Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Inducción. Electromagnetismo entre sartenes y pucheros

Lo primero que se cocinó en una cocina de inducción fue chocolate a la taza, de la tienda de ultramarinos que el padre del investigador Tomás Pollán tenía en La Bañeza (León). Más de veinte años después de aquella chocolatada de laboratorio, este tipo de encimeras, con una electrónica mucho más sofisticada e integrada, están en muchas casas. Se ha ganado en eficiencia y se han abaratado los precios. BSH Electrodomésticos España y la Universidad de Zaragoza han recorrido juntos el camino de investigación y desarrollo para llegar hasta aquí. La sexta generación de cocinas de inducción está 'en el horno'.

Rapidez y eficiencia energética son algunas de las bazas de las encimeras de inducción
inducción
BSH ELECTRODOMéSTICOS ESPAñA

Preparar una tortilla en menos de un minuto o tocar una encimera sin quemarse no es una utopía gracias a la inducción. Un fenómeno físico en el que BSH lleva trabajando cerca de 30 años y que se materializa en el nuevo centro de I+D+i en inducción inaugurado en la factoría de Montañana hace unos meses. Con más de 175 investigadores involucrados y colaboraciones con la Universidad de Zaragoza, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y el Instituto Tecnológico de Aragón, BSH coloca a Zaragoza en el centro tecnológico de la inducción a nivel mundial.


Resulta fácil dejarse impresionar por los implacables brazos de los robots, encargados de ensamblar grandes piezas en cuestión de segundos. Pero el verdadero motor de la cadena de producción se esconde en el laboratorio. Hace ya más de tres décadas, un grupo de visionarios de la compañía unió sus fuerzas con la Universidad de Zaragoza para apostar por una tecnología más cercana a la ciencia ficción que a la realidad. En plena era de la cocina eléctrica y de gas, la inducción parecía un fenómeno prodigioso, capaz de crear el calor directamente sobre el recipiente. Sin embargo, hacía tiempo que la ciencia estaba familiarizada con esta evidencia, resultado de la histéresis magnética y las corrientes inducidas.


DE FOUCAULT A LOS MOSFET DE POTENCIA

Léon Foucault fue el primero en descubrir cómo las corrientes inducidas calientan el material debido al choque de electrones, pero el auténtico problema para los ingenieros de BSH era encontrar semiconductores que soportaran grandes cargas de corriente. Tal como desvela José Ramón García, director del Centro de Competencia de Inducción, “lo que propició la aplicación práctica de este fenómeno fue la electrónica de potencia, especialmente los mosfet de potencia: los primeros dispositivos de estado sólido que permitieron trabajar a las frecuencias necesarias para calentar por inducción, entre 25 y 100 kilohertzios”. Un peregrinaje que les llevó hasta EE. UU. y en el que tropezaron con más de una dificultad, “para las primeras cocinas había que comprarlos con licencia, porque estaban asociados a usos militares”.


Desde el inicio de las investigaciones del departamento de I+D de la por entonces Balay y la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Zaragoza en 1981 hasta la actualidad, el camino es un rosario de prototipos y patentes. En 1986 se inicia el proyecto de desarrollo de la primera placa de inducción y, un año después, se presentan los primeros modelos en diversas ferias internacionales. Pero el verdadero punto de giro a la hora de comercializar el producto “se produce en 1995, con el desarrollo de los aparatos de inducción sin una caja separada para la electrónica de potencia”.


La nueva generación de encimeras compactas, con la electrónica integrada en la zona de cocción consigue el visto bueno del mercado. Paralelamente, la apuesta por la investigación de la compañía es cada vez más firme. En 2003, el área de desarrollo de inducción situada en Montañana se convierte en Centro de Competencia de Inducción, con responsabilidad global en las tareas de I+D. Es el epicentro en el que confluyen dos perfiles de investigadores de entornos muy distintos: universitario y empresarial. Como puntualiza García, “entre la Universidad y la empresa hay intereses inmediatos opuestos, aunque apelando al sentido común encontramos objetivos similares: hacer cosas que nos dejen satisfechos aplicando la investigación a problemas concretos”.


Buena prueba de la excelente red de investigación e innovación creada alrededor de esta tecnología es la cátedra BSH Electrodomésticos-Universidad de Zaragoza en Innovación, cuna de futuros investigadores. Para la posteridad quedan ya los trabajos de los primeros visionarios, como el recientemente fallecido Tomás Pollán, responsable como recuerda el director del centro de competencia de “construir con sus manos el primer prototipo de cocina de inducción y de hacernos creer a todos que calentar así era posible”.