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Universidad de Zaragoza

La OTRI cumple 30 años: la aventura de la transferencia

La Universidad de Zaragoza celebra el 30 aniversario de la creación de su Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI), una de las primeras de España en constituirse a raíz de un proceso revolucionario, ilusionante y provocador, que dio lugar a la red OTRI en universidades y en centros de investigación para avanzar junto a las empresas en una actividad, la de la transferencia, de la que poco se sabía en nuestro país. El jueves 5 de diciembre se celebra en el Paraninfo este cumpleaños.

Grupo de investigación de Genética de Micobacterias, en una imagen de 2009.
Grupo de investigación de Genética de Micobacterias, en una imagen de 2009.
Pedro Etura

"La creación de las Oficinas de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI) hace tres décadas fue un proceso revolucionario, ilusionante y provocador, que ayudó a regularizar unas ciertas interacciones que ya existían entre las universidades y las empresas y, además, a incentivarlas". Así lo entendió, al menos, Pedro Manuel Aguado, codirector junto con Luis Berges de la primera OTRI de la Universidad de Zaragoza, que nació en 1989 y que este jueves, 5 de diciembre, celebra su 30 aniversario en el Paraninfo.

No es casualidad que la OTRI del campus público aragonés fuera una de las primeras en constituirse en España. Luis Oro, catedrático de la Universidad de Zaragoza, fue el ideólogo y creador de la red de estas oficinas en España en 1988 nada más acceder a su cargo como secretario general del Plan Nacional de Investigación Científica y Desarrollo. Hacía muy poco, apenas dos años, que España había ingresado en la Unión Europea. "Observé que en otras universidades de Europa, del mundo, existía un apoyo al investigador en temas que desconocía, como la transferencia. Es así como propuse la creación de una red de Otris y, a finales del 88, ofrecimos a todas las universidades que lo solicitaron una beca de formación en Madrid sobre patentes, proyectos europeos. En el 89, se crearon las primeras y la de nuestra universidad, lógicamente, fue una de ellas".

En la de Zaragoza se adoptó una peculiar dirección, entre un matemático y un ingeniero, con visiones distintas pero complementarias. "Trabajamos en la difusión interna y externa hacia las empresas y creamos una base de datos (Datri) con resultados de investigación, que se extendió a nivel nacional", recuerda Aguado. "Nuestra OTRI se caracterizó por una gestión rápida, asumiendo todos los trámites para no cargar al investigador".

El impulso que se le dio a la transferencia permitió vencer reticencias y a finales de los noventa y comienzos del siglo XXI se registró un crecimiento exponencial. "Las Otris son una increíble ventanilla de la universidad al mundo exterior y las empresas fueron conscientes de que es en las universidades donde está el ‘know how’", apunta Gerardo Sanz, al frente de la OTRI durante más de siete años.

"La OTRI de la Universidad de Zaragoza durante estos 30 años se ha consolidado como motor de transferencia de conocimiento, logrando situarse entre las primeras de España al actuar como dinamizador de la I+D+i, con más de 10.000 clientes, 387 millones de euros captados y un total de 56 empresas ‘spinoff’ y ‘startup’ constituidas", destaca Raquel Rodríguez, directora de la OTRI desde 2007.

Entre 2013 y 2019 se han creado 33 empresas, los ingresos obtenidos por explotación de resultados de I+D+i se han incrementado un 50% y solo en 2019 se han solicitado 11 patentes nacionales y 9 extensiones internacionales.

Además, en estos seis años, los ingresos derivados de la transferencia de la Universidad de Zaragoza a través de contratos y convenios se ha incrementado considerablemente, pasando de 13 a 43 millones de euros; es la primera de España en número de cátedras, 71, y cada vez son más las empresas que solicitan trabajar con la institución para ser más competitivas. "Nuestro cometido –subraya Pilar Zaragoza, vicerrectora de Transferencia e Innovación Tecnológica y presidenta de la Red OTRI de CRUE Universidades– es contribuir al desarrollo económico y a la generación de empleo en Aragón, favoreciendo una relación de cooperación, de absoluta confianza entre nuestros investigadores y las empresas, para trabajar codo con codo y buscar soluciones innovadoras para que sean más competitivas y, de esta forma, devolver a la sociedad lo que esta invierte".

Han pasado tres décadas y, en el contexto internacional, las Otris españolas despuntan en algunos indicadores de transferencia como captación de recursos en contratos de I+D en relación con la inversión. Se nota que "la transferencia se ha interiorizado", considera el padre de las Otris, Luis Oro, quien espera "que se sigan dando pasos para que estas oficinas salgan aún más al encuentro de la sociedad para caminar de la mano en esta aventura de la transferencia".

Una historia de éxito a fuego lento

Con el nacimiento de las Otris se dio cobertura legal a esas pequeñas colaboraciones que surgían, de manera informal, entre el mundo empresarial y el investigador, enmarcadas inicialmente en la Fundación Empresa-Universidad. Ese fue el origen de uno de los casos de transferencia que más ha perdurado en el tiempo en el campus público aragonés. La relación de los ingenieros de la empresa Balay (que se integró después en BSH) con los de la Universidad de Zaragoza surgió hace casi 40 años y permitió, en 1989, crear la primera placa de inducción.

Inauguración en 2001 del laboratorio de BSH en el CPS.
Inauguración en 2001 del laboratorio de BSH en el CPS.
Heraldo

"Un día, allá por 1981, un antiguo alumno mío de Física, Juan Sánchez, que trabajaba en Balay, vino a consultarme cómo fabricar un prototipo de una cocina de inducción para un proyecto que les había concedido la CDTI. Primero le dije que era imposible pero, poco después, apareció un nuevo transistor, más potente, y tras varias charlas informales, incluso en las vacaciones de verano, empezamos a diseñarlo", recuerda el ingeniero industrial ya jubilado Armando Roy, que se implicó en este proceso junto a Tomás Pollán, Mariano Sanz, Santiago Velilla y otros muchos. "Hacia el 83, Balay nos financió el material con la firma de un primer contrato de un millón de pesetas. Tardamos un par de años hasta tener un primer prototipo de laboratorio".

No obstante, el proceso no estuvo exento de contratiempos y sustos, como el del robo del prototipo cuando fueron a realizar unas medidas de compatibilidad electromagnética a la Escuela de Ingenieros de Madrid. "Vieron una cocina muy voluminosa dentro de un 600 y se la llevaron. Fue una faena porque llevaba transistores nuevos, caros. Cada uno costaba 4.000 pesetas, pero se abarataron y, cuando salieron las primeras cocinas, los transistores valían 200 pesetas", recuerda.

Balay lo convirtió pronto en un prototipo de mercado. Roy precisa que "las cocinas de inducción de la primera serie se vendieron solo en el Corte Inglés, y en 15 días, cuando estaba previsto que fuera en dos meses. Y sin publicidad. Y es que consumían muchísimo menos que las eléctricas y no podías quemarte al no haber fuego activo. Como demostración, poníamos un billete de mil pesetas entre la superficie y la sopera. Veían hervir el agua y el billete no se quemaba".

Hoy en día, esta colaboración ha posicionado tanto a la empresa BSH como al campus público aragonés como líderes mundiales en innovación en el sector del electrodoméstico, tal como ha constatado en varias ocasiones el informe de Thomson Reuters. "Podemos decir muy orgullosos que el trabajo conjunto BSH y Universidad de Zaragoza es una auténtica historia de éxito de colaboración Empresa-Universidad y un modelo que, en el caso de BSH, se ha extendido a otras áreas y proyectos", afirma Fernando Gil Bayona, director general de BSH.

Un flechazo que ha acabado en vacuna contra la tuberculosis

En la transferencia solo se puede ir de la mano. En ocasiones, son las empresas las que solicitan el apoyo de la universidad, en otras, son los investigadores los que buscan el respaldo empresarial.

Carlos Martín, descifrando genomas en una imagen tomada en el año 2000.
Carlos Martín, descifrando genomas en una imagen tomada en el año 2000.
Guillermo Mestre

Y, en algunos casos, el flechazo es instantáneo y fructífero, como el que ha unido a la Universidad de Zaragoza y la empresa biotecnológica Biofabri de Galicia, desde que, en 2008, firmaran una alianza estratégica para la producción de una vacuna contra la tuberculosis, diseñada por ingeniería genética y obtenida por el grupo de investigación de Genética de Micobacterias de la Facultad de Medicina, que dirige el catedrático Carlos Martín. "La Universidad de Zaragoza llevaba dos años intentando localizar por toda Europa una empresa que trabajara con micobacterias y, a través de un contacto de Genoma España del Ministerio de Sanidad, llamó a la puerta de nuestra compañía en Galicia", explica Esteban Rodríguez, director general de Biofabri, filial de la compañía CZ Veterinaria, la mayor planta del mundo de producción de micobacterias.

"Conectamos perfectamente", añade. "El proyecto de Carlos Martín era tan sensato, su hipótesis de trabajo era tan factible, que le dijimos que sí inmediatamente y nos embarcamos en este proyecto, a través de un contrato. Estamos ya preparando la fase tres, en la que puede ser la primera vacuna humana desarrollada de principio a fin en España, que está a la cabeza del portfolio mundial de vacunas contra la tuberculosis y que puede ser usada a nivel mundial gracias a la patente, cuya propiedad es del campus público aragonés".

Liderazgo mundial en las aplicaciones tecnológicas del vidrio

Los casi 30 años de estrecha cooperación entre el grupo Ariño Duglass y el Departamento de Física Aplicada de la Universidad de Zaragoza han sido fundamentales para que la empresa, ubicada en La Puebla de Alfindén, haya alcanzado una posición de liderazgo mundial en las aplicaciones tecnológicas del vidrio. Una colaboración con alfombra roja que la ha llevado hasta la línea de alta velocidad entre La Meca y Medina, gracias al tratamiento antiabrasivo del vidrio de las ventanas, capaz de soportar las temperaturas extremas del desierto. En estos años, ambas partes han trabajado en el desarrollado de un mayor aislamiento térmico en los acristalamientos en edificios y en sistemas integrados que permitan calentar la superficie para conseguir propiedades de antivaho y anticongelación para el sector ferroviario. Ahora siguen investigando en un nuevo vidrio por capas capaz de absorber gases contaminantes.

El tratamiento antiabrasivo del vidrio del Ave Medina-La Meca es fruto de la colaboración entre Unizar y Ariño Duglass.
El tratamiento antiabrasivo del vidrio del Ave Medina-La Meca es fruto de la colaboración entre Unizar y Ariño Duglass.
Ariño Duglass

Para el director general de la compañía, Raimundo García-Figueras, "la cooperación entre la Universidad de Zaragoza y Ariño Duglass ha sido fundamental para la supervivencia de la empresa en un mercado tan competitivo y exigente. No solo desde el punto de vista de la consecución de productos innovadores y disruptivos, sino por la fijación dentro de la empresa de una forma de trabajo siempre centrada en la innovación y la mejora continua".

La solución a un problema que salió del laboratorio

Hay casos de transferencia inesperados, que nacen para solucionar un problema concreto y, al final, cuentan con otras numerosas aplicaciones. Es lo que ocurrió con la búsqueda de un sistema eficiente para la recuperación y licuefacción del helio –un recurso estratégico, limitado y de elevado coste– en los laboratorios del Servicio de Líquidos Criogénicos del campus y cuyo desarrollo concluyó en un prototipo y varias patentes, propiedad industrial de la Universidad de Zaragoza y al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Conrado Rillo, junto al recuperador de helio.
Conrado Rillo, junto al recuperador de helio.
Unizar

"Al inicio, solo quería resolver nuestro problema, para poder producir y recuperar helio líquido de una forma eficiente, pero nos dimos cuenta de que estábamos resolviendo el problema de hospitales y empresas", explica el investigador principal Conrado Rillo, científico del CSIC en el Instituto de Ciencia de Materiales de Aragón (centro mixto de investigación con la Universidad de Zaragoza). Para construir ese primer prototipo se contrató a la compañía GWR Instruments, en San Diego, vecinos a su vez de Quantum Design, "empresa a la que ayudé hace 20 años con una patente americana y a la que comprábamos instrumentación y que, finalmente, se sumó a esta iniciativa. Fue cerrar un círculo", señala con satisfacción el científico.

De proyecto fin de carrera a ‘spinoff’ y empresa con proyección internacional

Desde la OTRI de la Universidad de Zaragoza siempre se ha trabajado con ahínco en formar y acompañar a los nuevos emprendedores –desde hace unos años a través del programa Spin Up– que surgen en el ecosistema universitario, incluidos estudiantes universitarios. Ese fue el caso de Libelium, una empresa que diseña y fabrica tecnología de hardware "para conectar el mundo real, el que tocamos, olemos, vemos y sentimos a internet a través de sensores inteligentes", explica David Gascón, director de Innovación y Desarrollo de la empresa, que surgió de su proyecto fin de carrera en Ingeniería Informática.

Asín y Gascón mostraban ilusionados su primer producto en 2007.
Asín y Gascón mostraban ilusionados su primer producto en 2007.
Heraldo

Hace 13 años del inicio de esa aventura, acompañado por su compañera de carrera y actual gerente, Alicia Asín, y todavía recuerda el respaldo de la OTRI a dos estudiantes, en lo que considera una ‘spinoff’ atípica, sin la figura de un profesor liderando la idea. "Habríamos seguido adelante pero, desde luego, su apoyo fue decisivo para arrancar, desengrasar esa situación inicial tan crítica". Y tras ese empujón, la proyección mundial de Libelium es una realidad, que le ha permitido mandar al espacio un satélite con la Nasa para monitorizar tormentas solares; trabajar con National Geographic, para monitorizar y predecir la erupción del volcán Masaya en Nicaragua; o controlar la calidad del agua y del aire en el Amazonas.

Carmina Puyod Unidad de Cultura Científica de la Universidad de Zaragoza

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