Sociedad

La ciencia rastrea la pista de las muertes por calor

A las puertas del verano, las temperaturas ya están aumentando y cada vez lo harán más. El año 2015, y el mes de julio en particular, ya batió todos los récords desde que se tienen registros. Las previsiones apuntan a un incremento de las olas de calor, unidas a una mortalidad que parece pasar desapercibida pero que se lleva cada verano más de mil vidas en España.

La ciencia rastrea la pista de las muertes por calor
Mariano Millán

Cuando tu temperatura corporal rebasa los 40ºC y la acompañan convulsiones, vómitos, delirios y dolores de cabeza, entre otros síntomas, puedes estar sufriendo un golpe de calor. Este grave trastorno tiene una base ambiental. Con la llegada del verano, aumentan los problemas de salud debidos a las condiciones térmicas. Y a veces pueden ser fatales, aunque, en general, los fallecimientos atribuidos a los golpes de calor no dejan cifras impresionantes.


«Por ejemplo, en una de las peores olas de calor, la de 2003, la mortalidad debida a golpes de calor fue de únicamente 141 personas en España», dice Julio Díaz Jiménez, jefe de área del departamento de Epidemiología y Bioestadística del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII).


Pero las muertes relacionadas con las altas temperaturas son muchas más que las achacables estrictamente a los golpes de calor. Se deben al agravamiento de patologías ya existentes y pueden contarse por miles.


Durante ese verano del 2003, las temperaturas extremas del aire provocaron 70.000 muertes adicionales en toda Europa, según un estudio publicado en ‘Comptes Rendus Biologies’. En España, el Centro Nacional de Epidemiología atribuyó 6.400 fallecimientos al calor, una cifra que podría aumentar debido a los efectos del cambio climático.


Para los epidemiólogos, ‘culpar’ al calor de las muertes de manera inequívoca no es fácil. A pesar de ello, según un estudio publicado en mayo en ‘Environmental International’, la mortalidad asociada al calor en España fue de 1.312 personas al año en el periodo de 2000 a 2009. En total, se habrían producido 13.119 muertes en estos diez años. Los resultados del trabajo revelan que durante esta década las provincias que tuvieron un número de decesos por calor más elevado fueron Madrid (2.291), Barcelona (1.205), Vizcaya (743), Sevilla (626), Zaragoza (533) y Pontevedra (529).


El problema estriba en que «estas estimaciones sobre mortalidad atribuible son resultados de modelos de diagnóstico y no tienen por qué coincidir con el exceso de mortalidad real producida en ese periodo», subraya Díaz.


De lo que no hay duda es de que «las temperaturas extremas están directamente relacionadas con la mortalidad», zanja Esther Roldán, investigadora en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad San Jorge de Zaragoza, que ha estimado el aumento de las muertes por calor en Zaragoza. Un hecho que también confirma la Organización Mundial de la Salud: el calor genera pérdidas por patologías cardiovasculares y respiratorias, sobre todo en los ancianos, grupo más vulnerable.


«Estudios recientes realizados en Madrid han encontrado también asociaciones entre el calor y el exceso de mortalidad en enfermos diagnosticados previamente de enfermedad de Parkinson», informa Díaz.Cómo evitar las muertes

Sin embargo, si se toman las medidas de adaptación adecuadas, el incremento de las muertes podría reducirse aunque siguieran aumentando las temperaturas. «La existencia de planes de prevención, la habituación al calor y la mejora de infraestructuras, entre otros, pueden hacer que este incremento sea muy inferior al considerado inicialmente», manifiesta Julio Díaz.


De hecho, en un estudio recientemente publicado en ‘Environmental Research’, el investigador comparó la mortalidad atribuible al calor en el periodo 1986-1997 con la producida entre 2001 y 2009. Los resultados demostraron una importante disminución de esta mortalidad, sobre todo en el grupo de mayores de 65 años. «Se prevé un incremento de la mortalidad debida al calor, pero menos que el que inicialmente cabría esperar si no se tienen en cuenta los procesos de adaptación», resalta el científico del ISCIII.


Destaca el Plan de Prevención ante altas temperaturas que activa cada verano el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Además, las comunidades también tienen los suyos propios. El pasado día 1 se puso en marcha en Aragón el Plan de Acción para la prevención de los efectos de las temperaturas extremas sobre la salud, que comprende hasta el 15 de septiembre.


Todos estos planes velan en especial por los grupos de riesgo,como las personas mayores y personas con patologías de base, y recomiendan hidratarse y no hacer esfuerzos físicos importantes en las horas centrales del día.


Pero, aun habiéndose aplicado, los planes no han impedido las muertes que se han producido en los años posteriores. Para Dante R. Culqui, del ISCIII, esto se debe a varias razones: las alertas de olas de calor inicialmente no consideraban la temperatura umbral de disparo, y se obtenían con criterios solo climatológicos y no epidemiológicos.


«Pero, además, las olas de calor varían mucho entre sí: no es lo mismo una temperatura alta en un solo día que temperaturas altas sostenidas durante periodos prolongados de tiempo», advierte el médico, que considera necesaria más investigación para conocer el comportamiento de las olas de calor y su variación en las diferentes Comunidades Autónomas. «En la actualidad, se ha avanzado porque ya se ha conseguido determinar esa temperatura de disparo a nivel provincial», añade.


En Teruel, hay riesgo desde que se superan los 14 grados de mínima y los 36 de máxima. En Zaragoza, a partir de los 36 de máxima y los 20 de mínima y, en Huesca, a partir de los 34 y de los 20 (según datos de 2015).


Ante este escenario, el reto está en comprender cómo una ola de calor desencadena golpes de calor y desequilibra las enfermedades de los pacientes crónicos. «Hay que aprender a interpretar», dice Culqui. Y para ello no solo se necesita el compromiso de los médicos, sino también el de los especialistas ambientales.

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