Tercer Milenio

En colaboración con ITA

​Las olas de calor golpean con fuerza

En julio de 2015, Zaragoza batió su récord histórico con una temperatura máxima de 44,5ºC
En julio de 2015, Zaragoza batió su récord histórico con una temperatura máxima de 44,5ºC
Heraldo

La debilidad frente a las agresiones térmicas del ambiente no depende solo del estado físico de los ciudadanos. Son determinantes las infraestructuras con las que cuente la comunidad, como un urbanismo adecuado dotado de zonas verdes, sistemas de alerta, de abastecimiento de agua y de distribución de alimentos, y por supuesto, unos buenos servicios de salud pública. También entran en juego factores geográficos: tienen mayor riesgo las poblaciones en zonas costeras bajas o en los límites de las enfermedades trasmitidas por vectores, las zonas rurales alejadas de asistencia sanitaria y las áreas urbanas sometidas al efecto de isla térmica.


De hecho, por estas mismas razones, no son las ciudades del sur de la Península, donde se alcanzan temperaturas más elevadas, las que sufrirán una mayor mortalidad atribuible al calor. «Los procesos de habituación al calor y la existencia de infraestructuras adecuadas, como hogares con aire acondicionado, son claves para minimizar sus efectos sobre la morbilidad (proporción de personas que enferman en una población) y la mortalidad (las que mueren)», concreta Julio Díaz Jiménez, del ISCIII.


Un ejemplo claro es el de la ola de 2003. «La mayor mortalidad atribuible al calor se produjo en el noreste de España y Baleares, donde se alcanzaron temperaturas inusualmente altas para estas regiones», añade el experto.


Aunque aquella fue la mayor ola de calor, hubo otras también muy intensas, según publicaba la ‘Revista Española de Salud Pública’. «Las de 1991 y 1995 no generaron tanto impacto, probablemente porque ahora vivimos en un mundo más globalizado y la gente está más comprometida en la lucha contra el cambio climático», recalca Dante R. Culqui Lévano, médico epidemiólogo en el ISCIII.


Después de 2003, las olas de calor fueron menos intensas. Es decir, se soportaron menos grados por encima de la temperatura de disparo a partir de la cual comienza a aumentar la mortalidad atribuible al calor de forma acusada. Fue el caso de las de 2004, 2005 y 2009. A pesar de ello, «en la de 2005, aun siendo menos intensa, la mortalidad fue mayor», añade Culqui. Está previsto que aumente el número y la intensidad de las olas de calor en el futuro, pero los científicos no pueden asegurar qué ocurrirá.


Según el V informe de evaluación del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, la temperatura media global muestra un incremento de 0,85ºC (entre 0,65ºC y 1,06ºC) en el periodo 1880-2012, y si sigue la tendencia, para 2100 se alcanzará un aumento de temperaturas de entre 2,7 y 3,5ºC. Si a esto se le añade el envejecimiento de la población, la mortalidad podría seguir aumentando debido al calor.


En un estudio publicado en ‘Epidemiology’, el investigador del Creal Xavier Basagana cuantificó, junto a su equipo, unas 300 muertes anuales atribuibles al calor solo en Cataluña. «Teniendo solo en cuenta el aumento de temperaturas, esas muertes atribuibles al calor se pueden doblar en 2025, y llegar a más de 700 en 2050», asevera el experto. Con el envejecimiento de la población, los registros actuales podrían multiplicarse por ocho.

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