchas ganas”, y con la preocupación de saber qué se van a encontrar en sus segundas residencias tras casi cuatro meses sin entrar. “Alguno se ha llevado una sorpresa”, cuenta.

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