Lección vital en el comedor
Aquella noche tocaba cenar hamburguesa en la residencia de ancianos en la que vivían. De pronto, una señora se atragantó con un pedazo de alimento. Su tez se tornó blanca y su boca y labios se hinchaban por momentos. Un anciano que se sentaba a su lado se levantó con toda la rapidez que sus piernas, que ya habían cumplido los 97 años, le permitieron y le practicó la maniobra de Heimlich. Puso sus brazos alrededor de su abdomen, presionándolo por debajo de la caja torácica. Y así la mujer expulsó el trozo de carne que le obstruía la traquea. Su acción salvó la vida a Patty Ris, de 87 años, esa noche en la residencia Deupree House de Cincinati.
Aquel hombre casi centenario era, precisamente, el inventor de la fórmula que ha permitido salvar miles de vidas: Henry Heimlich. Era la primera vez que este cirujano aplicaba la maniobra que ideó en 1974 y que ha evitado la muerte tanto de personas anónimas como la propia Ris como de personalidades conocidas como Elizabeth Taylor, Jack Lemon o Ronald Reagan.
Una de las últimas personas a las que salvó la vida la táctica de Heimlich comía hace unos días en un restaurante zaragozano. La rápida actuación de dos agentes de la Policía Nacional evitó males mayores. Y a la pequeña Martina, de 7 años, no fue preciso llegar a aplicarle la maniobra porque la eficaz actuación de sus monitoras de comedor permitió que saliera el gajo de mandarina con el que se atragantó. Su padre, pediatra de profesión, ha querido agradecer en público la actuación de las trabajadoras y defiende que los primeros auxilios se enseñen en los colegios. Eso sí que es recibir una lección vital en el comedor escolar.
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