Pau Freixas: "Me gusta el thriller, pero me canso de la trascendencia"

El director, que acaba de estrenar 'Todos mienten', dice que "hay algo sádico en nosotros que nos reafirma".

Pau Freixas.
Pau Freixas.
Vocento

Curtido fundamentalmente en la televisión, Pau Freixas (Barcelona, 1973) es un director y guionista todoterreno. Lo mismo dirige una historia acerca de un grupo de niños que coinciden en un hospital a causa de sus enfermedades, como hizo en 'Pulseras rojas', que aborda un intenso thriller como 'Sé quién eres'. El catalán ha optado ahora por mezclar policial y comedia en 'Todos mienten', una serie coral, encabezada por Irene Arcos, y disponible en Movistar Plus+. Ambientada en una idílica urbanización, los oscuros secretos de sus residentes comienzan a salir a la luz cuando se filtra el vídeo de una profesora de instituto teniendo sexo con uno de sus alumnos.

-¿Cómo surge el proyecto?

-Me apetecía volver al género, al misterio, al suspense, pero tenía claro que quería hacerlo desde otra perspectiva, desde un sitio donde los personajes fueran más emocionales, más imperfectos, donde no hubiese planes maquiavélicos y personajes muy construidos mentalmente, que la razón no se impusiera a las emociones, sino que fuera al revés. Y también quería que fuera una perspectiva femenina, que las mujeres fueran las que llevaran el relato.

-El punto de partida es ese vídeo que acaba filtrándose.

-Me centré en esos grupos de WhatsApp de padres de alumnos. Pensé, si ahí tiras una bomba, ¿qué pasa? Aquello implosiona nivel Dios (ríe). Así que pensé que no estaría mal construirlo alrededor de eso, de una profesora de instituto, que no solo es la profesora del chaval con el que se ha acostado, sino que es hijo de una de sus mejores amigas y esto pasa en un universo pequeño, un barrio residencial en el que todo es aparentemente felicidad y buen rollo. Un elemento clave es el tono del género, que no solo hay misterio, sino evidentemente drama, pero también hay comedia.

-¿Fue muy difícil equilibrar todos esos elementos?

-No fue fácil, pero tenía clara que esa era la perspectiva. Yo soy muy espectador, veo montones de cosas y me gusta mucho el thriller y el misterio, pero también me canso de la trascendencia, y necesito que me digan: 'Oye, vamos a jugar al puzle, pero también vamos a hacer drama y que de vez en cuando puedas echarte unas risas con lo que estás viendo y que haya frivolidad'. Ese era el espíritu. La búsqueda del tono en la escritura era muy particular porque intentaba construir las secuencias desde unos ping pongs de diálogos que son más propios de la comedia, con la idea de que cuando lo rodásemos había que conseguir que los actores fueran capaces de irse de la comedia al drama con facilidad y en este caso el casting es brutal, son actores elásticos. Ya en el set debíamos probar el ping pong, pero desde el drama sin apuntar el chiste, quería que la energía fuera de comedia pero que el estado de ánimo de la verdad se impusiera.

-¿Hubiese sido una serie muy diferente si cambiaran los géneros y fueran profesor y alumna?

-Completamente. No tendría nada que ver. Creo que no se soportaría, sería insoportable intentar entender al hombre de 45 años que se acuesta con una chavala de 18 a día de hoy. Y tiene que ser así. Esto ya no lo puedes defender de ninguna manera porque está muy claro que el hombre tiene que dar un paso atrás y arrepentirnos como género de todas las burradas que se han hecho. Otra cosa sería que yo escriba sobre un protagonista que haga esto y luego voy a por él y lo machaco, pero me costaría mantenerlo como mi protagonista. En cambio, en el caso de Macarena, yo sí quiero entenderla y me sorprende y me choca y también la juzgo, pero hay una parte de mí que dice: «¿En serio? ¿Este chaval al que has visto crecer? ¿Desde dónde? ¿Qué te pasa?». Y el qué te pasa me interesa. Si fuera un tío, creo que me negaría a entrar ahí.

-Apuntaba antes a esa idea de que las vidas de los personajes no son tan idílicas como parecen. ¿Todos llevamos una máscara?

-Sí, completamente. La serie habla sobre todo de esto. Pero no es una máscara de hipocresía, es la máscara de las mentiras que nos decimos a nosotros mismos por supervivencia y porque hay momentos en los que no acabamos de estar bien ni satisfechos con nuestra vida, pero tampoco estamos tan mal como para mandarlo todo al carajo.

-¿Cree que al espectador le puede llevar a reflexionar sobre su propia vida?

-Siempre tienes la fantasía de que aquello que haces provoque algo al espectador en su casa. Siempre interpelo al momento en el que estás sentado junto a tu pareja en casa y estás en una de esas épocas donde hay un poco de crisis pero ninguno de los dos la convierte en texto sino que está ahí y de repente les pones la escena donde los personajes de la serie hablan de eso. A mí me mola mucho la sensación de incomodidad que se genera en ese sofá pero a la vez estás enganchado a ver qué dicen, a ver qué consejo me dan. Es una sensación bonita. Y si estás en un buen momento disfrutas de lo mal que están, como cuando vas con tus amigos y te cuentan que les va mal en una relación y lo comentas con tu pareja. Hay algo sádico en nosotros que nos reafirma. Son tus amigos y les quieres y no deseas que les vaya mal pero como les está pasando lo usas para reafirmarte.

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