Trápala, lienzos que caminan

La artista Cristina Casadevall abre tienda con una marca hecha a mano en España en la que traslada sus cuadros a zapatillas únicas de edición limitada.

Cristina Casadevall, en su tienda Trápala.
Cristina Casadevall, en su tienda Trápala.
Toni Galán

El espacio que Cristina Casadevall ocupa desde hace muy pocos días en el número 19 de la calle Méndez Núñez en Zaragoza es algo más que una tienda. Es la escenificación y el resumen de lo que para ella es su vocación, la pintura, y, más aún, su idea de la vida misma. "Me gusta estar rodeada de belleza", dice rotunda y casi como un mantra esta zaragozana con sangre italiana y vasca en las venas.

Fueron, precisamente, sus recurrentes visitas al país transalpino, las que la pusieron en la senda de lo que acabaría siendo su principal motivo de inspiración artística, el flamenco. Una de sus tías italianas recaló en la capital aragonesa, en María de Ávila, para aprender danza y, a la vuelta a su país, centró lo aprendido en difundir el flamenco ahí. "Crecí viendo a sus alumnos, los carteles y sus actuaciones y esa semilla desembocó en los cuadros sobre flamenco que han sido y son lo que me caracteriza", explica Cristina a la que, sin embargo, lo de pintora se le queda pequeño. "Soy artista", defiende. Y con esa convicción lleva años trabajando para "sacar el arte a la calle y qué mejor manera de hacerlo que a través de la moda, me parece una idea preciosa", dice apasionadamente.

Así, empezó a llevar a los ‘vernissages’ su propia ropa pintada, unas capas que eran “como llevar puesto un lienzo". Y de ahí, a pintar las zapatillas, que acabaron siendo la semilla de su proyecto actual: Trápala.

Trápala en la jerga flamenca significa ruido, bullicio. Y con el término Cristina ha nombrado a su marca de ‘sneakers’ que convierte lienzos en zapatillas. Ojo: no son zapatillas pintadas, sino el fruto de un proceso en el que los cuadros de la pintora se trasladan a un tejido con el que luego, mediante un largo y cuidadoso método artesanal hecho en España, se confeccionan pares exclusivos. Cada cuadro da lugar a 50 pares, pero ninguno es, a su vez, igual. "Cada par está hecho con una parte distinta del lienzo y, a su vez, se combina con distintos colores o texturas de la puntera de goma o de los cordones". 

Solo tres elementos permanecen: los logos en la lengüeta y el talón y el rojo de la suela ("que me costó mucho encontrar", recuerda la creadora de Trápala).  

Y es que todo en la firma está cuidado al detalle. No solo la estética, sino la comodidad con, por ejemplo, una suela especial que recoge la huella del pie. "Lo que yo quería es que fuera un calzado para las 24 horas, que lo mismo puedes llevar al trabajo que a una fiesta". 

Las Trápala se venden en varios modelos, según su altura: la ‘sneaky’ (baja), la BT8, BT12 y BT17 y BT20, nombrados así en función del número de ojetes y, por tanto, de su altura. Además de las decoradas con lienzos (las colecciones englobadas bajo el término de 'Colore') las hay también con el logo de la marca: las Brandy.

El cliente puede escoger entre los modelos que hay en la tienda o bien escoger su propia combinación que se confecciona solo para él.

El mundo Trápala, que ocupa el bonito local donde hasta hace poco se encontraba El Tocador de la Novia, se extiende más allá de las zapatillas.  Cristina ofrece también un rincón para las antigüedades con cosas todas elegidas por ella misma con las que desarrolla una relación personal ("a veces me da pena venderlas", dice riendo) y otro que en un futuro próximo servirá como galería de arte y de reunión.

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