narrativa española. artes & letras

El retorno de Juan Manuel de Prada: bocanadas a ciegas de los creadores en París

El novelista realiza la primera entrega de un proyecto narrativo monumental, 'Mil ojos esconde la noche. La ciudad sin luz' (Espasa)

Juan Manuel de Prada recupera a su héroe Fernando Navales, presentó en su gran libro 'Las máscaras del héroe'. Aquí lo vemos en el Gran Hotel, en una de sus visitas a Zaragoza.
Juan Manuel de Prada recupera a su héroe Fernando Navales, presentó en su gran libro 'Las máscaras del héroe'. Aquí lo vemos en el Gran Hotel, en una visita a Zaragoza.
Guillermo Mestre

En 1996, la España de Javier Clemente caía en cuartos de final de la Eurocopa por penaltis en el viejo Wembley contra la anfitriona. Algún titular de diario deportivo tituló que cayeron como héroes. En ese mismo trimestre nacía un libro en la singular editorial Valdemar, se titulaba ‘Las máscaras del héroe’ y fue devorado y asimilado como solo lo tremendo lo es. Su autor, Juan Manuel de Prada, nació, como el ex-seleccionador español, en Baracaldo, pero justo veinte años después. Similitudes vizcaínas al margen, en lo que coincide esa novela y la recién llegada ‘Mil ojos esconde la noche’ es que su autor da la voz al mismo personaje inclasificable, Fernando Navales.

Si en la novela editada en 1996 narraba las peripecias de Navales y del maltrecho y paupérrimo Pedro Luis Gálvez (y ese feto muerto en la entrañable y cochambrosa caja de zapatos) en el Madrid de principios del siglo XX; aquí, con el eco de aquello pero sin el cuerpo ya de Gálvez, Navales vive, repta, maltrata, sobrevive, expande, amenaza, extorsiona, goza, organiza, gorronea, gonorrea, trampea, roba, incumple, retoma, brilla, denosta e incluso ama en el París que recién acaba de ocupar la Alemania nazi.

En esta primera parte y mitad de la novela, ‘La ciudad sin luz’, las ochocientas primeras páginas escritas a mano y tecleadas luego por su padre; narra la vida y peripecias de falangistas, exiliados republicanos, nazis típicos y atípicos y/o apáticos/estrambóticos como Ernst Jünger (quien haya leído los siete tomos de sus memorias comprenderá) y más personajes fuera de contexto y arte que en torno a Picasso malviven en lo más triste que ha ocurrido para esa ciudad. Sin libertad ni coraje, París acoge a una ‘troupe’ de supervivientes que conviven con ladillas físicas y mentales, se desarrollan las caspas más gloriosas que se puedan enmohecer junto al Sena y muestran la degradación humana moral en su máximo esplendor.

Navales vive, repta, maltrata, sobrevive, expande, amenaza, extorsiona, goza, organiza, gorronea, gonorrea, trampea, roba, incumple, retoma, brilla, denosta e incluso ama en el París que recién acaba de ocupar la Alemania nazi.

Era reto complicado, pero Juan Manuel de Prada, tras arduo trabajo en Archivos (así en mayúsculas) Históricos (así como en la novela, con H mayúscula la Historia) y una estancia en Albania con su santa y sin excomulgar a nadie (nada de lo dicho en esta frase es mentira), ha superado a la obra ambientada en Madrid para ir desmembrando la manera de ser de personajes tan renombrados como Lequerica, embajador de España en París; Serrano Suñer, ministro plenipotenciario de Exteriores de paso por la ciudad; Gregorio Marañón, desplazado y ansioso por moverse; Pablo Picasso ya asimilado con el lugar (incontables las biografías que ha leído de Prada del malagueño).

Y también María Casares, gallega y futura pareja de Albert Camus; o César González-Ruano, periodista al que muchos calificativos le irían como anillo al dedo. Dice el autor que en su dedo nació un callo del tamaño de un garbanzo al escribir a bolígrafo esta obra –recordemos que queda pendiente de publicar, deseamos que en breve, otras ochocientas páginas ya redactadas–, en la que también hay paellas engrudo, pil pil remolón que no solo aprecian los vascos o el origen de que se coma tanto bacalao en el golfo de Vizcaya.

Porque también regala novedades que emulan a las enciclopedias o conferencias que sucedieron pero no se habían desvelado. Como también comenta el autor en la nota final: «Es lo que tiene trabajar en los archivos, esa pejiguera despreciada por tantos sedicentes investigadores». Así salen los garbanzos tan tiernos, chup chup a chup chup como diría la tropa incivil de catalanes (polaquitos en la novela) que acompañan a la más que querida y bien real que fue, Ana María Martínez Sagi. Atleta, poeta, exiliada, y de la que el autor publicase hace bien poco su casi ilimitada y cuasi definitiva biografía, ‘El derecho a soñar’. La novela que nos atañe narra la misión no imposible de Fernando Navales, conseguir que los artistas e intelectuales españoles exiliados colaboren con las actividades que Falange desarrolla en el París ocupado. Parece un guion del tristemente fallecido Ibáñez para sus agentes de la T.I.A., Mortadelo y Filemón. Y el conseguir que nada tenga que ver, da idea de la espléndida historia que ha entregado el escritor.

Esta novela río sin freno no se la debería saltar ningún lector que busque brillo, amenidad y crudeza, como toda verdad. La que toda ficción busca y aquí se encuentra escondida entre los datos verdaderos de la documentación y la mente de quien nos regala esta novela. Ningún puente la conduce, algunos acueductos han visto pasar menos agua que la que aquí se derrama. Porque lo que lloró el París de 1940 y 1941 y que narra esta primera parte está destinado a quedar por siempre en la memoria de, como dice el autor, quienes todavía no han nacido, emulando al eterno Montaigne que sigue con nosotros y seguirá cuando lo dejemos.

La novela que nos atañe narra la misión no imposible de Fernando Navales, conseguir que los artistas e intelectuales españoles exiliados colaboren con las actividades que Falange desarrolla en el París ocupado. Parece un guion del tristemente fallecido Ibáñez para sus agentes de la T.I.A., Mortadelo y Filemón.

Y por no faltarle de nada, ni siquiera falta un jugador del hoy maltrecho Real Zaragoza y entonces, a finales del XX, campeón de la Recopa, en París, no podía ser otra ciudad; que en la nota final del autor antes referida agradecía la ayuda de Miguel Pardeza. Si entre la España de 1996 y la actual han cambiado al menos dos Eurocopas y un Mundial en los laureles; vengan ahora las alabanzas sobre esta novela que da un salto de calidad, todavía mayor que el de la selección española, respecto al Navales que vivía en Madrid. Se entiende. Al leerla, se comprenderá lo que es esta obra. Al escucharla, el ritmo de la sintaxis retumbará en su mente. La que le hará sonreír cuando la recuerde. Como el gol de Nayim hace ahora camino de treinta años. Otra obra maestra.

LA FICHA

'Mis ojos esconde la noche'. 1. La ciudad sin luz. Juan Manuel de Prada. Editorial Espasa. Madrid, 2024. 796 páginas.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión