ARTE. OCIO Y CULTURA

Ana Gállego y Sara Rubayo rescatan la otra mitad del arte y cuentan la vida y la obra de casi 800 mujeres

La acuarelista y la historiadora del arte presentan en el Museo Thyssen de Madrid dos volúmenes de 'Pintoras', editados por Paidós

Ana Gállego y Sara Rubayo llevan más de seis años dedicándose a la recuperación de las pintoras en la historia.
Ana Gállego y Sara Rubayo llevan más de seis años dedicándose a la recuperación de las pintoras en la historia.
Tomás Garrido.

Ana Gállego (Jaca, 1958), pintora e investigadora, y Sara Rubayo (Madrid, 1983), historiadora y divulgadora del arte, podrían pellizcarse de pura felicidad. Llevan desde 2018 trabajando en un proyecto más que precioso y estimulante: el intento de devolverle a la historia del arte la otra mitad de sus protagonistas. Ambas asumen una frase o un verso de Safo de Lesbos: “Os aseguro que alguien se acordará de nosotras en el futuro”. Todas esas mujeres, pintoras profesionales, que han desarrollado con constricciones su talento y que, salvo contadas excepciones, han quedados arrumbadas, olvidadas o marginadas. Esa búsqueda incesante cristalizó primero en el libro autoeditado ‘Pintoras’, que va desde los orígenes hasta el siglo XVII, que contenía 242 nombres. En un nuevo volumen, de 400 páginas, publican ‘Pintoras. Vol. 2. Siglo XVIII’, donde recogen a 448 artistas profesionales de ese siglo.

Ahora ha sido el sello Paidós el editor del nuevo volumen y de la reedición del primero, ampliado a 300 nombres. “La edición de Paidós es una maravilla. Todo se debe a que Sara Rubayo, con quien me entiendo de maravilla, publicó allí ‘Te gusta el arte aunque no lo sepas’. Les comentó el proyecto en el que estábamos metidas y decidieron apostar, aunque no suelen hacer libros de colección. Ya estamos trabajando en el siglo XIX y vemos que serán, por lo menos, tres volúmenes”, explica Ana Gallego, y recuerda que el viernes 16 de febrero, a las 19.30, en el Museo Thyssen de Madrid, se presentarán los dos volúmenes. “Nos hace mucha ilusión a las dos. Al final habíamos vendido toda la edición del primer volumen. En nuestra investigación, ya hemos descubierto 58 artistas más y se han incorporado”.

Ana Gállego explica su método de trabajo: buscan donde pueden, sobre todo por internet, y no se fían nunca de los primeros detalles. “Hay que verificar y comprobar. Redactamos las dos, aunque las introducciones más de experta las hace Sara. Nos entendemos muy bien. Escribimos a los museos para confirmar que tal o cual obra está allí. Algunos museos se portan de maravilla: por ejemplo, el Museo de Filadelfia nos confirmó algunos datos y nos mandó una lista completa de todas las artistas que tenía en sus fondos”. Las autoras confirman nombre completo, incluso el de soltera, fecha de nacimiento y muerte, y refieren en qué museo, palacio o colecciones están las obras de cada artista, y elaboran por una microbiografía, o cuando se sabe un poco más.

Una de las obras de Angelica Kauffmann, presente en el Museo del Prado, que se puede ver en el libro: 'Leyenda de Cupido y Psyche'.
Una de las obras de Angelica Kauffmann, artista presente en el Museo del Prado, que se puede ver en el libro: 'Leyenda de Cupido y Psyche'.
Paidós/Museo Revoltela Trieste.

“Si en nuestro primer libro se podía decir que las pintoras podían ser monjas; hija, hermana o esposa de pintor, o pertenecer a acaudaladas familias, en el segundo tomo, se introduce una variante a todo ello: aparecen los talleres o academias, y las mujeres podían acudir, aunque no pudiesen ver hombres desnudos, lo cual era una limitación en la piezas de historia o mitológicas, o en el propio desnudo, uno de los grandes géneros de la pintura. A veces se superaban esas dificultades”, dice Ana. Y eso, entre otras artistas, se ve en algunas piezas de Angelica Kauffamann (Chur, Suiza, 1741-Roma, 1807), con obra en el Museo del Prado y autora de una pieza fantástica como ‘Leyenda de Cupido y Psyche’, o Sarah Goodridge (Templeton, Massachussets, 1788 – Boston 1853) que se pintó sus propios pechos. Ana Gállego y Sara Rubayo escriben, con otra tipografía y quizá con algo de humor e ironía, “las tetas más bonitas del siglo XVIII”.

"Algunos museos se portan de maravilla: por ejemplo, el Museo de Filadelfia nos confirmó algunos datos y nos mandó una lista completa de todas las artistas que tenía en sus fondos”, dice Ana Gállego

Dice Ana Gállego: “En cuanto a calidad, hay de todo. Lógicamente. Como sucede con los hombres. Pero hay grandes artistas, incluso grabadoras que es una de las novedades. Hay familias completas; varias hermanas, padres e hijas; etc.”. Un ejemplo podrían ser el caso de una madre una hija y una sobrina: Elisabeth-Louise Vigée Le Brun, Julie Le Brun y Eugénie-Françoise Tripier Le Franc. Por conocimiento y por intuición y con imaginación, la dibujante e ilustradora Mónica López Prado hace un retrato de cada artista.

“Una de mis favoritas es Madeleine Françoise Basseporte (1701-1780). Se quedó huérfana de padre y su madre la animó para que explotase su talento artístico desde que era muy niña. A los diez años se ganó la confianza de un conserje del hotel de Soubise y allí copiaba las obras existentes. Con 16 hizo lo propio en el Palacio Real. Trabajaba y trabajaba, y vendía su obra al día siguiente. Así logró sacar a su familia adelante. Y al final de su vida firmaba sus obras y al lado ponía los años que tenía. Hay muchas historias fascinantes en el libro”, concluye.

Ana Gállego está muy feliz con este trabajo de investigación, rescate y visibilización de las pintoras profesionales de la historia.
Ana Gállego está muy feliz con este trabajo de investigación, rescate y visibilización de las pintoras profesionales de la historia.
Tomás Garrido.
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