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Aragón pinta mucho en Montevideo: de Goya a Pradilla, Barbasán y Félez

El Museo Nacional de Artes Decorativas de la capital uruguaya exhibe en su colección diversas obras de estos pintores aragoneses.

El óleo 'Episodio de la invasión francesa', de Goya, en Montevideo.
El óleo 'Episodio de la invasión francesa', de Goya, en Montevideo.
J. F. Losilla

Unos 10.200 kilómetros separan Zaragoza de Montevideo. Una distancia geográfica colosal que el arte consigue acortar. La capital de Uruguay alberga cuadros de algunos de los más destacados pintores aragoneses. Un vínculo que sorprende y deleita al visitante desprevenido.

Paseando por el barrio de Ciudad Vieja de la capital uruguaya –mejor de día que de tarde o de noche "porque las cosas se ponen bravas"–, una de las visitas imprescindibles es al Museo Nacional de Artes Decorativas, enclavado en la plaza Zabala (dedicada al fundador de la urbe, el vasco Bruno Mauricio de Zabala y Gortázar). Allí se levanta una gran residencia señorial, el Palacio Taranco, que es la sede del mencionado museo desde 1972.

Este monumento histórico, que se conserva en su estado original, fue construido a principios del siglo XX por encargo de tres hermanos españoles que hicieron fortuna tras emigrar al país sudamericano a finales del siglo XIX: Félix, José y Hermenegildo Ortiz de Taranco. Con la intención de plasmar su privilegiado estatus social, encargaron el proyecto a los prestigiosos arquitectos franceses Charles Louis Girault y Jules Leon Chifflot. No escatimaron en su empeño: muebles elaborados por la Maison Krieger de París y roble trabado estilo Versalles; las bocas de las estufas, de las columnatas, de las jardineras y la espectacular escalera interior son de mármoles de Génova. El lujo también asoma en el enorme salón principal, en el comedor, en el salón de fumar, en la sala de billar y en la biblioteca. 

Allí permaneció la saga española hasta que en 1940 falleció el último hermano, Félix. Su esposa, Elisa García de Zúñiga, decidió abandonar la vivienda y la vendió al Estado en 1943 junto con el mobiliario y con la donación de las obras de arte con la obligación sellada de que se destinara el edificio y la colección a la creación del Museo Nacional de Artes Decorativas.

Pasión por el arte

La pasión de los Ortiz de Taranco por el arte y su procedencia española les alentó para reunir un notable inventario que cuelga en las paredes de las diferentes estancias. El valenciano Joaquín Sorolla, con quien les unía una intensa relación epistolar que es reflejada en varias cartas al alcance el público, es el más representado.

El legado aragonés está encabezado por Francisco de Goya (1746-1828), que aporta el óleo sobre tabla ‘Episodio de la invasión francesa’, de reducidas dimensiones (25,5 x 32 centímetros). El genio de Fuendetodos fue también protagonista en tierras uruguayas en 2010, cuando sus ochenta ‘Caprichos’, procedentes del Museo del Grabado de su localidad natal, se mostraron por primera vez en el país con una muestra en el Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo.

El zaragozano Mariano Barbasán (1864-1924) comparece con su gusto por el paisaje costumbrista, que le proporcionó gran fama y suscitó el interés de marchantes extranjeros. En el Palacio Taranco se hallan los óleos sobre tela ‘Desgranadoras de maíz’ (1912), ‘Mal tiempo’ (1911), ‘Buen tiempo’ (1911) y ‘Lavanderas’ (1911).

El óleo 'Buen tiempo', de Mariano Barbasán.
El óleo 'Buen tiempo', de Mariano Barbasán.
J. F. Losilla

Otras obras suyas en propiedad del Estado uruguayo son ‘Las hormigas’ (1902) y ‘Campiña romana’ (1915). Cabe recordar que en 1889 Barbasán fue pensionado por la Diputación Provincial de Zaragoza para trasladarse a Roma, donde permaneció durante tres décadas, desarrollando una fructífera actividad artística.

Francisco Pradilla (1848-1921) concurre con un retrato femenino, una de sus especialidades y por la que el de Villanueva de Gállego era requerido por la burguesía de varios países.

Completa la impronta de la Comunidad el zaragozano Mariano Félez (1883-1940), especialista en los paisajes, con el óleo sobre cartón ‘La carretera de Velilla’.

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