Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Ciencia de andar por casa

Por qué pensar demasiado te obliga a desconectar… y a tomar malas decisiones

¿Qué sucede cuando realizamos un intenso y prolongado esfuerzo mental? ¿Y qué relación tiene con la comida basura o tirarse en el sofá?

El cansancio mental que experimentamos tras un intenso y prolongado esfuerzo intelectual es consecuencia de que el cerebro se ha saturado de glutamato
El cansancio mental que experimentamos tras un intenso y prolongado esfuerzo intelectual es consecuencia de que el cerebro se ha saturado de glutamato
Karolina Grabowska en Pixabay

Cuántas veces, después de varias horas enfrentado a una ardua lista de problemas, trabajando en un importante proyecto cuyo plazo de entrega se agota, frente a los apuntes de un decisivo examen o intentando escribir un artículo de divulgación científica que resulte comprensible te has sentido (mentalmente) exhausto y (te) has dicho: “Mi cabeza no da para más”; “tengo el cerebro saturado”; “necesito desconectar para limpiar la mente”. Y peor aún, también: “¡Buff! es que estoy tan cansado que no me apetece tener que pensar en nada, solo comer lo primero que pille y tirarme delante de la tele a ver cualquier cosa que me distraiga”.

Afirmaciones que, lejos de ser frases hechas, son de los más certeras, literales y precisas. Porque el cansancio mental que experimentamos tras un intenso y prolongado esfuerzo intelectual es consecuencia de que el cerebro -y más en concreto el córtex lateral prefrontal, donde reside el control cognitivo; y aún más concretamente, las sinapsis entre sus neuronas-, se ha saturado de glutamato, tal y como acaba de concluir un reciente estudio.

El glutamato es el principal neurotransmisor del cerebro, pero cuando se libera y se acumula en exceso en los espacios sinápticos acaba por interferir o cortocircuitar su normal funcionamiento. Y la única forma de corregirlo es, precisamente, desconectar (el córtex prefrontal) hasta eliminar ese exceso que en circunstancias extremas puede incluso resultar nocivo y tóxico.

Una forma fácil de verlo es pensar en una 'vieja' nevera sin sistema 'No Frost' en las que, tras cada cierto tiempo de funcionamiento en continuo (y también porque no dejas de abrirla para picotear,) se acaba acumulando cada vez más hielo en las paredes hasta un punto en el que afecta a su eficiencia: enfría peor y consume más. Por lo que no queda más remedio que apagarla para retirar ese exceso; un lapso durante el cual la nevera no cumple con su misión de enfriar. 

Otro ejemplo doméstico y más 'millenial' es el de un moderno horno pirolítico, que a base de preparar sabrosos asados y bizcochos (y sobre todo pizzas precocinadas) acaba acumulando residuos, grasa y pegotes de queso que impiden la correcta salida de aire caliente y su circulación; hasta que el 'cerebro' del electrodoméstico dice basta y enciende el piloto que indica la necesidad de hacer una pirolisis para eliminar esos restos, aun a costa, claro, de no poder hornear nada durante un buen rato.

Mensajeros químicos

Pero volvamos al glutamato. Las señales nerviosas que circulan por el cerebro pueden entenderse como una señal eléctrica mediada por mensajeros químicos. Veamos qué significa esto: el impulso nervioso (el mensaje o información) recorre la neurona en forma de señal eléctrica hasta alcanzar su extremo, donde activa la liberación de unos mensajeros químicos (los neurotransmisores) que atraviesan el espacio sináptico que separa una neurona de otra y alcanzan los receptores de la siguiente neurona, transmitiendo el mensaje y reiniciando la señal eléctrica. Bien, pues se estima que en el 90% de las sinapsis (es decir, de conexiones entre neuronas vecinas) el neurotransmisor implicado es el glutamato. Unas comunicaciones sinápticas que a su vez suponen el 80% del consumo energético del cerebro.

Veamos ahora cómo es este intercambio sináptico un poco más en detalle: la neurona almacena moléculas de glutamato en su interior que libera al espacio sináptico. Estas moléculas alcanzan los receptores de la siguiente neurona transmitiendo el mensaje. Y una vez que lo han hecho, los receptores se desprenden de ellas liberándolas de nuevo al espacio sináptico de donde son retiradas por otras células del cerebro, los astrocitos, que las recuperan y reciclan, restituyéndolas a la neurona original. 

Podemos visualizarlo como un servicio de entrega de paquetes a domicilio en el que los mensajeros transportan los envíos hasta el edificio en el que residen sus destinatarios y una vez entregados retornan a la calle donde esperan a ser recogidos por el autobús de la empresa que los lleva de nuevo a la sede de aquella.

¿Qué sucede cuando realizamos un intenso y prolongado esfuerzo mental? Pues que exige pensar con intensidad. Y ya hemos visto que los pensamientos viajan por el cerebro como señales nerviosas. Por otro lado, la intensidad eléctrica se define como el número de cargas o de partículas cargadas que circula por un conductor en una unidad de tiempo. 

Manteniendo este paralelismo, pensar intensamente exige que sean liberados muchos neurotransmisores, muchos glutamatos por unidad de tiempo. A un ritmo que excede la capacidad de retirada de los astrocitos. Así pues, tras el suficiente tiempo de actividad cerebral intensa la acumulación de glutamatos en el espacio sináptico comienza a provocar atascos. Los mensajeros que ya no están de servicio y esperan a ser retirados de la circulación por los astrocitos impiden y ralentizan el paso de los nuevos emisarios. Y, además, como los astrocitos no dan abasto, las neuronas acaban por agotar sus reservas de glutamato y se quedan sin nuevos mensajeros a los que enviar. La única solución es cortar la circulación y dar un tiempo para que se despeje la zona, antes de reiniciarla de nuevo.

Pero esta parada técnica implica apagar o suspender temporalmente la función del control cognitivo, que es el responsable de procesar toda la información necesaria para la toma de decisiones. No solo los estímulos externos, también la relación riesgos-beneficios a corto y largo plazo; pros y contras; experiencias previas, etc.

Y aquí es donde surge el conflicto con las máquinas vending, la telebasura y en general con todas las decisiones impulsivas que tomamos cuando estamos agotados mentalmente. Porque cuando el control cognitivo está desconectado no hay planificación, ni valoración de riesgos para la salud, ni buenos propósitos, ni dieta que valga. Y por eso, en esos momentos de saturación mental, nos decantamos (casi) siempre por la opción más inmediata y que no requiere ningún esfuerzo de planificación. Por ejemplo, lo primero que te entra por ojo de la máquina expendedora frente a la opción de preparar una cena más saludable y nutritiva al llegar a casa; que exige esperar más para recargar el cerebro de energía (recuerda que las sinapsis en las que participa el glutamato consumen mucha energía) y, sobre todo el esfuerzo de planificación de los ingredientes necesarios y de si los tenemos en casa o hay que parar a comprarlos. Y lo mismo pasa con los programas 'vacíos' de la tele frente a sesudos análisis políticos, películas de autor o la lectura de un suplemento de ciencia… 

Lo dicho: “¡Buff! es que estoy tan cansado que no me apetece tener que pensar en nada: solo comer lo primero que pille y tirarme delante de la tele a ver cualquier cosa que me distraiga”.

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