Los relojes de pulsera resurgen entre los jóvenes: del reguetonero al del abuelo

Enviado a un segundo plano por el móvil, vuelve a despertar interés en los jóvenes, bien por imitación de cantantes o futbolistas o por la fascinación de lo mecánico.

Los relojes automáticos enseñan ahora su maquinaria.
Los relojes automáticos enseñan ahora su maquinaria.
Toni Galán

En un goteo casi inapreciable de puro constante y cotidiano, los ‘smartphones’ han ido sustituyendo numerosos aparatos y herramientas. Uno de ellos ha sido el reloj. "Ahora no hace falta mirarse la muñeca para ver la hora, la sabemos casi en todo momento", dicen César Palacín y Antonio Ortiz, de la joyería-relojería zaragozana Barney Barnato (San Vicente de Pául, 19). 

Así, como sucedió con las cámaras de fotos, el reloj ha dejado de ser un elemento imprescindible, para pasar a formar parte de otros terrenos más ligados a las emociones que a lo funcional, que responde al capricho, la costumbre, las aficiones, las modas, el ansia de mostrar estatus o la nostalgia. Estos dos últimos conceptos y uno más -la curiosidad por cómo funcionan las cosas- parecen estar detrás del renovado interés por el reloj de pulsera de las nuevas generaciones.

Tradicional regalo en momentos importantes de la vida -sobre todo en rituales de paso como la comunión o una pedida de mano-, este accesorio parecía haber pasado a un segundo plano, hasta el punto de que es común que los más jóvenes ni siquiera lo lleven. Pero en la segunda década del XXI son precisamente ellos quienes alimentan el resurgir de este accesorio que, si bien nunca ha dejado de estar presente en nuestras vidas, vuelve a las muñecas juveniles... "aunque de otra manera".

Esa otra manera, explican en Barney Barnato, se relaciona sobre todo con la "fascinación que les produce el mecanismo de un reloj". Sí, el intrincado entramado de ruedas les resulta curiosísimo, mucho más cuando se enteran de que nada ahí funciona a pilas o gracias a ningún tipo de energía: la clave está en el movimiento. "Tener que darle cuerda de vez en cuando o, incluso, la idea de la imprecisión, de que de vez en cuando se retrase un poquito, hace los relojes automáticos aún más interesantes para los veinteañeros, que ven en el ingenio algo de misterioso, de magia".

Fermín Pérez de Mezquía regenta una de las relojerías familiares con más solera de Zaragoza, no en vano, el apellido se podía y puede leer en muchos de los relojes que trufan las calles de la capital aragonesa y confirma el resurgir de los relojes automáticos y del interés que generan sus ‘tripas’: "De hecho, actualmente la mayoría de las marcas dejan el mecanismo al aire con un cristal transparente". Una tendencia que va de la mano, sin embargo, de la decadencia de los de cuarzo.

El invento en 1968 por la firma Seiko del reloj de pila -conocido también como reloj de cuarzo, porque es el material del cristal que vibra para hacer andar el reloj- supuso una verdadera revolución en la relojería. Se abarataron sus costes y, paralelamente, como sucede con los perfumes, muchos se asociaron con la moda: se llevaba en la muñeca un Citizen pero también un Armani o un Michael Kors.

Fermín Pérez de Mezquía, en su relojería de la calle Amar y Borbón de Zaragoza.
Fermín Pérez de Mezquía, en su relojería de la calle Amar y Borbón de Zaragoza.
Francisco Jiménez

"Todo eso ha descendido mucho. Ahora, en general, o se lleva un buen reloj automático o uno conectado al teléfono", explican en Barney Barnato, donde dan cuenta de que de las diez marcas de relojes de moda que ofrecían solo se han quedado con dos.

"La tendencia ahora mismo es la de elegir casas relojeras con historia, de hecho, muchas de ellas estás resurgiendo: son relojerías familiares de Suiza o Alemania, que ofrecen mecanismos de calidad y un 'storytelling'»

Pero, ¿a qué precio? Es prácticamente imposible encontrar un buen reloj automático por menos de 300 euros. Si bien el incremento de la demanda últimamente ha tirado de la oferta y la ha diversificado, tirando hacia abajo. La diferencia de precio con respecto a los de cuarzo se sustenta, sobre todo, en la calidad, especialmente en maquinarias facturadas en Centroeuropa.

El techo de gasto cuando hablamos de un reloj, dice Fermín Pérez de Mezquía, es incalculable. Este relojero añade además la idea de inversión: "El precio de un reloj automático se devalúa menos, incluso hay algunos que si pertenecen a una edición limitada, algo que ahora está muy de moda, pueden incluso subir de precio. Como las zapatillas de deporte", compara. Avalan esta idea en Barney Barnato, donde venden diseños de casas de relojeras con encanto como la francesa Herbelin o la italiana Mondia, entre otras, cuyas producciones artesanas no son extensas. Surgen ‘nuevas’ marcas de relojes que, en realidad, son de toda la vida, en una tendencia muy parecida a la de la perfumería de nicho.

En Barney Barnato añaden un último factor: la sostenibilidad. En un doble sentido, la ausencia de las contaminantes pilas y un consumo menos compulsivo.

Peor como sucede en el mundo de la moda, donde conviven el lujo sostenible y/o silencioso con la ferocidad consumista y la logomanía, en el de los relojes también se escenifica la ostentación. Reguetoneros y deportistas están detrás del creciente gusto de adolescentes y jóvenes por llevar relojes grandes y recargados. El reloj vuelve a tomar la delantera al móvil como símbolo de estatus. Y cuanto más llamativo, mejor. Muestra de ello es la colección de Ozuna (gran coleccionista de relojes) para Rolex.

Apúntate a la newsletter La Descubridora de HERALDO y recibe en tu correo todo sobre nuevas tiendas, planes originales y distintos, redes sociales, series de televisión, moda y estilo.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión