PINTURA. ARTES & LETRAS

La huella necesaria de 242 pintoras desde los orígenes hasta el siglo XVII

Sara Rubayo y Ana Gállego publican el primer tomo, hasta el siglo XVII, de la vida y la obra de las mujeres artistas, opacadas por la Historia

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Un cuidado bodegón de la pintora italiana Giovanna Garzoni.
La Gata Verde/Garzoni.

La historiadora del arte Sara Rubayo (Madrid, 1983) llevaba varios años trabajando en el rescate e inventario de las pintoras de todas las épocas. Un día pidió ayuda para su proyecto y Ana Gállego (Jaca, 1958), apasionada del arte y pintora también, le respondió. Eso sucedió en 2018 y ahora, en el sello La Gata Verde, acaban de publicar ‘PintorAs’, un volumen que registra 242 mujeres artistas, desde los orígenes hasta el siglo XVII. «Me sumé de inmediato porque el proyecto reunía dos cosas que me interesan mucho: la historia del arte y la pintura. Hemos trabajado muy duro: partíamos de un inventario general de 300 mujeres, y ya vamos por 4.600, desde el principio de los tiempos hasta las pintoras nacidas en 1930», dice Ana Gállego.

«Sara es una gran divulgadora y participa en el programa de La 2, ‘El condensador de fluzo’. Solo nos vimos una vez en Madrid, en el Museo del Prado, en la exposición de Sofonisba Anguissola y Davinia Fontana, que también están en nuestro libro, y luego apareció la pandemia. Hemos contactado por teléfono, por internet, etc. Siento que hemos hecho una labor importante y necesaria», apunta.

Sara y Ana han trabajado con todos los recursos a su alcance: a través de internet, en libros, catálogos, exposiciones. «Sucede una cosa curiosa: cuando estudias a una pintora, te lleva a otra y otra y otra, a través de la época, del taller, de las amistades y de los ecos mínimos en los libros. Y así ha sucedido. El libro, y este proyecto general, que podría abarcar entre diez y doce tomos, ha sido todo un paseo por la historia y el arte, una indagación emocionante y, a cada paso, nos encontrábamos con lecciones de vida que darían para un libro, una película o una serie», añade. Ana Gállego cuenta algo curioso que le sucedía, una auténtica paradoja: «Cada vez que te encontrabas con un nombre nuevo, era una inmensa alegría y a la vez, una leve tristeza: esas artistas, en la mayoría de los casos, en realidad, habían desaparecido, habían sido opacadas por la historia. Y cuando, a partir del siglo XIX, se hicieron los manuales de historia del arte desaparecieron por completo», explica. Eso ocurrió no solo con las más humildes o anónimas, sino con figuras mayores como la propia Sofonisba Anguissola, que vino a España como dama de compañía y acabó haciendo excelentes retratos que se atribuyeron a otros pintores cortesanos.

Un autorretrato al pastel de Rosalba Carriera.
Un autorretrato al pastel de Rosalba Carriera.
La Gata Verde/Garzoni.

¿Qué han encontrado Sara y Ana? De entrada, muchas creadoras invisibles, citadas con una frase y con sus obras perdidas. Ahí está el caso de la primera, la griega Aristareta, del 550 antes de Cristo, hija de ceramista y pintor; Helena de Egipto, que según Plinio el Viejo realizó ‘La batalla de Issos’, en el que quizá sería uno de los primeros cuadros de pintura histórica. «Hemos localizado a la primera pintora española cuyo nombre conocemos, Ende o En, de finales del siglo X y perteneciente al reino de León, era monja iluminadora de manuscritos, se sabe que trabajó en el ‘Beato de Tábara’ y en el ‘Beato de Gerona’, que se conserva en la catedral de la ciudad. Y Teresa Dieç o Teresa Díez, del siglo XIV, de tierras de Zamora, que es la primera pintora al fresco de la que tenemos noticia».

Este viaje en el tiempo ha dado continuas sorpresas. «Es impresionante una mujer como Plautilla Nelli (1524-1588), florentina, priora de convento, citada por Vasari y olvidada luego por completo, que pintó una ‘Última cena’, al óleo sobre tela, de dos metros de alto por siete de ancho. Estuvo en un convento, enrollaron la obra y quedó arrumbada hasta su posterior recuperación».

Ana Gállego se extiende en otras figuras, más conocidas y asimiladas: Artemisia Gentileschi, hija de pintor, Clara Peeters, Isabel Sánchez Coello, hija de Alonso Sánchez, «al que se decía que había igualado en pintura», la miniaturista italiana Giovanna Garzoni, autora de un bodegón impresionante, María Vermeer, hija del gran genio…

«Reproducimos en el libro ‘La chica del sombrero rojo’ de ella, que se le había atribuido a su padre, y que ahora se sabe que es suya», apunta. Habría cuatro grupos de artistas: las monjas, que realizaban un trabajo paciente y anónimo en la iluminación de manuscritos; las hijas de pintores; las que pertenecían a familias nobles, burguesas o bien establecidas, y otras que obedecen a la excepción.

La ilustradora Mónica López se ha imaginado así el rostro de Maria Wennix.
La ilustradora Mónica López se ha imaginado así el rostro de Maria Wennix.
La Gata Verde/Mónica López.

En el libro, de 235 páginas y de venta en la web de Sara Rubayo, han participado, además, Jesús Asiain, en el tratamiento fotográfico, la publicista Marian Salinas, la diseñadora Eva Angelina Antunes, el filólogo Marc Martínez y la ilustradora Mónica López. «Para todos es nuestro primer libro. El trabajo de Mónica es muy importante: a veces no hay imágenes ni de la pintora ni de la obra y ella ha hecho una interpretación gráfica de cada una. Queríamos que todas tuvieran rostro», precisa Ana.

El libro está teniendo éxito y muchos pedidos. «La respuesta es muy buena y nos anima a continuar con la investigación, pensando en futuras ampliaciones de la obra. Tenemos una gran ilusión», resume. El próximo día 25 de febrero se presentará en el Museo Thyssen en Madrid.

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