Ana de la Lastra: las líneas que nos conectan

La pintora, que vive entre su ciudad, Zaragoza, y la de su marido, Bogotá, expone estos días su obra, sobre todo retratos y motivos vegetales, en Le Petit Versalles.

Ana de la Lastra, junto a sus obras, en Le Petit Versalles.
Ana de la Lastra, junto a sus obras, en Le Petit Versalles.
Toni Galán

Lo de pintar, a Ana de la Lastra le viene desde niña, cuando para ella era un juego. Y también un refugio. Pero no es hasta más recientemente cuando su parte más artística ha aflorado como algo más allá de lo personal, casi de lo íntimo. "Antes vendía o regalaba cuadros a gente de mi entorno, a amigos o familiares". Uno de ellos fue Irene Montalá, la actriz, a quien le hicieron un reportaje sobre su casa para la revista ‘AD’. "Los que acudieron se fijaron mucho en mis cuadros y luego me llamaron", explica Ana.

De la Lastra comenzó en realidad en la moda, en la que se especializó en el terreno de la comunicación, trabajando en varias revistas y con diseñadores. "Pero llegó un momento –recuerda– en el que perdí la conexión". Dio un giro para centrarse en algo que, en realidad, lo ha tenido en casa toda la vida: "Mi madre es ‘coach’ y decidí seguir también por ese camino". Un camino, el de trabajar las emociones, en el que su relación con la pintura alcanza mayor importancia como terapia personal.

Estos días Ana está en Zaragoza, que ha decidido convertir en uno de sus campamentos base vitales junto a Bogotá, de donde es su marido, el actor Juan Pablo Shuk. "Somos una familia nómada, porque vamos donde nuestros proyectos profesionales nos llevan, aunque siempre con la referencia de estas dos ciudades, las de nuestra cultura y familias".

En esta ocasión, la estancia en Zaragoza incluye una cita muy especial: una exposición con la obra de Ana que este jueves se inauguró en Le Petit Versalles, un coqueto centro de peluquería y belleza en la calle Blancas que pronto cumplirá un año y que se ha transformado para la ocasión.

Allí la pintora ha desplegado sus creaciones, muchas fruto del prolífico momento que fue la pandemia. Como conjunto, escenifican las ‘obsesiones’ de la artista: "Me gusta trabajar largamente en los conceptos, haciendo series de cuadros, de manera que reflexiono mucho sobre cada uno". A estas alturas, para los seguidores de Ana son ya reconocibles sus retratos, en los que predominan las líneas entrecruzadas, "unas líneas que representan la conexión". La mayoría de los retratos son de dos personas o bien un guiño a la idea de dualidad  que hay en cada uno.

Ana de la Lastra, junto a sus obras, en Le Petit Versalles.
Ana de la Lastra, junto a sus obras, en Le Petit Versalles.
Toni Galán

Se añaden en esta exposición los nuevos derroteros de la pintora hacia el color, hacia la mancha, con vivísimas colecciones florales. No hay que perderse tampoco una pequeña y delicada instalación en torno a la de sororidad en la que Ana de la Lastra sigue ‘conectando’. En este caso, los retratos de varias amigas con otra pieza artística que para ella se ha convertido en un amuleto, un colorista útero obra de la colombiana Joyas Blandas.

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