educación

Una decisión trascendental en cinco pasos

Qué cosas debería tener en cuenta un adolescente para evitar caer en el 30% de alumnos que abandona la carrera.

Estudiantes este lunes en la Facultad de Económicas, tanto universitarios como alumnos de bachillerato.
Estudiantes en la Facultad de Económicas en Zaragoza, en una imagen de archivo.
Toni Galán

España tiene una de las tasas de titulados universitarios más elevadas de Europa porque cada año unos 360.000 jóvenes se matriculan en el primer curso de uno de los miles de grados que ofrecen los 48 centros públicos y 24 privados.

Es un líder continental en titulados en educación superior, pero también padece un serio problema estructural en los campus que, además de alterar o truncar miles de proyectos vitales, despilfarra centenares de millones de los presupuestos para educación.

Tiene una tasa de abandono de estudios universitarios que oscila entre el 25% y el 30% desde hace más de una década. En otras otras palabras, que más de la cuarta parte de los universitarios deja la primera carrera en la que se matriculó. La mitad, aproximadamente, se cambia de grado y la otra mitad se va para siempre de la universidad. Un tercer dato muy revelador es que dos tercios de quienes rectifican su primera opción lo hacen en el primer curso.

La suma de estos tres factores apunta a que un enorme número de jóvenes cada año hierra en la elección de carrera. Bien porque descubren que los estudios no son lo que pensaban, bien porque el alumno, pese a superar los filtros académicos de acceso, no contaba en realidad con la preparación o las habilidades necesarias para afrontar las exigencias del título que comenzó a cursar.

Decenas de miles de estudiantes de Bachillerato, agobiados por la preparación de la EBAU y por lograr una alta calificación que les permita superar las exigentes notas de corte, no dedican suficiente tiempo a pensar en cuál es realmente su mejor opción de formación superior, la que más se ajusta a su perfil. La psicóloga Clara Teruel, miembro del Departamento de Orientación de la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid, practica en sus labores de asesoramiento un proceso en cinco pasos que tienen como puntos clave el conocimiento de uno mismo, la búsqueda de información detallada sobre las posibilidades de formación y la toma de una decisión final reflexiva y realista.

La primera estación de este trayecto, en el que convendría contar con la ayuda profesional de un orientador, es determinar las propias competencias y capacidades, tanto desde el punto de vista académico como personal. Tener clara la respuesta a la pregunta qué se me da bien es ya un gran paso en el camino de la elección. En primer lugar desde el punto de vista académico. Qué ámbito de los estudios me gusta y se me da bien. Ver con qué perfil de conocimiento se encaja mejor. Pero no desde un punto de vista ideal sino con la percepción ratificada por las buenas notas en esas materias. Una base sólida que luego facilite salir victorioso frente a las exigencias de la carrera elegida.

En el proceso de elección además de las capacidades lectivas hay que sopesar las habilidades personales, que también dan pistas sobre el encaje profesional más adecuado. Sabe escuchar, empatiza con facilidad, es estructurado y lógico, tiene capacidad de liderar. Es más individualista o de equipo. En cualquier caso, en esta primera etapa «hay que olvidarse de etiquetas y dejase del tópico de si uno es de letras o de ciencias», comenta Teruel.

En el segundo escalón habría que responder a qué me gusta, qué es importante para mí. Tratar de aclarar cuáles son mis intereses, cuál es mi vocación. Tener claro, por ejemplo, si es más feliz trabajando con datos o con personas. Si lo que le ha tirado siempre es enseñar, investigar o construir. Es el principio para mirar hacia Ciencias o Ciencias de la Salud o a Humanidades o Tecnologías de la Información.

El tercer paso también es subjetivo, pero ya claramente va destinado a empezar a poner nombre y apellidos a las aspiraciones formativas y profesionales. ¿Con qué me siento más identificado cuando escucho las experiencias de los demás? Cuando oigo hablar a un compañero que ya tiene muy claro qué va a estudiar y digo 'eso quiero hacer yo', o cuando ves a un profesional por televisión explicando su trabajo y te ocurre lo mismo. «A veces saben qué les gusta, pero no saben ponerle nombre», indica la experta.

"Hay que ser realista"

La penúltima parada es clave. Buscar información exhaustiva sobre las carreras que tienes en mente. Qué se estudia, el grado de exigencia, qué salidas tiene, qué nivel de empleabilidad, y comparar unas posibilidades con otras y unos campus con otros. Muy recomendable acudir a jornadas de puertas abiertas o visitas a centros y hablar con profesionales. Palpar la realidad. "Es importante afinar, porque va a ser tu vida".

El colofón es la elección reflexiva. Que trate de compatibilizar deseos, habilidades, expectativas vitales y exigencias académicas. Dar con la carrera más adecuada a cada perfil. Eso sí, "hay que ser realista", aconseja la psicóloga.

A estos cinco pasos añade dos avisos derivados también de los datos. El primero es que las carreras con más abandonos son las ingenierías y las de informática, todas muy exigentes. "A veces por tratar de asegurar una formación con muchas salidas se olvida la vocación o no se ignoran habilidades. A veces nos cegamos". El segundo es que la mitad de quienes abandonan dejan también la universidad. "Esto es muy importante. Todos no tenemos que pasar por la universidad. Igual soy más práctico y la FP me cuadra mejor". "No hay camino malo. El bueno es en el que mejor encaja cada uno", concluye Teruel.

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