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Antonio Ayala, 40 años: "Mis migrañas terminaron siendo un tumor cerebral"

Estos tumores pueden causar diferentes signos y síntomas, dependiendo de dónde se encuentren y de la rapidez con la que crecen.

Antonio Ayala, en su puesto de trabajo
Antonio Ayala, en su puesto de trabajo
Francisco Jiménez

Según la Sociedad Española de Oncología Médica, los tumores primarios del Sistema Nervioso Central -tumor cerebral- representan un 2% del total de los casos de cáncer en el adulto y hasta casi un 15% en los niños menores de 15 años a nivel nacional. 

Una enfermedad que puede manifestarse a través de una sintomatología general debida el crecimiento del tumor o por bloqueo del flujo del líquido cefalorraquídeo, que incluye vómitos, visión borrosa y somnolencia, o también por cambios de comportamiento y conducta que, en algunas ocasiones, pueden pasar más inadvertidos en el momento de realizar un diagnóstico.

Es lo que le ocurrió hace unos días a una barcelonesa de 65 años. El cambio drástico en sus hábitos, llegando a convertirse en compradora compulsiva, fue durante meses diagnosticado por varios especialistas como un trastorno por acumulación y una adicción al consumo. Alertados por su comportamiento y por la evolución del estado de la paciente, su familia solicitó la valoración de otros especialistas. 

Tras realizarle una resonancia, lo que supuestamente era un problema de conducta resultó ser un enorme meningioma frontal derecho que comprimía la zona que rige aspectos cognitivos y conductuales.

"Es muy complicado discernir, a primera vista, cuál es la causa por la que un paciente cambia su conducta de manera radical, ya que puede deberse a la propia enfermedad, a la personalidad del afectado o a otras cuestiones que pueden enmascarar la propia dolencia", asegura Nieves Rubio, psicooncóloga de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC)

"También es importante saber qué tipo de tumor es y dónde está localizado. Incluso cómo puede afectar una determinada operación o un tratamiento después de conocer un diagnóstico", comenta la doctora. 

"Para todo aquel que padece cáncer, el apoyo de la familia y a la familia es importantísimo. Me atrevo a decir que en el caso de los tumores cerebrales, más todavía. Precisamente por esos cambios cognitivos, muy complicados de gestionar, que pueden afectar, de un día para otro, el lenguaje, la atención, la movilidad e incluso la memoria", explica Nieves Rubio. 

"No recuerdo cómo era mi vida antes del tumor"

Precisamente para "no olvidarse de nada", Antonio Ayala, zaragozano de 40 años, atiende la llamada de HERALDO "preparado" para contar cuándo y cómo le diagnosticaron cáncer, "con unas notas que me ha escrito mi madre". 

"Fue en 2007, mientras estaba estudiando primero de Ingeniería Informática Superior en la Universidad San Jorge de Zaragoza. Empecé a tener mucho dolor de cabeza, muy intenso. Pasados unos días fui al médico de cabecera. Me dijo que, como mi madre tenía migrañas, que era lo mismo. Sin más", cuenta Ayala. 

Hasta que pasado un tiempo, "no recuerdo cuánto" -apunta Antonio-, "perdí la visión lateral de los dos ojos". "Intentaba mirar de reojo y no podía. Después de consultas médicas, revisiones y pruebas dieron con el diagnóstico. Tenía un pequeño tumor en el nervio óptico", cuenta Antonio Ayala, mientras reconoce haber olvidado esa etapa de su vida "por las pérdidas de memoria que tengo tras las operaciones".

"Perdí la visión lateral de los dos ojos. Tenía un pequeño tumor en el nervio óptico"

"Al principio, no me intervinieron quirúrgicamente, pero sí me trataron con radioterapia. Cuando acabaron las sesiones pude seguir con la carrera, incluso llegué a hacer prácticas en una empresa". "Hasta que los dolores y mareos volvieron a aparecer en 2013. Entonces sí decidieron operarme", cuenta Antonio Ayala.

Una intervención que supuso un cambio radical en su vida: con 29 años perdió totalmente la memoria a corto plazo. "Me dieron la incapacidad total para desarrollar mi trabajo y tengo una discapacidad reconocida de 68%", puntualiza el zaragozano.

"Cuando me empecé a encontrar mejor, decidí que no podía quedarme de brazos cruzados. Gracias a la Asociación Contra el Cáncer comencé a buscar trabajo en un centro especial de empleo y conseguí un puesto en una cabina de la ONCE", comenta Antonio.

"No recuerdo cuántas veces me han operado, ni tampoco cómo era mi vida antes de que me diagnosticaran el tumor cerebral. Ahora vivo al día. Eso sí, apuntándome todo y con unas rutinas muy marcadas", concluye Ayala.

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