La Virgen del Pilar necesita más infanticos

El colegio escolanía zaragozano busca alumnos para el próximo curso. En verano se anunció el cierre del centro vinculado al santuario de Covadonga

Diez niños conforman este curso la Escolanía, pero tres de ellos acaban sus estudios en julio.
Diez niños conforman este curso la Escolanía, pero tres de ellos acaban sus estudios en junio.
Guillermo Mestre

La Virgen del Pilar necesita más infanticos. Aunque desde la Escolanía se mantiene la calma, la situación es delicada. En la actualidad hay 10 niños, pero tres acaban este curso la educación primaria y dejarán el colegio en junio. Quedarán siete niños, siete voces (los fines de semana la mitad), cifra que parece insuficiente para el brillo que se le supone.

El problema no es nuevo, y aunque cada escolanía tiene sus peculiaridades, preocupa que una de las más emblemáticas, la del santuario de Covadonga, anunciara en julio pasado que cerraba por falta de niños. En España quedan ahora las de Monserrat, El Escorial, Valle de los Caídos, Desamparados de Valencia y Zaragoza. Juan Sebastián Teruel, delegado del Cabildo para el Colegio de Infantes del Pilar, resume el problema de la falta de alumnos en tres palabras. "No nos conocen".

Y algo de eso hay. Porque algunas de las creencias del zaragozano medio acerca de la institución son erróneas. No es un orfanato ni un seminario, los niños no están en régimen de internado ni hay monjas en el centro. Es un colegio de primaria que educa a los niños en los valores cristianos y que les ofrece también una esmerada formación musical. De forma totalmente gratuita porque de los gastos se hace cargo el Cabildo.

Como colegio, la peculiaridad de la Escolanía es que los niños, los alumnos, sirven a la Virgen del Pilar: entre otras funciones, intervienen de lunes a sábado en la misa conventual de la basílica de las 9.00 (a las 10.00 los domingos), pasan a otros niños por el manto y cantan en las principales festividades. Todas las tardes, además, participan en el acto mariano de la Santa Capilla, cantando la Salve y los Gozos después del rosario. Además reciben clases de lengua, matemáticas y otras materias como cualquier chaval de su misma edad. Comen y meriendan en el colegio. Y todos los días, de 17.30 a 19.00, tienen música: canto los lunes, martes y miércoles, y lenguaje musical y piano jueves y viernes en el Estudio Santa María, que dirige Ana Pilar Zaldívar. Colaboran además con el coro de ese centro.

Un infantico entra en el colegio a las 8 de la mañana y sale a las 8 de la tarde. El horario puede parecer extenuante, pero tiene recreos y periodos de descanso porque apenas hay desplazamientos. "Son niños que viven con mucho sosiego y paz, que llevan una vida ordenada y tranquila", subraya José Antonio Calvo, canónigo de Culto del Pilar.

Los infanticos no conocen la palabra suspenso. No porque algunos no tengan dificultades con ciertas asignaturas (en eso no se diferencian del resto de niños), sino porque la atención es tan personalizada que acaban superando cualquier escollo. Del área académica se ocupan José Roberto González y los profesores Miguel Ángel Castillo y Abigail Egea. "Aprenden de personas que les quieren y, además, que conocen perfectamente las circunstancias que les rodean –destaca Ana Belén Batiste, responsable de la escolanía–. Cualquier circunstancia personal, como puede ser la hospitalización de uno de sus padres, se tiene en cuenta en el día a día. Este modelo educativo tan personalizado, tan europeo, es lo que ofrece la escolanía. Cada mañana salen de un entorno afectivo, de una familia, y llegan a otro entorno y a una segunda familia, donde se les escucha, se les enseña y se les ayuda a madurar y a ser independientes". Incluso disfrutan de cocinera propia, Patricia Sanz, que elabora menús caseros, acordes a sus necesidades y sin precocinados. Tres de ellos terminan este año la Educación Primaria, cantarán su última salve el 31 de julio y darán un nuevo rumbo a sus vidas.

Del Colegio Escolanía Infantes del Pilar se tienen noticias fehacientes desde el siglo XVII, aunque hay testimonios que apuntan que existía ya en el siglo XIII. Esa rica historia adorna el presente del centro pero no lo lastra. "Esta es una escolanía del siglo XXI, no del XVII", subraya Juan Sebastián Teruel. Por eso los chavales tienen un orientador, una monitora de tiempo libre y desarrollan una intensa vida cultural.

En los últimos tiempos, en parte para disipar algunos tópicos, los infanticos han redoblado su participación en la cultura zaragozana. Han actuado en las funciones de ‘Cuento de Navidad’ en el Principal, en el concurso de villancicos Cantal... José María Berdejo, director musical de la Escolanía y de las Catedrales, piensa profundizar en esta línea.

Salida al recreo matinal de los infanticos zaragozanos.
Salida al recreo matinal de los infanticos zaragozanos.
Guillermo Mestre

Se baraja la idea, incluso, de organizar visitas guiadas al Pilar ‘desde los ojos de los infanticos’. Pero todo sin olvidar "que una escolanía no es un coro de niños, es mucho más –asegura–. La basílica del Pilar no se cierra ningún día, y cada mes elaboramos un calendario muy medido para que los niños lleguen a todo sin estresarse ni perder la paz interior".

El colegio va a celebrar las próximas semanas varias jornadas de puertas abiertas (las próximas son el 6 y 23 de febrero y el 9 de marzo). A aquellos padres que estén interesados se les convoca a una entrevista personal, y posteriormente los niños pasan dos pruebas, una académica, simplemente para evaluar sus conocimientos, y otra musical.

"Para entrar en la Escolanía no necesitan saber música –destaca José María Berdejo–. Les invito a que canten una canción, la que quieran, y escuchándoles ya veo sus cualidades. Todos aprenden, es cuestión de trabajar".

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