LIBROS Y LITERATURA. OCIO Y CULTURA

Zaragoza se convierte, libro a libro, en una ciudad literaria de la memoria emocional

La capital del Ebro es, cada vez más, el escenario de ficciones y de homenajes explícitos en dietarios y libros de viaje

Los alrededores del Ebro inspiran a muchos escritores.
Los alrededores del Ebro inspiran a muchos escritores.
Guillermo Mestre.

ZARAGOZA. «Zaragoza lo tiene todo para ser una ciudad literaria. Para mí, es la ciudad de mis sueños. Siempre me ha tratado bien y sin ella no sería escritora. La amo y, a veces, lloro por ella», dice Cristina Grande (Lanaja, Huesca, 1962), autora de libros como ‘La novia parapente’, ‘Dirección noche’ y ‘Naturaleza infiel’, que transcurren en la ciudad del cierzo, así como muchas de sus columnas de los lunes en HERALDO.

Desde hace medio siglo, o poco menos, Zaragoza se ha convertido en un escenario de primer nivel. Julio José Ordovás publicaba hace unos días un nuevo libro de homenaje a la ciudad, ‘El peatón sentimental’ (Xordica); Pepo Paz selecciona quince ciudades literarias en ‘Un país de novela’ (Anaya), y explica Zaragoza a través de la novela de iniciación ‘Carreteras secundarias’ de Ignacio Martínez, y se celebra el centenario de la publicación de ‘Ulises’ de James Joyce, una novela en la que Dublín es tan personaje o más que el joven Stephen Dedalus y Leopold o Molly Bloom.

Evocación y elogio

Zaragoza habita en novelas importantes de grandes narradores del siglo XIX y XX: desde la ‘Zaragoza’ de Galdós a ‘La Quinta Julieta’ de Ramón J. Sender o muchas páginas de Cees Nooteboom, por ejemplo. «Pienso que Zaragoza, en general, queda muy bien en los relatos y novelas y me gusta que aparezca en los libros que leo. La zona señorial contrapuesta a los barrios populares crea una contraposición social, y, claro, también muy vital, muy fotogénico», dice Patricia Esteban Erlés (Zaragoza, 1972), y recuerda que Zaragoza aparece en sus primeros cuentos: la calle Alfonso, su favorita, le inspiró ‘De culos y manzanas’ y sitúa ‘Habitante’ en esa «barriada de casas del tiempo de la II República que está detrás de la plaza de San Francisco».

«Es nuestra mirada la que convierte en literario cualquier escenario. Zaragoza es un escenario lleno de bambalinas. Solo hay que mirar bien. No le falta nada. Hasta tuvimos un faro, que me encantaría que volviera a funcionar», apunta Ana Alcolea (Zaragoza, 1962), que ha situado en la ciudad ‘Las chicas de la 309’, que se presenta el martes, ‘El brindis de Margarita’ y ‘Napoleón puede esperar’.

«Una ciudad con dos mil años de historia tiene todos los ingredientes para ser un gran marco literario. Hay extraordinarias novelas ambientadas en diferentes épocas de Zaragoza. Por citar alguna, apuntaría las de Ignacio Martínez de Pisón y destacaría títulos como ‘El tiempo de las mujeres’ y ‘Dientes de leche’», señala Miguel Mena (Madrid, 1959), y recuerda que su libro más zaragozano es ‘Mil ochocientos sesenta y tres pasos’, «donde el recorrido de mi casa a la radio me lleva a evocar diferentes historias y personajes. También aparece en novelas como ‘Días sin tregua’ y ‘Alerta Bécquer’».

El Tubo es otro de los lugares literarios de Zaragoza.
El Tubo es otro de los lugares literarios de Zaragoza.
Guillermo Mestre.

Por alusiones, Pisón (Zaragoza, 1960) indica: «Zaragoza no tiene el prestigio literario de otras ciudades pero eso no importa. La geografía literaria de un autor tiene más que ver con su biografía sentimental y su memoria que con ese prestigio. Yo eso lo aprendí de ciertas novelas de José María Conget, que viviendo en ciudades tan prestigiosas como Londres o Nueva York aprovechaba sus novelas para regresar a su Zaragoza, que es un poco anterior a la mía», y añade que «en varias de mis novelas he aprovechado para volver a la Zaragoza de mi adolescencia y juventud, de la que en realidad nunca me he ido aunque lleve cuarenta años viviendo en Barcelona», dice el escritor.

Autores, miradas, libros

José María Conget (Zaragoza, 1948) responde de entrada a la interrogante de si Zaragoza es o no es una ciudad literaria. «Creo que no existen ciudades literarias sino ciudades transitadas por la literatura, y la literatura nace, en mi caso, de la memoria emocional. Zaragoza está asociada a mi infancia y primera juventud, los años del bachillerato y de la carrera; la de mi literatura son fragmentos de una cotidianidad absorbida por los cinco sentidos de una persona que, como aquellas calles y plazas, solo existe ya en la memoria. Y sí, aparece en todos mis libros, incluso en la antología del cine en la poesía española surge en la nota sobre los cine-clubs; mi ciudad es una referencia sentimental».

De inmediato, como si pensase que algo no ha quedado suficientemente claro, matiza: «Lo que quería decir es que cualquier ciudad vivida y en la que uno ha pasado tristezas, gozos, amores, desengaños, es literaria. Estoy en contra del turismo literario que es superficial y frívolo».

Fernando Sanmartín (Zaragoza, 1959) ha situado muchos de sus libros en diversos rincones del mundo, pero Zaragoza es el teatro decisivo de sus ficciones y recuerdos. «Una evidencia muy clara de que Zaragoza es una ciudad literaria la encontramos en los libros de Pisón, Conget, Daniel Gascón, Miguel Mena, Félix Romeo, Eva Puyó, Grasa, Vilas o Sergio del Molino (que a veces lanza buenas andanadas contra la ciudad, pero que ha hecho retratos espléndidos sobre algunos lugares de la misma, como hizo una vez con el parque Pignatelli). Me gusta cuando Mariano Gistaín o José Luis Melero miran la ciudad, o cuando Enrique Cebrián y Octavio Gómez Milián le hacen un poema. Pero en los últimos años, uno de los mejores libros que se centran en Zaragoza es el recién publicado ‘El peatón sentimental’, de Julio José Ordovás», manifiesta y agrega casi una poética: «Concibo la escritura como un espejo de la realidad. Por lo tanto, es normal que la ciudad en la que vivo aparezca en muchos de mis libros. Respecto a Zaragoza, conozco sus aciertos y errores, pero también algo esencial: lo que ella significa para mí cuando me alejo».

Eva Puyó (Zaragoza, 1976), que publicaba el año pasado su novela ‘Todos mis anhelos’, parece tenerlo muy claro: «Zaragoza es escenario de algunos de los mejores títulos de la literatura aragonesa reciente, en obras de José María Conget, Daniel Gascón, Cristina Grande, Ismael Grasa, Ignacio Martínez de Pisón, Rodolfo Notivol, Soledad Puértolas, Aloma Rodríguez, Félix Romeo, Fernando Sanmartín, Ramón J. Sender (no tan reciente, claro), y tantos otros. Zaragoza tiene fama de ser una ‘ciudad de paso’. Precisamente, en la buena literatura no importa tanto el destino como el viaje, así que Zaragoza es perfecta como un lugar de descubrimientos».

Afirma que Zaragoza es «la ciudad en la que he vivido desde que nací y aparece de forma natural en mi literatura, igual que la familia, la amistad o la pareja». María Frisa (Barcelona, 1969), que alterna la novela negra con los libros para niños, declara: «Mi novela ‘Cuídate de mí’ transcurre en Zaragoza, la ciudad es una presencia constante, uno de los personajes. Quería que apareciera la ciudad que vivimos día a día, alejada de los clichés. Por ejemplo, la ribera del Ebro que es un sitio por el que me encanta ir en bicicleta. O la torre de la Magdalena. Es una ciudad tan literaria como cualquier otra».

Lugares con encanto

Al pensar en lugares que tengan un encanto especial, Cristina Grande selecciona este fragmento de Cees Nooteboom: «La silueta de Zaragoza, cuando uno se acerca por el norte, es una de las más bellas de España. Se ven las torres de La Seo y de la Lonja al otro lado del Ebro, y la ciudad parece un barco enorme y misterioso que navega por el desierto».

Patricia Esteban, desde que vive en el entorno del Mercado Central, revela que «me he ido encontrando con historias de personajes realmente singulares, apasionantes, como La Zaragozana, uno de los primeros transformistas, que murió hace unos años. Me gusta mucho que algunos lugares parezcan inmortales, lugares incapaces de morir. Y siempre he pensado que el cementerio de Torrero quedaría de miedo en una novela de terror, por ejemplo. Es un lugar lleno de belleza y misterio».

José María Conget escribe de Zaragoza desde hace más de 40 años.
José María Conget escribe de Zaragoza desde hace más de 40 años.
Esther Casas / Heraldo.

Eva Puyó sostiene que tan literaria puede ser la Avenida de Cataluña como la Gran Vía. «El bar La Caja de los Hilos es, sin duda, mi rincón literario favorito. El Ebro siempre ha tenido mucha presencia en mi vida. Sin su cercanía, me sentiría un poco perdida». A Miguel Mena le encanta el Casco Histórico, aunque su espacio favorito «estaría situado en el entorno del Ebro y sus puentes».

Por otra parte, añade Mena, «el gran personaje zaragozano es José Antonio Labordeta. Ángel Gracia ya lo ha incluido en su última novela y en el futuro lo veremos en muchas más».

Fernando Sanmartín escoge: «Mis rincones literarios favoritos son, en este momento, las orillas del Canal Imperial, en el tramo que va desde el Stadium Casablanca hasta el puente de la Avenida de América, y tres lugares para tomar una cerveza cuando llega el penúltimo crepúsculo: El corazón verde, la terraza del Merendero del Cabezo Buenavista y El Petit Coin».

Martínez de Pisón sugiere lugares como los Antiguos Espumosos, la plaza de los Sitios, el Tubo, y apostilla: «Las ciudades no son escenarios. Las ciudades son a su manera protagonistas de las novelas. El ‘Ulises’ de Joyce es también la historia de una ciudad llamada Dublín». Por ello, Cristina Grande dice: «Zaragoza tiene sus grandes escritores, sus poetas maltratados, sus ‘flaneurs’ cultos y adorables que la aman sin ningún complejo». Ellos, por ejemplo, son una buena prueba.

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