NARRATIVA. OCIO Y CULTURA

Fernando Aramburu: "Prefiero que Zaragoza vaya en mí que meterme yo en Zaragoza"

El autor donostiarra vuelve a la ficción pura con ‘Los vencejos’ (Tusquets), la historia de un hombre que anuncia su suicidio para dentro de un año

Fernando Aramburu / 03-09-21 / Enrique Cidoncha[[[FOTOGRAFOS]]]
Fernando Aramburu 
Enrique Cidoncha

Después de leer la novela, uno tiene la tentación de decir como Blas de Otero «que trata de España». ¿Ha querido que ese concepto tan abierto y a la vez concreto fuera el tema de su novela ‘Los vencejos’? 

No me propuse tal cosa fríamente, pero era fácil deducir que una novela larga, poblada de un nutrido elenco de personajes, cuya acción transcurre en Madrid, por fuerza daría lugar a un dibujo social de la España de nuestros días. Procuré, eso sí, tratar el asunto de forma que no pareciese un añadido superfluo. Con dicho propósito lo inserté en todo momento en la sustancia narrativa de la novela.

En la novela está casi todo: la crónica política de los últimos años y las cuestiones palpitantes: nacionalismo, eutanasia, feminismo, extremismo, pero también la soledad, la amistad. ¿Quería de algún modo prolongar el espíritu de ‘Patria’? 

Algo de la música de fondo de ‘Patria’ se percibe en ‘Los vencejos’. En realidad, basta con tomar en consideración los lazos de los personajes con la historia colectiva de su tiempo, particularmente si no son pocos, para que afluya a las páginas un dibujo social de la época.

¿En qué medida pensó en escribir una biografía novelada en forma de diario de un personaje imaginario como Toni, con constantes ‘flashbacks’, o se fue imponiendo esa estructura? El libro a veces parece nacer del azar, de la intuición… 

La estructura de esta novela es resultado de un diseño minucioso que luego, durante la escritura, puse en práctica de manera consecuente. Llegué, por así decir, a un pacto con el narrador: «Muchacho, le dije, tú escribirás cada noche un fragmento de confesión y yo, el autor, ordenaré las secuencias y te impondré los temas de modo que al final me des una novela».

"Algo de la música de fondo de ‘Patria’ se percibe en ‘Los vencejos’. En realidad, basta con tomar en consideración los lazos de los personajes con la historia colectiva de su tiempo"

Provechoso diálogo, pues. ¿Qué le sirve y qué no le sirve al narrador, aunque disfrute escribiendo y tenga la sensación de que está inspirado? ¿A qué se renuncia? 

En principio, le sirve todo lo que contribuya a su confesión y no renuncia a nada. Debemos pensar que él escribe convencido de que nadie, salvo quizá su hijo algún día, leerá lo que está escribiendo. Nada, pues, frena el ejercicio de su franqueza y los lectores asistirán, página a página, al espectáculo de un hombre que, con ayuda de la escritura, se abre en canal. 

¿Cómo definiría a Toni? ¿Es un existencialista, un nihilista, un fracasado...? 

Una vez terminada la novela y situándome ante la foto fija de Toni, cada vez me inclino más a pensar que es un ciudadano común y corriente que, en un momento dado, concibe el sueño de protagonizar algo grande en la vida. Pongamos por caso, una tragedia en la que a él le correspondiese el papel principal. Ocurre, además, que no sabe bien por qué aspira a tal cosa ni cómo llevarla a cabo.

Lo cuestiona todo. Incluso el amor, «un pésimo invento del género humano». ¿Le pasa eso de veras o adopta una pose? 

Yo diría más bien que busca claridad. Nota los síntomas y los estudia con la esperanza de hallarles el origen. Se topa entonces con seres que le son o le fueron cercanos, y al evocarlos se da cuenta de la vaciedad y el sinsentido de su propia vida, y de su fracaso como hermano, como padre, como marido, como profesor, etc.

El amor y el sexo son claves en el libro. Ahí están Amalia, que encarna el amor y su reverso el odio; Águeda, que se parece a la segunda oportunidad; la paraguaya, que representa la aventura, y Tina, la muñeca hinchable… ¿Nos quiere decir algo en concreto? 

No. Yo solo cuento historias, animado por el deseo de que sean significativas y acaso emocionantes para quienes se tomen la molestia de leerlas. En algunas novelas anteriores adjudiqué o impuse a este o el otro personajes vivencias mías, no así en ‘Los vencejos’. Las reflexiones del personaje son suyas, aun cuando yo pudiera en algún que otro punto mostrarme de acuerdo con ellas. Discrepo de Flaubert. Yo no soy Madame Bovary. Por otro lado, mi visión del amor y del sexo carecen de interés. Tengo, en todo caso, una vinculación bastante menos tormentosa con ellos que la que tiene mi personaje.

"Discrepo de Flaubert. Yo no soy Madame Bovary. Por otro lado, mi visión del amor y del sexo carecen de interés. Tengo, en todo caso, una vinculación bastante menos tormentosa con ellos que la que tiene mi personaje"

¿Qué hay de verdad en esa impresión que sugiere: querría ser otro y estar en otra parte? ¿No hay en él algo de coquetería? 

Pues es posible, pero yo creo que este hombre habla en serio y que, aunque a menudo se escuda en la ironía, su drama personal no es cosa de poco momento.

¿Por qué ha creado un personaje tan cínico, tan amoral, que parece estar haciendo una autodefensa amarga todo el rato? 

Quizá en el arranque de la novela, el personaje pueda dar la impresión que se apunta en el enunciado de la pregunta. Pero luego, incluso a su pesar, influido por las personas de su entorno, él sigue una evolución paulatina hacia posiciones menos hostiles con la vida.

¿Es España tan violenta, de manera real o soterrada, como aparece en el libro?

España, hoy día, no me parece un país más inseguro ni más violento que la mayoría de los países del mundo. La violencia, que no es privativa de la especie humana, está ahí, al menos en posibilidad, prevista por la Naturaleza. Y por mucho que nos civilicemos, hay una parte natural o salvaje en nosotros que siempre nos acompañará como una sombra. 

Los vencejos encarnan la vitalidad, el vuelo, la primavera, la luz. ¿Son el contraste perfecto a un Madrid convulso, sugiere metafóricamente que podríamos vivir mejor, sin tanta aspereza y rabia? 

Yo preferiría que cada lector resolviese esta cuestión por su cuenta, sin la tutela del novelista. Lo que no voy a negar es que los vencejos cumplen en mi novela una función simbólica de primer orden y que son relevantes en la trama, de ahí que merecieran el honor de figurar en el título.

Barajó comprar un apartamento en Madrid. ¿Pensó alguna vez hacer lo mismo con Zaragoza, donde vivió y estudió? 

No necesito vivir en Zaragoza para ejercer de zaragozano. Esa es la diferencia. En Madrid, no paso de ser un visitante. Zaragoza, en cambio, constituye un capítulo esencial de mi biografía. Ahora bien, tratar de repetirlo a estas alturas sería una pretensión de locos y, por supuesto, un fracaso. De ahí que prefiera que Zaragoza vaya en mí en lugar de meterme yo en Zaragoza.

"¿Tan borde yo como Toni? ¡Vade retro! Jamás. Y aun afirmaría, sin ánimo de postularme para santo, que estoy mucho más cerca de la beatificación que de ese hombre"

¿Ha sido tan borde en la vida como puede llegar a serlo Toni? 

¡Vade retro! Jamás. Y aun afirmaría, sin ánimo de postularme para santo, que estoy mucho más cerca de la beatificación que de ese hombre.

¿Se siente liberado del peso de ‘Patria’?   

A ‘Patria’ le debo diversas satisfacciones, Recibí por ella una recompensa acaso excesiva y ya está. Vinieron después otros proyectos a los que me dediqué sin sentirme poco ni mucho presionado por el peso de esa novela que tanto dio que hablar.

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