Las nuevas corporaciones municipales

Pedro Santisteve conversa con el nuevo alcalde, Jorge Azcón, tras el pleno de constitución del Ayuntamiento de Zaragoza.
 
 

Con la constitución de los municipios se cierra el primer capítulo del complicado juego negociador en el que están inmersos los partidos y que mantendrá un tono de abierta tensión hasta que se alcance un acuerdo para conformar el Gobierno autonómico. Lo ocurrido en ayuntamientos como el de Huesca debería invitar a una seria reflexión sobre los posibles daños a la imagen de la política

Afectados por los acuerdos alcanzados unas pocas horas antes de su constitución, los ayuntamientos aragoneses conformaron ayer sus plenarios y eligieron a sus alcaldes bajo el signo del pacto en aquellos lugares donde la mayoría surgida de las urnas resultaba insuficiente. Si bien en muchos municipios fructificaron las negociaciones previas, especialmente en el consistorio zaragozano, donde PP y Ciudadanos con el respaldo de Vox eligieron a Jorge Azcón como alcalde de la ciudad, en la capital oscense saltó la sorpresa. Un voto en blanco rompió el acuerdo que a primera hora de la mañana de ayer concedía el bastón de mando a la popular Ana Alós. El socialista Luis Felipe mantendrá la alcaldía tras un inesperado resultado que daba un giro total a unas conversaciones entre PP y Ciudadanos que el viernes colocaban al frente del consistorio a José Luis Cadena (Cs). Queda ahora por ver si el anuncio del vicesecretario de Organización del PP, Javier Maroto, de preparar una moción de censura contra Luis Felipe prospera, en especial después de que acusara a Ciudadanos de haber incumplido su compromiso.

La figura del ayuntamiento, primera pieza para los aragoneses del entramado institucional, adquiere una gran relevancia por su proximidad y por su indiscutible capacidad transformadora. Su influencia no solo se descubre sobre la correcta prestación de los servicios públicos más básicos sino, y especialmente, sobre el clima político con el que han de convivir los ciudadanos. Al margen de colores políticos y de las legítimas apuestas de partido, los nuevos ediles deberían demostrar un especial empeño por la normalización y la cooperación entre instituciones.

La política de pactos que definirá y marcará el recorrido de los nuevos gobiernos municipales, al igual que los seguros entendimientos que puedan descubrirse entre las fuerzas de oposición, habrán de priorizar el interés de los vecinos en detrimento de las estrategias de partido. Solo con estabilidad se sostiene un proyecto de ciudad y solo desde la cesión compartida se alcanzan los objetivos. Los municipios aragoneses, con realidades bien diversas y afectados por una sana pluralidad ideológica, inauguran cuatro años de retos marcados por las expectativas depositadas en los votos y con el ánimo de una ganancia compartida de calidad democrática que evite ciertos espectáculos.

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